En un contexto donde la población ha perdido la fe en el gobierno, las palabras de Díaz-Canel se perciben como más verborrea, una especie de consuelo artificial que no tiene relación con la realidad. Mientras el mandatario sigue insistiendo en la “resiliencia” del pueblo cubano, la gente sigue esperando respuestas reales y soluciones efectivas a problemas que no cesan de empeorar.
Eliminar los criaderos de mosquitos y a mejorar el saneamiento del entorno resulta insuficiente no solo en las provincias más afectadas con el Oropouche que son, Pinar del Río, Artemisa, La Habana, Sancti Spíritus y el municipio especial Isla de la Juventud. No, en un país donde la falta de agua potable es sistemática y compleja, a la que se suma la escasez de productos de higiene, cualquier esfuerzo de prevención resulta extremadamente complicado; cuando menos, imposible de realizar.
La oferta del ministro de Salud a la OPS y a los países de la región de compartir la "experiencia cubana" en la producción de medicamentos no solo es irónica, sino casi insultante para aquellos que conocen la verdadera situación en la Isla. Es un triste recordatorio de que, en la Cuba actual, las palabras del gobierno tienen poco que ver con la realidad.
El futuro de la salud pública en Cuba parece incierto, y la capacidad del país para manejar esta crisis dependerá en gran medida de la implementación de medidas urgentes y efectivas. Sin un cambio significativo en la gestión de los recursos y la atención médica, el riesgo de que la situación epidemiológica en la isla se deteriore aún más es alarmantemente alto.
En toda Matanzas parece haber dengue. La gente se arriesga a las picaduras de mosquitos, con tal de poder ser los primeros en sacar dinero de los cajeros automáticos.
Esta situación pone de manifiesto la urgente necesidad de una mejor gestión gubernamental y de un aumento en la inversión en salud pública y saneamiento para enfrentar la creciente crisis epidemiológica en Cuba.