Díaz-Canel no quiere que el estado siga subvencionándole electricidad a los privados

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El gobierno cubano, siempre adelantado en sus medidas «revolucionarias», ha decidido que ya es suficiente de cargar con la factura eléctrica de los privados. La nueva disposición, publicada como Decreto 110/2024 en la Gaceta Oficial, exige que todas las empresas en la Isla —estatales, privadas, e incluso extranjeras— se valgan por sí mismas para generar y gestionar su consumo energético. En resumen: si eres un pequeño empresario, ve preparando tu bolsillo para comprar paneles solares o un generador, porque el Estado, según Canel, “ya no está para mantener a nadie”.

El sueño eléctrico y los “encadenamientos”

El decreto, que lleva meses en preparación, surge en un contexto donde los apagones y el déficit energético se han convertido en el pan de cada día para los cubanos. Según el texto, citado por el diario 14ymedio, las nuevas empresas que deseen operar en Cuba deberán incluir en su proyecto un sistema de generación de energía propio. Para aquellas ya establecidas, se da un plazo entre tres y cinco años para ajustarse a las normas.

La medida no es únicamente restrictiva; es un testimonio de la incapacidad del sistema estatal para proveer electricidad suficiente. A pesar de que las termoeléctricas y los grupos electrógenos se desmoronan, el discurso oficial sigue culpando a “la ineficiencia” de los privados por la crisis. Paradójicamente, en el mismo decreto se establece que las empresas deberán planificar sus consumos de electricidad en horarios pico y, si son grandes consumidoras, al menos el 50% de su energía debe provenir de fuentes renovables.

Sabe Dios si por eso, alertados ya con anterioridad, en Pinar del Río, los vegueros han comenzado a instalar módulos fotovoltaicos para garantizar el riego en sus plantaciones de tabaco y, de paso, la electricidad de sus hogares. Eso sí, con un precio a pagar: cinco años de plazos en Moneda Libremente Convertible (MLC). Para muchos, esta medida representa una suerte de cárcel económica en un país donde acceder a divisas es casi imposible para el ciudadano promedio, recoge en otra publicación el diario pionero del periodismo independiente en Cuba.

¿Quién gana y quién pierde con esta medida?

Para las empresas estatales, acostumbradas a que se les perdonen deudas y a operar sin rendir cuentas, estas normativas suenan como campanas lejanas. Pero para las mipymes, que representan una frágil chispa de esperanza económica, el panorama es sombrío. Si no logran adaptarse, corren el riesgo de multas, cortes eléctricos de hasta 72 horas y, en casos extremos, el cierre.

Entre las sanciones, las promesas de parques solares y las metas de eficiencia, el mensaje es claro: el Estado cubano no quiere o no puede seguir subsidiando a los privados, pero tampoco renuncia al control absoluto.

En definitiva, el Decreto 110/2024 no resuelve el problema de fondo. En lugar de estabilizar el sistema energético, crea un muro más para los emprendedores en un país donde levantar un negocio ya es un acto heroico. ¿Y Canel? Muy cómodo en su despacho, delegando la responsabilidad a los privados mientras el pueblo sigue a oscuras. Literal y metafóricamente.

Lo irónico es que, mientras el gobierno exige eficiencia y autogestión a los privados, el sector estatal sigue plagado de corrupción y negligencia. Y más curioso aún resulta el hecho de que, mientras el régimen se dedica a ponerle trabas al sector privado, en la TV Nacional se debate sobre la importancia de los privados en la economía, y sobre cómo el modelo económico cubano necesita “encadenar” al sector privado con el estatal para prosperar, recoge en una 3ra publicación 14ymedio.

En el programa Cuadrando la Caja, dirigido por la pretendida experta con nombre socialista 100%, Marxlenin Pérez, un economista de la Universidad de La Habana admitió que “el Estado no puede hacerlo solo” y que la propiedad privada es imprescindible para lograr el desarrollo del país. Parece un chiste cruel que, tras décadas de satanizar a los empresarios independientes, ahora los necesiten como la salvación del socialismo.

El profesor invitado habló con solemnidad de cómo “las políticas públicas deben regular esta relación para garantizar el bienestar general”. Pero, ¿cómo pueden los privados alinearse con el Estado si, simultáneamente, los asfixian con nuevas regulaciones y costos? El discurso es un ejemplo perfecto del doble estándar oficial: por un lado, piden colaboración; por el otro, imponen trabas que hacen imposible esa supuesta alianza.

Mientras tanto, los cubanos siguen sin entender cómo se espera que un sistema que no ha funcionado en 65 años ahora funcione “reiniciándolo” con los privados a medio estrangular. Si lo que proponen es un “nuevo comienzo”, el pueblo ya sabe que lo único constante será el inmovilismo disfrazado de cambio.

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