Cuba: «Lo más terrible del apagón es los alimentos echados a perder»

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«Ojalá pudiera comerme los mosquitos». Así dijo visiblemente molesto vía telefónica desde Cuba, un «viejo» colaborador de Cuballama Noticias, resumiendo magistralmente dos de los problemas que ahora mismo golpean a los cubanos: los mosquitos y el siempre molesto apagón.

«Llevo dos días sin corriente. Todo lo que tenía en el refrigerador se echó a perder.

Y añade:

«Ni siquiera puedo salir a pescar. El agua está revuelta».

A.L, residente en la provincia de Cienfuegos, asegura que a sus 34 años jamás había sentido tanta impotencia.

Su malestar no es exclusivo de él o siquiera de la gente en su barrio, municipio y provincia. Otros, en varios territorios de Cuba, atraviesan el mismo pantano de la incertidumbre.

Una internauta matancera se manifestó en Facebook casi exactamente igual que A.L. La internauta dijo que todo lo que tenía en su refrigerador «se descompuso», y añadió que eran cosas que había comprado para su padre ingresado en el hospital. Ni siquiera puede reponerlas, porque en la calle no se vende nada; y quien venda a sobreprecio o a un precio exhorbitante, o incluso traiga encima cantidades «en exceso» de determinado producto corre el riesgo de un decomiso, multa y hasta cárcel.

El periodista cubano José Raúl Gallego señaló en un post de Facebook cómo el gobierno de Cuba «festejó» en su prensa oficial un aniversario más de los CDR y habló de «victoria», mientras millones de cubanos veían sus alimentos echarse a perder por falta de refrigeración, debido a la falla general del Sistema Eléctrico en la isla.

Sandra, colaboradora de Cuballama Noticias también, se movilizó desde el domingo en La Habana, Cuba, para la calle a buscar «galletas» y «enlatados». Dijo, en llamada telefónica el sábado que, así como estaba segura que «esa m… nos va a partir al medio», estaba segura que lo que encontrara, si lo encontraba, lo iba encontrar «disparao».

«Por aquí pasaba todos los días alguien vendiendo algo. Ya ni se les escucha. Nadie te vende pan, nadie te vende galleta. Y si se va la luz, no podré cocinar, porque lo que yo tengo para todo es una olla Reina».

Desde ayer, el teléfono de Sandra está apagado.

Los que pueden y tienen con qué pagarlo, desembolsan en Cuba hasta $200 pesos moneda nacional por cargar el celular. Las fotos de lugares donde hay hasta 15 y 20 teléfonos celulares cargándose, unos al lado de otros, casi que tentando a la suerte de que no ocurra un cortocircuito, circulaban ayer por varios muros de Facebook.

«Son personas de circuitos privilegiados; conectados a un hospital o un centro de elaboración. Quizás alguno tiene una planta, pero están haciendo «la paqueta»,» dijo un internauta en uno de esos post. Otros, lamentaban que «los cubanos se estén comiendo a sí mismos».

«Ya se perdió todo en Cuba. Nadie ayuda a nadie. Todo se vende,» se quejaba otra.

Algunos de los privilegiados hoy, formaban parte hasta ayer de «la masa» desconectada. Esa que deambulaba por las calles, o hasta altas horas de la noche podía verse en aceras y contenes porque dentro de sus casas, no podían dormir por el calor y los mosquitos.

Se calcula que el número de personas que ayer no disponían de servicio eléctrico en Cuba sobrepasaba fácilmente los 8 millones.

Según reportan desde la isla, algunos circuitos han comenzado a recibir servicio eléctrico. «(…) vecinos de La Habana Vieja corrieron a sus congeladores y el estado de los alimentos que guardan», señala hoy jueves el Noticias Hoy desde México. Otros cubanos, los que aún no tienen corriente en sus casas, han perdido todo lo perecedero que tenían guardado en el refrigerador.

Otros, cruzaban dedos para que sus neveras resistieran hasta el límite; y hasta algunos, como Gisela, agradecían a Dios que en su edificio, echaban a andar una planta dos veces al día. De 11am a 1pm y de 7pm a 9pm.

«Solo para cocinar,» dijo vía chat de Whatsapp.

«Lo más terrible del apagón es los alimentos echados a perder», agregó y aseguró que si bien ella no ha tenido esa desdicha, sufre como cualquier otro cubano la pérdida de sus alimentos.

«No sé qué más hay que esperar. No sé por qué nadie se tira para la calle».

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