Al menos ocho de diez cubanos consultados -no, no era una encuesta ni un muestreo estadístico- si bien manifestaron alegría porque Cuba reabra sus fronteras el próximo 15 de noviembre, mantienen sus recelos en cuanto al modo anunciado. Específicamente con relación a que no se pedirá PCR.
Los diez cubanos, consultados vía telefónica entre miércoles y jueves, valoran la medida como positiva pero no creen que las condiciones estén dadas en su totalidad. Citan, por ejemplo, que miles de cubanos usan mascarillas de telas. Otros las reutilizan. Y también están los que apenas las usan.
¿Gel desinfectante? Casi nadie tiene. Eso de lavarse las manos en la calle puede ser una quimera.
Dariannys dice que en Cuba, muchas veces, incluso en lugares como la bolera de Prado, en la ciudad de Cienfuegos, uno entra al baño y ni agua hay en el lavamanos.
«A veces cogía un poco de cerveza, y me lavaba las manos con cerveza», recuerda.
Roberto, su esposo, cree firmemente que los cubanos son muy indisciplinados y que eso se vio a finales del año pasado. Lo dice con pesar, pero «es la realidad».
«Llegan y la familia es la primera que se le tira encima. Vienen los socios del barrio y se abrazan, y a veces el que viaja no sabe que trae el covid encima».
Su esposa cree que tal vez la flexibilización obedezca a la inmensa cantidad de personas que ya se han vacunado contra la covid. Sin embargo, explica temorosa de que muchos que se han vacunado se han vuelto a contagiar, aunque aclara que son los menos.
Entonces, ¿podría Cuba reconsiderar la obligatoriedad de mostrar un PCR a la llegada?
Miriam cree que sí. Que debería hacerse, aunque afirma que no sabe si podrá contenerse y no abrazar a su hijo en cuanto lo vea. Hace dos años que no lo ve, e incluso temió que no volvería a verlo nunca.
Dariannys, Roberto y Miriam, cienfuegueros los tres, no son los únicos que así piensan. Al menos en conversaciones y debates aislados, todos los cubanos escuchados de un modo u otro están de acuerdo con la reapertura (la mayoría, porque podrán llevarle alimentos y medicinas a sus familiares en la isla), pero casi los mismos temen que pueda haber un rebrote, si no se hace bien.
Al menos es lo que también parece desprenderse de la lectura de los comentarios en una publicación del medio oficialista Cubadebate.
Allí, Martha Hernandez apela al «autocuidado y la responsabilidad» de cada cual. Ariel Plasencia le responde: «Me encantan las palabras autocuidado y responsabilidad, ojalá funcionen en un país donde es imposible adquirir un gel protector y un nasobuco de calidad».
Mara Piedras afirma que si bien es cierto de que cada cual debe cuidarse, «hay que ver en las condiciones que vivimos».
«Sin mascarillas adecuadas, sin medicinas, haciendo colas hasta para comprar un pan, sin test ni pcr para cuando alguien tiene síntomas»,
señala.
Casi todos, en su inmensa mayoría, no tienen claro si del aeropuerto los viajeros podrán ir para sus casas o tendrán que aislarse, y dónde.
Sin embargo, la mayor preocupación continúan siendo los PCR. Así se expresa al respecto Judith Acosta González, Mary July, y hasta Juan Aramis Rondon Sierra lanza sus dudas sobre algo que se maneja también como posible: documentos falsos de vacunación o PCR negativos.
A fin de cuentas, la decisión parece tomada. El gobierno de Cuba se ampara en una campaña de vacunación que dicen estará, para esa fecha, al 90%.
De un lado y del otro, hay millones de cubanos deseosos de poder ver a su familia. De viajar con 120 kilogramos, la mayoría del peso en alimentos y medicinas. De no tener que aislarse dos semanas en un hotel que le cuesta, además, como mínimo 300 dólares que pudieran dejarle a sus familiares en la isla.
Como dice otro de mis entrevistados: «Habrá que ver qué pasa».
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