más allá de la contentura porque la gasolina ha bajado, la pregunta seria es si ese eventual cheque compensaría lo que el hogar promedio de Miami viene pagando de más en el mercado desde que Trump volvió al poder en enero de 2025.
En el Capitolio, un intento demócrata por autorizar el financiamiento total de SNAP naufragó el lunes en el Senado, lo que mantiene la incertidumbre para hogares que ya agotaron sus compras de inicio de mes. Mientras, el USDA informó al juez que liberará unos 4.6 mil millones de dólares de contingencia, insuficientes para restituir los beneficios completos.
En Miami, donde el “fustán” es comida en la mesa, la noticia cae como plomo: bodegas, mercados y despensas comunitarias se preparan para un noviembre más duro si el dinero plástico no llega a tiempo.
La experiencia de Leonel Otero Cudeiro pone de manifiesto las dificultades que enfrentan los campesinos cubanos: escasez de recursos, falta de apoyo estatal y desafíos económicos que limitan su capacidad para producir alimentos y sostener a sus comunidades.
Detrás de esta narrativa gubernamental se esconde una realidad mucho más cruda: el Estado cubano, incapaz de satisfacer la demanda interna de productos esenciales, delega en los ciudadanos la responsabilidad de abastecerse a través de importaciones individuales. En términos prácticos, la exención es una válvula de escape que permite amortiguar el descontento social, sin que el gobierno tenga que asumir directamente los costos de importar estos bienes.
Los datos revelan una paradoja significativa: mientras el Estado mantiene la propiedad mayoritaria de la tierra, el sector privado emerge como el único motor productivo. Los números son contundentes: el sector privado genera el 92% de las frutas, el 87% de los cítricos y el 82% del plátano y las viandas.
La situación ha sido denunciada por varios organismos internacionales, quienes advierten que la inseguridad y crisis alimentaria en Cuba no solo se traduce en menos calorías, sino también en una dieta menos nutritiva.
El aguazuca ha dejado de ser una opción en Cuba. Lo que antes era una solución de emergencia para calmar el hambre y mantener a las familias en pie, hoy es un lujo que pocos pueden permitirse.
Con un panorama donde ni siquiera los alimentos básicos están garantizados y la producción de azúcar sigue en declive, la retórica oficialista de “trabajo eficiente” y “actitud” no parece suficiente para paliar la profunda crisis que enfrenta Cuba.
En un país donde la limonada, según Díaz-Canel, "es la base de todo", el limón no es suficiente para aliviar la frustración de un pueblo que lucha diariamente por sobrevivir.
Con 14 compañías dominicanas ya autorizadas para exportar a Cuba, y el interés creciente de ampliar el negocio al pollo y otros productos, parece que la presencia dominicana en la canasta básica cubana seguirá expandiéndose.
La carrera presidencial apenas comienza, y con propuestas como estas, es seguro que las batallas discursivas se intensificarán en los próximos meses. Sin embargo, lo que queda claro es que, para muchos, el debate sobre el control de precios no es solo una cuestión de economía, sino un reflejo de la lucha más amplia por el alma de la nación.