La crisis de desabastecimiento en la isla ha traído al traste las aspiraciones de miles de cubanos mientras que otros, dentro de la escasez apelan a la inventiva, como es el caso evidente de los trabajadores de una tienda que solo tiene agua para ofrecer y tan pocos, que los ha distribuido como si fuesen las dianas en un campo de tiro.
A los que ya peinan canas, más que una tienda pudiera recordarle un campo de tiro de la SEPMI, siglas que representaban a una entidad encargada de la «Preparación Militar».
El fracaso en el sistema empresarial cubano se pone de manifiesto con esta imagen. A todas luces sí, hay solo agua, pero la tienda está abierta. Las luces están encendidas.
Digámoslo de otra manera: se está consumiendo energía eléctrica y se está pagando un salario a un trabajador para que esté en la tienda.
¿Acaso no hubiese sido mejor cerrar el «campo de tiro»? ¿Trasladar la mercancía para ser vendida en otro lugar?
Esta es una imagen reiterativa. En no pocos momentos de nuestras vidas los cubanos hemos visto hasta con tristeza y desesperanza a tres trabajadores gastronómicos recostados detrás de una barra donde, se oferta si acaso, tabaco, cigarros y café.
Eso era antes. Ya el café apenas existe.
Derroche de salarios. Gasto de energía eléctrica (en la imagen de nuestra tienda «campo de tiro» se puede ver una nevera. ¿Estaría conectada? De estarlo, porque claro, los trabajadores tienen el derecho de tener agua fría, sería mayor el derroche.
Si es una de esas tiendas cerradas y herméticas, de seguro tendrían funcionando al menos un aire acondicionado. O un split.
¿Para qué? ¿Para vender solo agua?
No pocos cubanos que se identifican como revolucionarios han hecho explícitas sus molestias y cuestionamientos al sistema por sucesos como este aquí narrado.
Al hacerlo, no pocos han sido cuestionados por haberlo hecho. Por poner en evidencia y en las manos de «el enemigo» las evidencias de una mala economía y de una sociedad en crisis.
A menudo sí, pasa eso. Que se sanciona al elemento más endeble de una cadena. O, procedemos como aquel marido que un día sorprendió a su esposa con otro hombre en un sofá y en lugar de botarla a ella de la casa, arrojó por la ventana el mueble de la traición.
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