Guerra entre Irán e Israel ya comenzó a afectar a la gente en Miami

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La guerra entre Irán e Israel ya impacta a los votantes de Miami: sube el combustible y las promesas de Trump de bajar precios se enfrentan a una realidad geopolítica compleja.

La situación expone los límites presidenciales frente a conflictos globales y la volatilidad energética. Las guerras no se resuelven con promesas o mensajes en redes; afectan directamente la economía cotidiana, y en un estado sensible como Florida, ese vaivén deja huella.

A pesar de que los conductores, padres y trabajadores de Miami votaron mayoritariamente por Trump, ahora cargan un recordatorio humillante con cada visita a la gasolinera: las realidades económicas no siempre esperan a que la política encuentre soluciones.

Los conductores de Miami ya sienten la escalada del conflicto en Medio Oriente en sus bolsillos. El precio promedio de la gasolina en el área metropolitana subió 16,8 centavos en una semana, hasta alcanzar los 3,07 USD por galón, según GasBuddy. Y todo «de la noche a la mañana». Es decir: de una semana a la otra.

El detonante fue el intercambio de ataques entre Irán e Israel, que encendió las cotizaciones del petróleo hasta niveles no vistos desde principios de año. A ello se suman los recientes bombardeos ordenados por Trump contra tres instalaciones nucleares iraníes —en Fordow, Natanz y Esfahan—, que Irán respondió con misiles a una base militar estadounidense en Catar, lo que añadió incertidumbre geopolítica y presión sobre los mercados energéticos.

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En este contexto, es crucial recordar la realidad del mercado petrolero: Irán, Rusia y Estados Unidos figuran entre los principales exportadores de petróleo del mundo.

Según Reuters, Irán produce unos 3,3 millones de barriles diarios y es el tercer mayor exportador de la OPEP. Rusia, a pesar de estar en guerra, exportó en mayo cerca de 7,3 millones de barriles diarios, mientras que Estados Unidos se ha consolidado como el mayor exportador mundial de productos refinados desde 2013, con un volumen de aproximadamente 3,8 millones bpd de productos refinados.

Estas cifras ponen en perspectiva las limitaciones de cualquier presidente. Trump prometió bajar los precios del combustible y poner fin a los conflictos de Rusia‑Ucrania y Israel‑Palestina «en 24 horas», colocando la producción doméstica como solución inmediata. Pero el mercado del crudo es global y complejo: involucra múltiples actores, flujos internacionales y vulnerabilidad ante choques geopolíticos. Las guerras en las que participan potencias petroleras afectan directamente la oferta global y, por ende, el precio doméstico del combustible.

Además, ahora está en juego la ruta estratégica del Estrecho de Hormuz, bajo control geográfico iraní, por donde circula cerca del 20 % del petróleo y del gas natural licuado del mundo . El solo temor a su cierre disparó los seguros de envío y costes de flete, lo que agravó la presión inflacionaria global.

La gasolina en Miami

En Miami, una subida repentina de la gasolina golpea doble: al bolsillo del consumidor y al ánimo de un electorado que creyó firmemente en que «Mr. President», bajaría el precio del galón de gasolina de los $2 dólares.

Sin embargo, los cubanoamericanos de Miami —votantes tradicionalmente republicanos— están pagando con más frecuencia en las gasolineras, aunque respaldan el liderazgo fuerte de Trump frente a amenazas externas como lo es Irán; una disonancia entre seguridad y economía doméstica que define la tensión actual en la ciudad.

Es obvio que el sentimiento de muchos – no hablo del bolsillo – es que Trump tuvo que recurrir a la fuerza —ordenar ataques— y que haya que presionar ahora para que los productores de crudo doméstico incrementen producción. Pero estas medidas no alivian de inmediato el alza de precios y, en muchos casos, dependen de decisiones privadas o de escenarios globales —como una guerra en Oriente Medio— sobre los que su despacho no tiene mando.

Desde la perspectiva exportadora, este conflicto podría abrir oportunidades para EE.UU. Al aumentar el riesgo de interrupción del flujo petrolero por Hormuz, compradores en Europa y Asia podrían volcarse más hacia el crudo estadounidense, consolidando a EE.UU. como proveedor seguro.

No obstante, esto no baja automáticamente el precio interno del combustible: primero se mantienen ganancias en exportación y después llegan los efectos de oferta a nivel doméstico; y mientras todo eso se acoteja, los surtidores en Miami ya reflejan el impacto, y mamá y papá gastan más dinero que el acostumbrado.

No es este un golpe nuevo ni definitivo. Aquellos que en Florida votaron convencidos de que Trump bajaría el precio del combustible están siendo golpeados desde hace meses. Porque los precios no han bajado. Al contrario. El galón más barato apenas se encuentra por debajo de los tres dólares en algunos surtidores del sur del estado, pero en áreas como Key Biscayne llegó esta semana a los 4,79 dólares. Y en lugar de paz, lo que ha traído la administración actual es más intervención militar, más tensión y más incertidumbre.

En última instancia, esta situación expone los límites presidenciales frente a conflictos globales y la volatilidad energética. Las guerras no se resuelven con promesas o mensajes en redes; afectan directamente la economía cotidiana, y en un estado sensible como Florida, ese vaivén deja huella en el voto. Los conductores, padres y trabajadores de Miami cargan un recordatorio humillante con cada visita a la gasolinera: las realidades económicas no siempre esperan a que la política encuentre soluciones.

En todo caso es un recordatorio «crudo» de que no siempre hay que creer en lo que dicen o en sus buenos deseos. Hay cosas que simplemente, no están ni en las manos del hombre más poderoso del planeta.

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