Maybe Chocolate wants to serenade Bukele (o un viaje al interior de la mente del reguetonero)

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El rapero cubano Chocolate MC salió de prisión en EE.UU., pero su adicción a tentar el peligro lo pone en riesgo de ser deportado a destinos como El Salvador o Sudán del Sur, donde lo espera algo mucho peor que una celda del TGK en Miami.

Un análisis a su conducta autodestructiva y cómo esta lo acerca a destinos carcelarios extremos.

La historia reciente de Chocolate MC, cuyo nombre real es Yosvanis Sierra Hernández, parece escrita por un guionista enloquecido: arrestos sucesivos, escándalos en redes, vidas paralelas de artista y reo, y ahora, una nueva entrega que amenaza con cambiarle el escenario para siempre. Resumido: un entra y sale de la cárcel que no parece casual, sino provocado. Intencional.

Esta vez, el rapero fue detenido en Miami por presuntamente haber secuestrado a un fanático y obligarlo a conducirlo por más de dos horas, bajo amenaza armada, antes de dejarlo en libertad.

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El incidente fue calificado como robo a mano armada y secuestro, delitos graves que podrían poner la guinda final a su estancia en Estados Unidos.

Este episodio se suma a una serie de problemas legales que el rapero ha enfrentado en los últimos años, incluyendo acusaciones de violencia doméstica, posesión de drogas y un supuesto complot para cometer asesinato.

El principal problema que tiene ahora mismo el talentoso reguetonero es que se encuentra en una cuerda floja migratoria. Chocolate no es ciudadano estadounidense. Entró al país en 2017 con una visa cultural y desde entonces ha tenido múltiples problemas legales, pero el detalle que hasta ahora lo ha salvado de ser deportado es uno tan surrealista como triste: el gobierno cubano se ha negado a recibirlo de vuelta. Si no, hace rato que hubiese sido recibido con todos los honores, fotos, declaraciones y hasta prensa, en el Aeropuerto Internacional «José Martí». Va y, quién lo duda, lo hubiesen llevado al salón VIP una vez bajado del avión procedente de los EE.UU.

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Que La Habana no lo reciba no debería preocupar al Departamento de Seguridad Nacional, pues este tiene alternativas: El Salvador o incluso Sudán del Sur, donde ya han sido deportados al menos dos ciudadanos cubanos recientemente. Esos destinos no son castigos simbólicos: son realidades carcelarias donde se borran los límites entre la justicia y el infierno.

De la cárcel del TGK en Miami-Dade al CECOT en El Salvador: ¿Una escalada inevitable para Chocolate?

El CECOT (Centro de Confinamiento del Terrorismo), en El Salvador, se ha convertido en símbolo del autoritarismo penal de Bukele. Más de 12,000 prisioneros en condiciones extremas, sin contacto con el exterior, sin visitas, sin colchones, y con alimentación controlada al gramo. Las imágenes hablan por sí solas: torsos desnudos, cuerpos encadenados y una brutalidad sistemática que no admite “estrellas invitadas”.

¿Se imagina a Chocolate, con su personalidad allí? Spoiler: no hay red. Tampoco hay segunda oportunidad. No hay teléfonos. No hay abogados. No hay estrellas. Más bien todo lo contrario.

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Y si el destino es Sudán del Sur, ni siquiera hay cámaras. Hay hacinamiento, hambre, enfermedades y desapariciones. Una prisión allí es una tumba con grilletes.

Un destino que haría temblar hasta al más duro de los raperos. Una alternativa, aún más siniestra. Un país con conflictos armados activos, una de las tasas de criminalidad más altas del mundo, y condiciones carcelarias donde no existe la noción de “derechos humanos”. Las prisiones en ese país africano suelen carecer de agua potable, atención médica o cualquier forma de higiene. De hecho, la esperanza de vida al salir de una cárcel allí es inferior a la que tendrías nadando en una piscina infestada de pirañas.

Y no estamos exagerando: un reporte de Amnistía Internacional sobre Sudán del Sur reveló que muchos de los presos en centros de detención ni siquiera había sido acusado formalmente.

«Se restringían los derechos a la libertad de expresión, de asociación, de reunión pacífica y de circulación. Quienes criticaban al gobierno o ejercían el activismo se exponían a sufrir desaparición forzada, detención y reclusión arbitrarias, y tortura y otros malos tratos. El Servicio de Seguridad Nacional (NSS, por sus siglas en inglés) actuaba con impunidad, e incumplió una orden judicial de poner en libertad a un crítico del gobierno que estaba detenido», indica AI.

Y añade:

«La ONU informó de numerosas violaciones de derechos humanos, incluidas ejecuciones extrajudiciales, violencia sexual y violencia de género relacionadas con los conflictos, y reclutamiento y uso de niñas y niños por grupos armados. El Parlamento aprobó dos proyectos de ley de justicia transicional con el fin de promover la reconciliación y proporcionar reparación a las víctimas del conflicto que había comenzado en 2013. La inseguridad alimentaria aumentó a causa del conflicto en curso, las inundaciones, el desplazamiento y el aumento del costo de la vida. Tres cuartas partes de la población necesitaba asistencia humanitaria y protección. El gobierno no introdujo políticas adecuadas de preparación y mitigación para abordar los riesgos graves derivados del cambio climático.»

Más allá del delito: un patrón psicosocial

Pero esta nota no es solo para reenumerar los cargos que le han puesto al artista. La verdadera pregunta que ronda esta historia, de lo que muchos quieren hablar y otros se preguntan es: ¿qué le pasa por la mente a Chocolate MC? ¿qué hay dentro de esta?

Su historial no responde únicamente al azar o al típico tiene “mala suerte”. Responde a una estructura de personalidad dañada, de esas que se van forjando cuando faltan cosas esenciales en la infancia: afecto, guía, límites, atención emocional. La teoría del apego señala que cuando un niño crece en un entorno inseguro o violento, es probable que desarrolle conductas impulsivas, adictivas, o de confrontación.

Y Chocolate, a sus 32 años, parece vivir en permanente estado de alerta o desafío, incapaz de establecer rutinas estables. Alterna entre la euforia de sentirse invencible y el derrumbe emocional cuando lo enfrenta la realidad de una celda.

Es el clásico comportamiento de alguien con carencias afectivas no procesadas, y un sistema cognitivo que prioriza la gratificación inmediata por encima de la proyección racional. Vive al borde. Su expediente es largo, su actitud errática, y su capacidad de mantenerse alejado de problemas… nula, pero no es porque no pueda evitarlo: es porque no sabe vivir de otra manera.

Este ciclo de conducta autodestructiva puede entenderse desde una perspectiva psicosocial. La teoría del apego sugiere que experiencias tempranas de inseguridad emocional pueden llevar a patrones de comportamiento impulsivos y búsqueda constante de validación. Además, la falta de intervención terapéutica o apoyo psicológico adecuado puede exacerbar estas tendencias, llevando a decisiones que ponen en riesgo tanto al individuo como a quienes lo rodean; entre ellos familiares muy queridos, como su madre, quien desde España, ha expresado públicamente su preocupación por la salud mental de su hijo, indicando que «ha perdido la razón» y solicitando ayuda para él.

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¿Falla del sistema o de sí mismo?

La situación de Chocolate MC también refleja una falla sistémica en la atención a la salud mental y el bienestar emocional de individuos en situaciones vulnerables, en su caso traída desde Cuba.

Si bien Chocolate ha sobrevivido a peleas, escándalos, arrestos y rupturas, los dados que está lanzando ahora no son de casino, sino de ruleta rusa. Y quizás, como sugiere con ironía el título de esta nota, “Maybe he wants to serenade Bukele”. O quizás es que no tiene idea del infierno que podría estar esperando a la vuelta de la esquina.

Aquí cabe una crítica tanto individual como social. Por un lado, Chocolate ha sido protagonista de su propia caída. Ha tenido acceso a recursos, abogados, oportunidades, pero ha jugado con fuego una y otra vez. Su ego parece necesitar ese riesgo constante para sentir que “está vivo”. Por otro lado, también es cierto que el sistema ha fallado en atender lo evidente: un artista con antecedentes traumáticos, que requiere asistencia psiquiátrica y social, no solo un régimen de castigos, y tampoco un socio que se lo lleve para su casa un tiempo para que se tranquilice. La «cárcel» que sea, créanlo, nunca repara lo que la mente no ha podido construir.

En medio de este torbellino, hay algo que llama aún más la atención: la necesidad que tiene Chocolate de “testear” todo. A las leyes, a los policías, a sus parejas, a sus fans, a sus abogados. Es como si llevara dentro una compulsión a poner a prueba los límites de cada sistema con el que interactúa. Este tipo de comportamiento puede entenderse desde una mezcla de impulsividad crónica, adicción al riesgo y, probablemente, una necesidad constante de atención, incluso si esta viene en forma de esposas.

Y cuando las cosas estallan, entonces llora, pide ayuda, dice que va a cambiar o que quiere hacerlo, pero nunca cambia. Porque no sabe cómo hacerlo. Porque nadie le ha enseñado a sostener una vida sin caos. Un simple fan, ahora, le pide una foto, y él responde secuestrándolo.

Este perfil y comportamiento es común en personas con lo que la psicología clínica llama trastornos de desregulación emocional, donde el drama se convierte en estilo de vida, no en accidente. Es el clásico caso del que no sabe vivir sin drama, del que no soporta el silencio, ni siquiera cuando ese silencio es la libertad misma. Son seres atrapados en su propio incendio.

EE.UU. no está jugando

Lo que quizás Chocolate no ha medido es el cambio de clima migratorio en Estados Unidos. En este 2025, una infracción de tránsito puede poner a un inmigrante en la lista de deportación, y la reincidencia o conducta antisocial es vista con lupa. El sistema está saturado, los jueces no tienen paciencia, y los abogados se saben de memoria el discurso de “mi cliente aprendió la lección”. Y una cárcel de los EE.UU., por dura que parezca, es un merengue en comparación con el CECOT, en El Salvador.

¿Está jugando el reguetonero con su destino? ¿Disfruta del peligro? ¿Cree que por ser “el rey del reparto” el sistema le va a dar otra oportunidad? La historia reciente indica que no. Esta vez la cuerda puede romperse, y no habrá estudio de grabación en la celda. Y él ni siquiera es ciudadano estadounidense.

En el contexto actual de políticas migratorias más estrictas en Estados Unidos, incluso infracciones menores pueden resultar en deportaciones. Para Chocolate, esto podría significar ser enviado a destinos como El Salvador, donde podría enfrentar condiciones extremas en el CECOT (Centro de Confinamiento del Terrorismo), o incluso a Sudán del Sur, país con un sistema penitenciario notoriamente precario y violento.

La historia de Chocolate MC es un recordatorio de la importancia de abordar las necesidades emocionales y psicológicas desde una edad temprana, y de proporcionar apoyo continuo para prevenir ciclos de comportamiento autodestructivo. Sin intervención adecuada, estos patrones no solo afectan al individuo, sino que también tienen repercusiones más amplias en la sociedad.

Maybe he wants to serenade Bukele…

Tal vez por eso el título de esta nota. Una frase irónica para un destino trágico. Porque en el fondo, quizás sí quiere ir al CECOT a cantarle una serenata a Bukele, no por admiración, sino porque es su forma inconsciente de buscar límites más duros que los que él mismo puede imponerse.

O tal vez es solo un muchacho que se perdió hace mucho, y que la fama, lejos de salvarlo, solo lo terminó de confundir.

Lo cierto es que ya no hay más margen para errores. Estados Unidos no está para juegos. Y los destinos alternativos —Sudán del Sur, El Salvador— no conocen la palabra “perdón”.

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