El gobierno cubano, a través de su compra de tequila y otros productos de lujo, parece más interesado en mantener contenta a una élite en vez de centrarse en resolver las necesidades básicas de la población.
«Ya tenemos el limón… ¡Que venga la Tequila!»
Cuando el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, declaró en un momento de crisis que “la limonada es la base de todo”, la frase se convirtió en un emblema de la desconexión entre el régimen cubano y la realidad de su pueblo. Ahora asistimos a otra presentación en escena peculiar: mientras las familias cubanas luchan por encontrar alimentos básicos como azúcar y sal, el gobierno cubano, en julio de 2024, destinó miles de dólares en la compra de tequila y vehículos de lujo desde Estados Unidos.
De eso hablaremos más adelante, porque ahora, la pregunta inevitable y sarcástica que se nos ocurre es esta: ¿podrá el cubano común preparar una Margarita en medio de esta situación con el «apoyo» del Estado?
Como muchos conocen el clásico cóctel Margarita requiere 60 ml de tequila blanco, 40 ml de Triple Sec, 60 ml de jugo de lima, hielo, y una copa adornada con sal y azúcar. Pero en Cuba, hacer una Margarita se presenta como una verdadera odisea. El azúcar, esencial para muchos platos cubanos, ha escaseado durante años, lo que ha provocado un declive en su producción a pesar de ser históricamente uno de los productos más emblemáticos del país.
Y aunque la sal debería ser accesible, siendo una isla rodeada de mar, la crisis de suministro también ha afectado este básico.
¿Y qué decir del hielo? En un país donde los apagones son tan frecuentes que ya forman parte del día a día, hacer hielo en casa es un lujo que pocos pueden permitirse. De hecho, la falta de electricidad ha dificultado que los hogares cubanos tengan acceso constante a un congelador en funcionamiento.
Entonces, si alguien en Cuba tuviera la suerte de conseguir todos los ingredientes de una Margarita, tendría que resolver el enigma del hielo.
Tequila y carros de lujo, ¿prioridades del régimen?
Mientras el pueblo enfrenta esta escasez, el régimen cubano parece tener otras prioridades. Según datos recientes publicados por el Departamento de Agricultura de EEUU, en julio de 2024, el gobierno cubano gastó 4.338 dólares en tequila y 3.473 dólares en productos sanitarios, mientras que las importaciones de alimentos disminuyeron un 2.6% respecto al año anterior. En contraste, las compras de vehículos usados para la élite cubana ascendieron a 34.587.077 dólares en los primeros siete meses del año.
Este gasto en bienes de lujo parece fuera de lugar en un país donde la narrativa oficial insiste en culpar al embargo estadounidense por la crisis económica. Mientras tanto, los ciudadanos luchan por acceder a productos básicos y la agricultura está sujeta a una nueva normativa que, según el economista Pedro Monreal, podría empeorar aún más la ya débil oferta de alimentos en la isla.
¿Margaritas en la mesa o en la imaginación?
El gobierno cubano, a través de su compra de tequila y otros productos de lujo, parece más interesado en mantener contenta a una élite en vez de centrarse en resolver las necesidades básicas de la población. Y aunque las cifras muestran que Cuba sigue importando productos de Estados Unidos, incluido el tequila, la realidad es que la mayoría de los cubanos no pueden acceder a ellos.
Volviendo a la Margarita, un cóctel que simboliza la relajación y la fiesta, su preparación parece más una fantasía en el contexto cubano actual. Incluso si los ingredientes mágicamente aparecieran, la infraestructura del país no está equipada para hacer frente a las necesidades básicas, mucho menos para producir hielo en cantidades suficientes para un cóctel en medio de apagones continuos.
En un país donde la limonada, según Díaz-Canel, «es la base de todo», el limón no es suficiente para aliviar la frustración de un pueblo que lucha diariamente por sobrevivir. Y mientras el gobierno continúa gastando en tequila y coches de lujo, los cubanos siguen buscando desesperadamente alimentos, medicinas y la esperanza de un futuro mejor. En este escenario, la posibilidad de disfrutar de una Margarita es tan improbable como la promesa de un cambio real en las políticas del régimen.
La ironía es clara: en el país del limón, no hay azúcar, hielo ni electricidad para hacer una simple limonada, mucho menos una Margarita. Y mientras tanto, el régimen parece más preocupado por llenar sus copas que por llenar los estómagos de su gente.
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