El hecho de que esto ocurra en un estado donde las leyes migratorias se han vuelto cada vez más restrictivas, plantea serias interrogantes sobre la transparencia del proceso judicial y la posible instrumentalización de la justicia local con fines migratorios.
Mientras crece el número de inmigrantes detenidos por el gobierno de Estados Unidos, una doble alarma se enciende: las condiciones en que se encuentran muchos de ellos son abiertamente inhumanas, y las cifras oficiales que ofrece ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas) parecen distorsionar el verdadero alcance del problema.
Según reportes de Telemundo51 y Univision, cerca de 5,000 migrantes venezolanos han retornado en vuelos de deportación o repatriación desde la llegada de Trump nuevamente a la Casa Blanca. Pero lo que preocupa a defensores y organizaciones es que una cifra similar lo ha hecho por voluntad propia, en lo que se está empezando a conocer como la ola de autodeportaciones.
El drama de las deportaciones sigue afectando a las familias cubanas residentes en Estados Unidos, y son varias las que se han visto separadas tras el endurecimiento de la política migratoria implementada durante la administración del presidente Donald Trump.
En Washington D.C., Florida, y otros estados del país, la presencia de agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) ha generado una atmósfera de inseguridad.
Con cada negativa a responder preguntas básicas, ICE refuerza una imagen de poder descontrolado, inaccesible, que se aleja de la transparencia exigible a cualquier institución en una democracia funcional. Y mientras esa opacidad continúa, madres como Heidy solo pueden ver a sus hijas por una pantalla.
El caso de Heidy Sánchez, una madre cubana deportada recientemente desde Florida a La Habana, ha causado conmoción en medios internacionales y ha sido...
La operación Tidal Wave ha sido duramente criticada por violar el debido proceso, separar familias y usar recursos estatales de forma cuestionable. Casos como el de Heidy Sánchez y Kilmar Ábrego revelan los peligros de esta política.
El mensaje es claro: si te vas, vas a sufrir. Si vuelves deportado, sé útil y demoniza al país que te acogió. Así se premia tu regreso forzado: con una tribuna para servir al guion oficial. Porque lo que menos le interesa a Granma es saber por qué tantos cubanos se lanzan al mar o cruzan selvas con niños en brazos. Lo que importa es que alguien diga, frente a cámara, que en Estados Unidos no hay libertad.
Tras varios meses de ocurrido el hecho, el artista rompe el silencio y habla por primera vez sobre cómo fue el proceso, y abre su corazón a sus seguidores.