Ahora es un galán maduro, leyenda viva del género de las telenovelas en México, pero el cubano César Évora fue un oficial del DTI, campeón mundial de ajedrez, chulo de la política y hombre de éxito mientras vivió y trabajó en su país natal. El tiempo pasa, pero su voz profunda mantiene su encanto y su personalidad seduce al nutrido público de los culebrones latinoamericanos como el que acaba de estrenar, “Perdona nuestros pecados”.
Nacionalizado mexicano en 1999, César Évora popularizó las camisas negras mucho antes que Juanes, gracias a su papel en la recordada serie Su propia guerra, como oficial del Tavo (Albertico Pujols). Ahora encarna a Héctor Morales, un hombre que de tan sano, peca de bobo, pero bueno… hay que saber discernir. “Héctor Morales es un hombre que no tiene nada que ver conmigo, es perfecto, el único que no tiene pecados”, dijo el actor al programa Cuéntamelo ya, del canal Las Estrellas.
El intérprete cubano acudió a la tertulia para hablar de la novela, y de paso regalar interesantes reflexiones sobre la vigencia del género de las telenovelas, cuyas raíces hay que buscarlas en su natal Cuba, donde Félix B. Caignet puso a llorar a medio mundo reivindicando El derecho de nacer. Los tiempos cambian, los soportes y narrativas también, pero la esencia perdura: contar una historia, y dejar expectante al televidente para que al día siguiente vuelva.
“A todos nos gusta, desde niño, que nos hagan un cuento, que nos cuenten una historia… La disfrutábamos y nos decían, ‘mañana te la continúo’, y esa es la telenovela, un viaje maravilloso. El ser humano necesita esas historias, y contarlas a pedazos te deja el gusto, la expectativa”, comentó Évora, quien prometió que su nueva propuesta puede causar adicción.
En su opinión, “Perdona nuestros pecados” es un parteaguas en la obra de la productora Lucero Suarez, que también se encargó de la adaptación. Respecto a su papel, consideró que su personaje “es muy bonito, muy humano, tiene 3 hijos maravillosos, y se complica”. La vida puede complicársele a cualquiera, lo mismo al santo que al pecador, si acaso hay alguien así. A César Évora, por ejemplo, no le interesa ser lo uno ni lo otro…
“No soy muy católico en eso, no pienso en los pecados”, dijo el cubano, que a sus 63 años vive intensamente y no deja de trabajar, aunque en Cuba no se le vea tanto como quisieran muchos nostálgicos.
