Johana Tablada asegura que relaciones entre Cuba y Estados Unidos están «peor que nunca»

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En un contexto político y diplomático tenso, Johana Tablada, subdirectora general de la Dirección General de EE.UU. del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba (MINREX), lanzó esta semana mensajes para nada positivos. Su tono, lleno de advertencias y profundos señalamientos, no deja dudas: según Tablada, las relaciones entre Cuba y Estados Unidos han llegado a “un punto peor que nunca”.

Según la transcripción de un video oficial publicado por Prensa Latina en su canal de Youtube, Tablada hace un recuento pormenorizado de las medidas coercitivas impuestas sobre Cuba en los primeros cien días del gobierno de Trump, que incluyen medidas que calificó de “guerra económica” —entre las que figura la calificación de Cuba como patrocinador del terrorismo, la restricción a transacciones bancarias vitales para la compra de combustible, y sanciones sobre las brigadas médicas cubanas—. Afirma que todas estas acciones no solo tienen un trasfondo simbólico, sino que responden a “un impacto dirigido, deliberadamente, a provocar carencias en nuestra población”.

Dijo además que el régimen de la isla ha tenido «paciencia», pero advirtió que esta no debe ser confundida por «nadie» con «debilidad».

Lo cierto es que en los últimos tiempos hemos estado escuchando voces de la diplomacia castrista en respuesta a declaraciones oficiales de los EE.UU. y a veces no: es decir, que desde la isla han saltado a decir algo sin que necesariamente el gobierno de los EE.UU. los haya provocado.

A la retórica de Tablada se han sumado, en los últimos meses, otros funcionarios claves del régimen cubano. El canciller Bruno Rodríguez Parrilla acusó recientemente a Estados Unidos de imponer sanciones mientras pretendía lavarse las manos: “Las restricciones para ingreso a EE.UU… pretenden engañar al pueblo estadounidense, culpando y violando derechos de migrantes”, dijo el representante de un país que ha empujado a millones de sus hijos a la emigración. ¿Les parece exajerado el número? ¿Qué tal cientos de miles? Y en los últimos cuatro años.

En una rueda de prensa efectuada en enero, Rodríguez defendió la postura de Cuba ante las acusaciones de “terrorismo”, reforzando la visión de que Washington practica una “coerción encubierta” bajo argumentos justificatorios. En una declaración reciente a través de una publicación hecha en X (Twitter) hace apenas unos días, el canciller cubano arremetió contra la nueva prohibición de entrada a Estados Unidos de nacionales de varios países, entre ellos Cuba, e incluso dijo tiene trasfondo racista. Por si fuera poco dijo que «perjudica el contacto entre las familias cubanas y daña los intercambios personales, profesionales, académicos y culturales entre ambos países.»

No pocos internautas cubanos, residentes en la isla o ex residentes, salieron a responderle con sobrados ejemplos de racismo y xenofobia institucionalizada en la isla. Entre los ejemplos mencionados, le recordaron a Bruno cómo los ciudadanos del Oriente del país, buena parte de ellos de raza negra, son prácticamente perseguidos en La Habana; detenidos por algún agente del orden en cada esquina de la capital cubana y expulsado de vuelta a «sur orígenes». Otros, les mencionaron casos de activistas cubanos expulsados del país y a los que se les ha impedido regresar a su patria.

No menos belicoso ha sido, por su parte, que es la misma parte que representan todos, Carlos Fernández de Cossío. El viceministro encargado de asuntos con Estados Unidos tampoco se limitó a criticar medidas, y advirtió que en Washington se alienta un “clima de acoso contra los cubanos”, al tiempo que alertó de una presunta campaña para deportaciones masivas —aunque reconoció que aún no existen negociaciones formales al respecto. En otra intervención, calificó las decisiones de Estados Unidos como “una agresión destructiva que roza la coerción económica”. No pocos «estudiosos» sobre el tema – más bien, gente avispada – ha hecho notar que algunas de estas preocupaciones «legítimas» del régimen, tienen que ver quizás con denuncias hechas a exfuncionarios del régimen de Cuba que han sido identificados con presencia en los Estados Unidos. Algunos de ellos, recién llegados y ya con varias agencias y negocios con la isla.

El conflicto digital: “cibercombatientes” vs. Mike Hammer

A este repertorio de denuncias oficiales se ha sumado la actividad de los llamados “cibercombatientes cubanos”, también conocidos como “ciberclarias”. Durante las últimas semanas, estos activistas digitales —conexos presuntamente a la seguridad del Estado— han intensificado su acoso en redes sociales contra el encargado de negocios (y ahora embajador) de Estados Unidos en Cuba, Mike Hammer.

Cubadebate publicó artículos acusatorios, tildando a Hammer de “profeta sin mensaje” y asegurando que su presencia busca “promover la desobediencia civil” y representar intereses del “exilio terrorista”.

Esta campaña es acompañada por difamaciones y señalamientos constantes de “injerencia” y “conducta provocadora”, a los que hizo referencia Tablada. Un paso más fue la entrega de una Nota Verbal desde la cancillería cubana reprochando su supuesta violación de la Convención de Viena.

Pero, ¿qué revelan estas acciones?

La estrategia del gobierno cubano se articula en tres ejes: 1) Denuncia diplomática sistemática: a través de figuras como Tablada, Rodríguez y Cossío, que pintan a EE.UU. como agresor económico y manipulador migratorio. 2) Presión pública y mediática: por medio de actos organizados —como las confrontaciones físicas en las calles y la viralización digital a través de “ciberclarias” controladas— para desacreditar a Hammer y, por extensión, poner en evidencia una supuesta intervención imperial. 3) Construcción de narrativa política que vincula el embargo con intromisión y manipulación de la política interna cubana y del propio pueblo.

El mensaje es claro: Cuba dice que no se arrodilla, pero más bien es un «no cede». Tablada rechaza, a nombre suyo y del status quo que defiende la idea de culpa o mea culpa. Independientemente de si algún día el discurso cubano suaviza, hoy sus voces oficiales se alinean completamente en la acusación de que las relaciones están en su peor momento. La combinación de sanciones económicas, acoso diplomático y campañas digitales contra figuras estadounidenses como Mike Hammer consolidan una narrativa de confrontación activa.

Frente a estas tensiones abiertas, las pocas grietas existentes en el diálogo bilateral parecen cada vez más frágiles. Con opiniones tan encontradas y acciones tan simultáneas en múltiples frentes, las relaciones Cuba–EE.UU. se encaminan hacia una escalada continua, donde el entendimiento mutuo se ve transformado en un combate de narrativas mediáticas y diplomáticas.

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