En Matanzas, la crisis no tiene un solo rostro. Si abrir el refrigerador se ha convertido en un ejercicio de resignación, abrir la llave del agua puede ser un acto de fe.
Desde hace días, la fuente de abasto de Bello ha sido descartada del suministro debido a la presencia de coliformes en el agua, según confirmaron las autoridades. Mientras tanto, los matanceros dependen de otras fuentes, cisternas y, en algunos casos, de sus propias reservas. «Hervir el agua, echarle cloro y rezar», como dice una jubilada que lleva 30 años en la misma cuadra de Versalles y que ya ha visto este problema antes. «No es la primera vez, pero uno nunca se acostumbra.»
Lo curioso es que el deterioro del agua de Bello tiene nombre y apellido: el central azucarero Boris Luis Santa Coloma, en la vecina Mayabeque. Investigaciones han sugerido que el vertimiento de cachaza ha llegado hasta los manantiales de Bello a través de un sistema de cuevas y conductos subteráneos, enredando en su ruta un problema de industrias, geografía y, sobre todo, de ineficiencia. Mientras los organismos hacen pruebas y esperan nuevos resultados, la población sigue lidiando con la incertidumbre y la sed.
Como si fuera poco, el agua es solo la mitad del problema. En el plano alimentario, la gobernadora de Matanzas y el viceprimer ministro han recorrido la provincia evaluando el cumplimiento de la Ley de Soberanía Alimentaria, revisando las siembras de cultivos rústicos como plátano, yuca y boniato. Pero, aunque haya recorrido oficial, lo que no hay es comida. Matanzas, Cárdenas y Martí siguen con serios rezagos en la producción de alimentos, y el pan normado se mantiene con entregas irregulares según los arribos de materia prima. Solo se entregará azúcar y arroz este mes, y leche en polvo para niños de 0 a 2 años.
Tampoco se prevé la entrega de productos cárnicos, aceite o café, lo que convierte la libreta en un triste inventario de ausencias. «Vamos a comer a base de aire y nostalgia», dice la madre de un colega de trabajo vía Whatsapp, plataforma online donde la conversación giró entre lo que falta, lo que llega a medias, lo que nunca aparece y las ganas que ella tiene de irse del país.
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— Comercio Cuba (@MincinCuba) February 6, 2025
El periodista matancero Guillermo Carmona Rodríguez, en una crónica publicada en el diario oficialista Girón, retrata con crudeza la realidad de muchas familias cubanas. En su texto El refrigerador: la bestia en el rincón de la cocina, describe el vacío de los refrigeradores como un símbolo de la crisis alimentaria. Esas neveras, que en otros tiempos contenían Spam y leche, ahora solo guardan pedazos de queso olvidados y pomos de agua congelada. «A veces uno abre el refrigerador y no sabe ni por qué», escribe Carmona, reflejando la incertidumbre y el instinto de buscar algo que no está.
En las casas, los refrigeradores guardan más ecos que alimentos. Alguna verdura mustia, restos de arroz duro, un pomo de agua congelada que también se va acabando. La nevera como espejo de una crisis. Y ahora, ni siquiera hay garantía de que el agua con la que se preparan esos escasos alimentos esté libre de bacterias.
Matanzas, tierra de puentes y ríos, ve a su gente cargar cubos y bidones como en un ritual de sobrevivencia. Y en medio de la espera por soluciones, la duda sigue flotando en el aire: ¿hasta cuándo?
De los mil y un males de la Guiteras, les hablaré en otro artículo.