¿Quiénes tienen que ser los 533 presos que liberará Cuba tras el acuerdo con Biden?

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La lista de presos políticos que Cuba debería liberar y que Washington debe exigir que se liberen es inmensa. No son 533. Deberían ser todos, pero Biden ha dejado mucho que desear con esta «negociación».

El anuncio de que el gobierno de Cuba liberará a 533 presos políticos como parte del acuerdo con la administración de Joe Biden, a cambio de retirar a la isla de la lista de países patrocinadores del terrorismo, ha generado una mezcla de esperanza y escepticismo. La cifra parece significativa, pero también plantea interrogantes sobre quiénes serán los beneficiados y cómo se gestionará este proceso en un régimen que ha usado a los presos políticos como moneda de cambio en el pasado.

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Los que deben estar en la lista sí o sí

Para muchos activistas y organizaciones de derechos humanos, es innegociable que la lista incluya a figuras prominentes del activismo cubano que han estado en la cárcel por años bajo acusaciones de subversión, desacato u otros delitos fabricados por el gobierno. Casos como el de José Daniel Ferrer, líder de la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU), y el artista Luis Manuel Otero Alcántara, uno de los rostros más visibles del Movimiento San Isidro, son nombres que no pueden faltar.

Otros nombres, dada su relevancia serían: Maykel Castillo Pérez (Osorbo): Rapero y activista, coautor de la canción «Patria y Vida», crítico del régimen cubano; Andy García Lorenzo: Joven manifestante detenido en Santa Clara durante las protestas del 11J; Luis Robles Elizastigui: Conocido como el «joven del cartel», arrestado por protestar pacíficamente en el Boulevard de San Rafael.

También se espera que se incluya a quienes participaron en las protestas del 11 de julio de 2021 y fueron condenados a largas penas, entre ellas varias mujeres, madres, que fueron separadas de sus hijos, así como periodistas independientes encarcelados, entre ellos los de medios como 14ymedio o CubaNet.

Aquí algunos de los nombres y rostros que, bajo el hashtag de #Todos, activistas como Tata Poet y Julio Llópiz difunden en estos momentos en las redes sociales. Algunos, como las hermanas Garrido o los hermanos Perdomo, más conocidos. Otros, no tanto.

No liberar a estos presos sería un duro golpe a la credibilidad del acuerdo, dejando en evidencia que el régimen busca cumplir con la cuota numérica sin ceder en términos políticos.

El régimen cubano ya ha dejado claro que la liberación de los presos será «gradual», lo que ha generado sospechas sobre sus verdaderas intenciones. ¿Es una táctica para ganar tiempo y mantener el control, mientras negocia otros términos con la administración estadounidense? Además, esta gradualidad podría chocar con el inminente regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, quien ha prometido devolver a Cuba a la lista de países patrocinadores del terrorismo.

Si Trump cumple con su amenaza, el acuerdo se vería invalidado, dejando a los presos liberados en un limbo legal e incrementando la presión internacional sobre el gobierno cubano.

La administración Biden deberá asegurarse de que el régimen cubano no utilice a estos 533 presos como una herramienta de manipulación política, una preocupación fundamentada en precedentes recientes en la región.

Un ejemplo claro es Venezuela, donde la Casa Blanca condicionó el levantamiento de sanciones económicas al compromiso de Nicolás Maduro de realizar elecciones democráticas. Sin embargo, ese acuerdo terminó convertido en un fiasco diplomático cuando, tras levantar parte de las sanciones, Maduro orquestó un proceso electoral ampliamente denunciado como fraudulento. El resultado fue su reinstalación como presidente, desafiando la legitimidad que decenas de países en la región y el mundo le han negado.

Cuba, con décadas de experiencia en jugar al límite en la arena internacional, podría replicar esta estrategia. La liberación «gradual» de los 533 presos políticos abre la puerta a que el régimen use el proceso como una palanca para alargar negociaciones, mientras mantiene control sobre los liberados y los utiliza como piezas de intercambio en futuros acuerdos. Este juego de dilaciones ya es una práctica conocida por el régimen, que en repetidas ocasiones ha liberado a presos bajo condiciones que los dejan sin plena libertad de movimiento o con amenazas latentes para controlar su actividad política.

En el caso venezolano, la administración Biden fue ampliamente criticada por lo que muchos calificaron como ingenuidad política: otorgar concesiones tangibles a un gobierno sin exigir garantías verificables. Ahora, el desafío para Washington es no repetir el mismo error con La Habana.

Liberar a los presos políticos no puede ser simplemente un gesto simbólico; debe ser un proceso transparente, con la supervisión de organismos internacionales que aseguren que estas liberaciones no sean revertidas o manipuladas. Además, Biden debe imponer condiciones claras, como garantizar la integridad física de los liberados y evitar represalias contra ellos o sus familias.

El riesgo de que esta iniciativa termine como otro ejemplo de una diplomacia bien intencionada pero mal ejecutada es real. Si Biden no logra que el régimen cumpla con su parte, este acuerdo podría ser percibido como otra concesión vacía que fortalece al gobierno cubano sin beneficiar realmente al pueblo.

Al igual que ocurrió con Venezuela, cualquier indicio de incumplimiento o manipulación por parte del régimen cubano podría minar no solo la credibilidad de Biden, sino también la confianza de la región en las capacidades de Estados Unidos para negociar y garantizar la democracia en Latinoamérica.

para un listado completo de los presos políticos encarcelados en Cuba visite el portal de Justicia 11J aquí

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