La Habana: entre hoteles y derrumbes

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La construcción de hoteles en Cuba marcha a toda vela. Se acaba de inaugurar el  Grand Aston La Habana con 600 habitaciones y hay otras instalaciones turísticas listas para su apertura. Se trata, entre otras,  del Grand Aston Cayo Paredón Beach Resort en Cayo Coco, Ciego de Ávila, con 635 habitaciones de lujo, y para fin de año en la playa matancera de Varadero abrirá sus puertas el Grand Aston Varadero Beach Resort con 531 habitaciones.

El gobierno cubano está apostando todo al turismo y a convertir a la isla en uno de los destinos más atractivos para turismo en todo el mundo. En los proyectos intervienen inversores de varios países y seguramente, aunque no se mencione con frecuencia,  por la parte cubana también está desde las sombras y otras no tanto, El Grupo de Administración Empresarial S.A. (GAESA).

Para algunos cubanos estos proyectos no son criticables. Ponen como argumento que podrían servir para ingresar dólares en las deprimidas arcas cubanas y para impulsar el regreso de visitantes foráneos. Todo bien hasta ahí. Pero la situación se tuerce cuando vemos que el gobierno cubano hace inversiones millonarias para un turismo que no existe en la actualidad, que apuesta una carta al aire, mientras se caen casas en La Habana, mueren personas por los derrumbes y la ciudad, sobre todo Centro Habana, está llena de edificios que desde el cielo y la tierra parecen arrasados por alguna guerra.

De ahí que se cuestione con fuerza este tipo de inversiones. Es imposible que alguien que viva la realidad del país  no critique  esta clase de construcciones hoteleras,  mientras muchos cubanos, muchísimos, viven hacinados y los edificios están en peligro de derrumbe. Y se derrumban. Y mueren cubanos. Y mueren niños.

Posiblemente muy pocas personas estarían en contra de esas edificaciones  majestuosas si los recursos existentes se distribuyeran también para resarcir el déficit habitacional de la isla y reparar los inmuebles deteriorados hasta  la médula,  donde viven miles de cubanos que no saben si al despertar podrían tener el techo encima, o peor, estar vivos tras ese posible derrumbe que está detrás de la caída de  la  noche.

El  hotel Grand Aston La Habana es hermoso. Sus vistas dan el entrañable malecón habanero y pertenece a la  cadena asiática Archipiélago Internacional en Cuba, una entidad  que se expande  por  Varadero, la cayería norte cubana y a la zona oriental de del país. La empresa tiene prevista además inaugurar ocho instalaciones de lujo en los meses venideros según los propios representantes de la compañía.

El turismo es una de las apuestas del gobierno cubano para salir del fondo de la grave crisis que azota al país en medio de la inflación y un ordenamiento que ha puesto la soga al cuello de muchos cubanos que no tienen mlc para comprar en las tiendas ni reciben remesas del exterior. Generalmente entre esa  mayoría se encuentran los miles de cubanos que miran con curiosidad, asombro y resignación los nuevos hoteles que le nacen a La Habana, mientras piensan cómo pueden reparar sus casas y pagar los altos precios de materiales para la construcción.

La inauguración del Grand Aston La Habana fue informada con bombos y platillos.  A toda leche, dicen en Madrid. Se cuenta que  la empresa que lo construyó fue fundada en 1997 por el empresario Charles Brookfield en Yakarta, Indonesia, e  inició su vida comercial con un hotel Aston. Actualmente cuenta  con 134 hoteles y es la cadena hotelera privada más importante  de todo el sudeste asiático. Tiene  negocios en Indonesia, Malasia, Filipinas, Arabia Saudita, Dubái. A la lista se sumó ahora Cuba y su malecón habanero como principal atracción para los turistas que reservan su estadía en el hotel.

Su directora comercial Bárbara Martin-Daniel dijo  al medio Travel Week que el mencionado hotel “lleva la vida moderna al siguiente nivel, revelando una arquitectura de diseñador única, habitaciones frescas, cenas eclécticas, espacios para eventos inspiradores y hermosas instalaciones de bienestar, incluido el único gimnasio abierto las 24 horas de la ciudad y el único centro de masajes en la ciudad con verdaderos técnicas balinesas, además de una increíble piscina de 56 metros de largo con vista a las aguas cristalinas de la icónica Bahía de La Habana”.

Bárbara Martin dijo además que próximamente  se inaugurará el Aston Panorama, en la zona de Miramar, en Quinta Avenida y cerca del Miramar Trade Center. En el camagüeyano Cayo Santa María se alzan el Grand Aston Cayo Las Brujas Beach Resort & Spa, con 660 habitaciones y el hotel boutique Aston Fiesta con 67 habitaciones exclusivas.

Añadió que la provincia de Holguín contará con tres hoteles de Archipiélago International, cuya primera instalación será el Aston Costa Verde Beach Resort, “un paraíso frente al mar con 749 habitaciones bajo un formato todo incluido en la codiciada provincia de Holguín. Y antes de fin de año, abriremos dos nuevos hoteles maravillosos más”.

Nadie pone en duda que serán realmente  maravillosos, espléndidos y que  el turismo para los países caribeños es una empresa muy rentable. Pero en el caso de Cuba este negocio se enfrenta con la  realidad  de miles de cubanos que  cuestionan este tipo de inversiones al mirar sus propias vidas. Nadie entiende que se promueva el  lujo de estos grandes edificios  mientras varias partes de La Habana se caen a pedazos. No es una frase dicha como una crítica alejada de toda objetivad. Es una realidad palpable con la que conviven muchos cubanos que rezan para que sus casas no los aplasten durante la noche y que su sueño no sea el último sueño.

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