La exportación de estos profesionales no es más que otra demostración del desprecio del gobierno por el bienestar de su propio pueblo, priorizando sus intereses económicos y políticos por encima de la salud y la educación de los cubanos.
La autopsia reveló que la cantidad de ketamina en el cuerpo del act era suficiente para ser utilizada como anestesia general, lo que subraya la gravedad de la negligencia médica en este caso.
La realidad cubana, a través de los ojos de estos estudiantes de medicina, es un testimonio de los desafíos y las difíciles decisiones que enfrenta la juventud en una isla en crisis.
“Me indigna que alguien crea que nos confabularamos como una secta de bandidos para que el desenlace de un paciente fuera la muerte”, afirmó el joven doctor.
Este caso pone de manifiesto las difíciles condiciones bajo las cuales los médicos cubanos deben trabajar y las severas consecuencias que enfrentan en situaciones donde la falta de recursos impide una atención médica adecuada.
Durante eventos significativos como los ataques del 11 de septiembre y la pandemia de COVID-19, la voz calmada y bien informada del Dr. Max fue un faro de claridad y confianza para el público.