Desde que Donald Trump regresó a la Casa Blanca en enero de 2024, las súplicas públicas de cubanos —en la isla y en el exilio— han ido y venido con un mismo hilo: reencuentros familiares bloqueados por nuevas restricciones, y la esperanza de que una intervención presidencial abra una rendija.
Ahora, una familia cubana afectada por las recientes restricciones migratorias de la administración de Donald Trump ha vuelto a lanzar un pedido desesperado al presidente: permitir que su nieta de 15 años pueda ingresar a los Estados Unidos y reunirse con sus padres.
La abuela, Eva Figueroa, paciente de cáncer, explicó que la joven —identificada como Lauren Hernández Reyes— quedó en Cuba bajo los cuidados de sus abuelos mientras sus padres emigraban legalmente a EE.UU. bajo un proceso de reunificación familiar (visa categoría F2A) que se vio truncado por la medida migratoria conocida como “travel ban” que entró en vigor en junio de 2025.
Los padres de Lauren, residentes legales permanentes en EE.UU., presentaron a su hija la solicitud correspondiente para emigrar mediante la visa F2A, pero la aprobación fue denegada tras activarse la disposición migratoria restrictiva. En ese contexto, la abuela envió un mensaje directo al presidente Trump: “Tengo fe en Dios, pero Trump nos tiene que ayudar con esto”, afirmó entre lágrimas, recoge The Washington Post.
“Liberen a los menores del travel ban… los niños no vienen a hacer daño”, insistió la abuela desde Cuba en su carta a Donald Trump, «mientras batalla contra el cáncer y la incertidumbre de no saber si volverá a ver a su nieta», recoge Telemundo51.
Este caso se inserta dentro de una oleada de familias cubanas que —en medio del cambio de política de Washington hacia la isla— se ven imposibilitadas de concluir procesos de reunificación que antes eran relativamente fluidos, indica Reuters.
La escena que se repite: los pedidos personales y humanitarios a Trump
La escena se repite con nombres y edades distintas. En junio de 2025, una niña habanera de 10 años grabó un video para pedirle a Trump que “reconsidere” el veto que le impidió reunirse con su madre, residente legal en Miami. El caso, difundido por cadenas nacionales, puso rostro a un golpe que no es técnico ni abstracto: la suspensión o denegación de visas por la nueva proclama de “travel ban” anunciada el 4 de junio.
Ese mismo mes, familias cubanas en el sur de Florida repitieron la súplica: “reconsiderar la reunificación”.
La cobertura local y nacional recogió cartas, videos y gestiones con oficinas legislativas, incluida la de senadores de Florida, mientras los consulados aplicaban la proclama. En paralelo, el Washington Post documentó cómo el veto —concebido bajo el argumento de seguridad nacional— fracturó a una comunidad que mayoritariamente había apoyado a Trump, al cortar de cuajo los canales ordinarios de visado para hijos, padres y cónyuges en Cuba.
El caso de Heidy Sánchez
Otro caso que ha resonado en los últimos meses es el de Heidy Sánchez, una cubana deportada desde Florida en abril de 2025, cuya historia dio un giro inesperado cuando decidió dirigirse directamente al presidente Donald Trump para pedirle regresar a Estados Unidos.
Sánchez, de 44 años, había vivido más de una década en el país y fue enviada de vuelta a La Habana tras un chequeo rutinario con agentes de Inmigración y Control de Aduanas (ICE), pese a ser madre de una bebé ciudadana estadounidense y esposa de un residente legal. Desde entonces, su vida se ha reducido a breves videollamadas con su hija y caminatas diarias en busca de señal telefónica, mientras repite el mismo ruego: “Presidente Trump, déjeme volver con mi familia”.
Su pedido se sumó a una larga lista de apelaciones humanitarias que, desde el regreso de Trump a la Casa Blanca, no han obtenido respuesta. Según el reporte de Associated Press, Sánchez fue deportada bajo la nueva política de endurecimiento de remociones que eliminó gran parte de las suspensiones discrecionales aplicadas durante la administración anterior. Aunque abogados de inmigración en Miami han intentado presentar mociones de reapertura, el Departamento de Seguridad Nacional ha mantenido su postura de “cero tolerancia”, incluso en casos que involucran menores ciudadanos, reseña el American Immigration Council.
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El marco jurídico de la nueva etapa presidencial explica por qué la mayoría de esos pedidos no han tenido resultados inmediatos. La administración invocó la autoridad presidencial para restringir el ingreso de extranjeros y extendió el alcance del veto a 19 países, con impacto directo sobre categorías de reunificación familiar y de visitante para cubanos.
Aun así, hubo contraejemplos parciales. En mayo de 2025, un juez federal ordenó a la administración restaurar el procesamiento de ciertos beneficios vinculados a personas que habían ingresado legalmente a EE. UU. bajo programas de parole humanitario, decisión que brindó un alivio temporal a cientos de miles —incluidos cubanos— frente a la paralización administrativa. Fue una victoria procesal, no una reforma de fondo: no levantó el veto ni restableció, per se, rutas cerradas de reunificación, pero probó que las políticas podían sufrir reveses en tribunales, destaca el Justice Action Center.
Otros pedidos de cubanos a Donald J. Trump
En paralelo a las historias personales, también ha habido pedidos colectivos desde el exilio.
En julio de 2025, una “apelación urgente” suscrita por organizaciones de diáspora pidió a Trump reevaluar el memorando que había endurecido el marco migratorio y de sanciones, reclamando salvaguardas humanitarias y un carril funcional para la reunificación. Las firmas reunieron ecos en redes y radios locales, sin que mediara una respuesta sustantiva de la Casa Blanca. El saldo político, hasta ahora, ha sido el mismo: la línea dura permanece.
El capítulo humanitario —medicinas, alimentos, ayuda— también tuvo su propio rastro de solicitudes.
Durante la pandemia, iglesias cubanas y estadounidenses habían pedido a Trump aliviar sanciones y trabas logísticas para permitir envíos de insumos médicos; fueron cartas y pronunciamientos que marcaron un precedente de interpelación directa al presidente. En la coyuntura actual, con Cuba nuevamente en la lista de países patrocinadores del terrorismo y bajo controles financieros más estrictos, ese tipo de alivios choca con un andamiaje sancionador que el propio Trump reimpulsó al volver al poder. Es decir: las peticiones existen —y se multiplican en épocas de escasez—, pero su margen de éxito es estrecho cuando la política general apunta a lo contrario.
No todas las interpelaciones se dirigen al corazón de la política. Algunas piden excepciones puntuales: habilitar licencias para envíos de medicamentos, restaurar citas de reunificación ya aprobadas, permitir “probationary waivers” para menores.
Otras buscan el gesto simbólico que cambie la señal: retirar o moderar el veto para Cuba. Hasta hoy, ninguna ha producido un giro público en la Casa Blanca. La agenda presidencial en materia de Cuba se ha endurecido —con la reinstalación del país en listas restrictivas y el alza de requisitos y costos de visado— y, aunque tribunales han frenado piezas del andamiaje migratorio, el vector general sigue siendo restrictivo.
Queda, sin embargo, una constatación periodística: los pedidos funcionan como termómetro. Detrás de cada video de una niña, de cada carta firmada por abuelos o por iglesias, hay un dato político: un electorado cubanoamericano ahora dividido entre su respaldo histórico a la línea dura y la urgencia íntima de abrir la puerta a los suyos. De momento, la respuesta federal —más cortes que micrófonos— ha puesto el peso en los jueces.
La realidad
Los hechos, sin embargo, hablan por sí solos y la realidad inequívoca es una sola: los pedidos extraordinarios de cubanos a Trump se acumulan con una constante en los resultados: visibilidad sí, cambios sustanciales pocos. Incluso, «pedidos» hechos presuntamente por María Elvira Salazar a Trump, tampoco han tenido resultados positivos.
Que se sepa, entre los únicos «pedidos» que le han hecho cubanos a Donald Trump que se han cumplido está, el saludo que logró darle el influencer cubano Alexander Otaola. Sumaríamos a este, la liberación del cubano Enrique Tarrío y alguna que otra cosa que le ha pedido su secretario de Estado, Marco Rubio.
Fuera de eso, y a pesar de tener una propiedad en el Doral donde trabajan cientos de cubanos, ir al Versailles y tomarse un cafecito, los gestos de reciprocidad por parte de Donald Trump hacia los cubanos han sido nulos. De hecho, más bien hasta los habría «traicionado» a juzgar por el número creciente de cubanos que aseguraron votaron por Donald Trump en la última elección y dicen estar arrepentidos.
Sin embargo, esa es otra historia, que si a Ud. le interesa, pudiera leer aquí: Votaron por Trump, ahora dicen que «se le fue la mano»



















