La noticia cayó como un cubo de agua fría entre los seguidores del pódcast Destino Tolk: Frank Abel, la voz que muchos cubanos identifican con historias de nostalgia, crítica social y humor a lo criollo, recibió una carta del Servicio de Inmigración de Estados Unidos que lo obliga a abandonar el país en 30 días.
Para muchos, esta notificación no es solo una orden administrativa; es el fin de un sueño que comenzó cuando el locutor llegó en 2022 bajo el amparo del formulario I-220A, un documento que permite a ciertos migrantes permanecer en territorio estadounidense en libertad bajo palabra mientras se resuelve su caso de asilo. Aunque este mecanismo ha sido ampliamente utilizado por cubanos en los últimos años, cada vez más voces alertan sobre su carácter provisional y la falta de garantías legales que ofrece.
Frank Abel se enfrentó al proceso sin red de apoyo. Como él mismo contó en el pódcast, no pudo contratar un abogado por falta de dinero. “Yo vine a este país en 2022 e hice un asilo político en Tampa. Llevo cuatro años en este proceso. No tenía dinero para pagar un abogado y tuve que hacerlo todo solo”, dijo con la voz entrecortada. Esa confesión tocó fibras sensibles en una comunidad que reconoce el sacrificio de quienes, como él, han tenido que defenderse en un sistema legal complejo y ajeno, donde un error de forma puede costarte la libertad.
Desertor de una gira artística, regresar a Cuba no es opción. “Si llego a cualquier aeropuerto de Cuba, me van a meter preso. Estaría enfrentando 16 años de cárcel como desertor”, advirtió el locutor. Es una realidad que muchos en la isla comprenden bien: los artistas que se quedan fuera del país, sobre todo si abandonan la isla con pasaporte oficial y rompen vínculos con instituciones oficiales, son vistos como traidores y enfrentan sanciones severas.
Frank Abel dejó atrás México, donde vivía antes de cruzar a Estados Unidos. También abandonó al elenco con el que trabajaba, persiguiendo la promesa de una vida más estable, legal y segura. Hoy, con la amenaza de deportación pendiendo sobre su cabeza, su situación refleja el limbo migratorio que viven miles de cubanos que llegaron al país norteño sin una ruta clara hacia la residencia legal.
Este caso pone sobre la mesa una palabra clave: I-220A. A menudo malinterpretado como un paso seguro hacia el asilo, este formulario en realidad representa una libertad condicional y no garantiza el éxito del proceso migratorio. En muchos casos, su uso se traduce en años de espera, ansiedad y desinformación. Para quienes, como Frank Abel, no pueden costear asesoría legal, el riesgo de una negativa es abrumadoramente alto.
A pesar del panorama adverso, la comunidad cubana en Estados Unidos ha salido en defensa del locutor. En redes sociales se multiplican las muestras de apoyo, los mensajes de aliento y los pedidos para que su caso sea reexaminado. La figura de Frank Abel ha trascendido el entretenimiento; se ha convertido en símbolo de la lucha de quienes se fueron “con una mano alante y otra atrás”, con la ilusión de empezar de cero en un país ajeno.
Mientras el reloj corre, Frank sigue aferrado a una esperanza: la posibilidad de que la presión social y un recurso legal le permitan quedarse. Dice que no quiere volver a Cuba. “Prefiero que me manden para cualquier otro lugar… Regresar allá es un desastre total para mí”, expresó.