Cuba, en el centro de nuevas sanciones y rutas migratorias, pero su peligro simbólico es mayor y actual

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Por estas horas, el nombre de Cuba resuena en la memoria de millones de personas en el mundo entero, aunque ni los mismos cubanos quieran enterarse

Cuba, una isla pequeña pero persistente en la imaginación global, vuelve a ser protagonista involuntaria de narrativas internacionales. No es su peso económico o militar lo que la trae de nuevo al primer plano, sino su uso recurrente como excusa simbólica y operativa: motor de sanciones, justificación para desconfianza financiera o herramienta para analizar el desvío de los flujos migratorios.

Cuatro historias recientes demuestran cómo la isla sigue incidiendo desde fuera, actuando como detonador de decisiones y relatos globales, más allá de sus fronteras. Y recordándonos el peligro.

Misiones médicas: blanco diplomático e ideológico

En la sede de la ONU, el viceministro cubano Carlos Fernández de Cossío denunció que la Administración Trump continúa una campaña para calificar las misiones médicas cubanas como “trabajo forzado”, recortando visas y presionando a países y bancos para que rescindan sus acuerdos, según indica Ap News. Se estima que hoy más de 22.000 médicos cubanos operan en 50 países, parte de una «diplomacia sanitaria» iniciada en los años sesenta y que, según el propio gobierno, representa una fuente de ingreso fundamental, pero que según se ha revelado en meses recientes no es una obra altruista ni mucho menos. Washington ha demostrado que el régimen de la isla, explota a sus profesionales y erige un sistema de extracción laboral estatal.

Como consecuencia de eso, el gobierno de Bahamas ha decidido pausar el reclutamiento de enfermeros cubanos y cancelar los contratos existentes con agencias estatales cubanas. Según el ministro de Salud, Dr. Michael Darville, citado por Jamaica Gleaner, la decisión se tomó tras conversaciones con EE.UU. y una visita a La Habana. Bahamas buscará ahora contratar directamente a los profesionales cubanos que ya están en el país, ofreciendo nuevos acuerdos laborales. Aquellos que no acepten podrán regresar a Cuba.

Bahamas ha defendido habitualmente la presencia de médicos cubanos por la escasez de personal sanitario local, causada por mala planificación y la emigración de profesionales. Actualmente, hay decenas de técnicos cubanos activos en las islas, desplegados principalmente en zonas rurales, y según Darville, reciben el mismo trato y beneficios que sus colegas bahameños. El país, dijo el funcionario, continuará reclutando personal médico de África, India y Filipinas.

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La medida surge en un contexto de presión estadounidense contra las misiones médicas cubanas por ser consideradas una forma de “trabajo forzado”. El secretario de Estado, Marco Rubio, ha ampliado las restricciones de visa a funcionarios y colaboradores de estos programas, incluyendo a extranjeros. Otros países del Caribe, como Guyana, también han ajustado sus políticas para evitar sanciones de EE.UU.

Distintas estimaciones ubican los ingresos que genera esta diplomacia médica hoy en cifras que oscilan entre los 2.000 y casi 5.000 millones US$ anuales: Cuba reportó 4,9 mm US$ en 2022 , frente a cifras oficiales de hace una década que apuntaban a 7–8 mm . Ese dinero sustenta su sistema sanitario doméstico, aporta divisas y consolida su imagen como actor humanitario global, pero también sustenta el aparato represivo del estado; un Partido único, el comunista, y diversas maneras de represión ideológica.

A pesar de muchos países sostienen la idea y la percepción de Cuba como aliado solidario, detrás de todo hay un disfraz de compromiso ideológico e interés en captar dólares; moneda de los Estados Unidos y que los Estados Unidos le prohíbe a Cuba comerciar con ella, a tal extremo que no pocos bancos han enfrentado sanciones por ello, mientras que otros pocos aun no sancionados o ya sancionados en el pasado, se protegen.

Así le sucedió a la ONG World BEYOND War, quien denunció recientemente que el banco First Citizens cerró sus cuentas y las de sus familiares tras haber asistido a una conferencia de paz en La Habana, en un hecho que califica como “justificación política más que legal”.

Según su director, David Swanson, el banco planteó que su visita a Cuba constituiría un riesgo financiero, sin pruebas de actividad ilícita ni advertencias previas, pero el funcionario considera que el impacto de esa narrativa se prolonga dentro de EE.UU., en ámbitos donde Cuba no necesariamente tendría que estar presente.

Este incidente se inscribe en un contexto de pos‑“síndrome de La Habana” y una Cuba señalada en listas antiterroristas. La sola mención de la isla es suficiente para que bancos actúen por asociación, en un reflejo de la progresiva criminalización política del viaje, aún cuando sea dentro del marco de legalidad internacional.

Tanto para el funcionario, como para Pressenza, la lógica es clara: EE.UU. (o el banco en este caso, “justifica cierres bancarios” no por falta de normativa, sino por sospecha política, incluso en el extranjero y mediante terceras personas, sin tener que recurrir a leyes explícitas.

A la larga, ambas cosas, o todas estas medidas del embargo, señala La Habana, provocan el recrudecimiento de la crisis dentro de la isla e impulsan a sus ciudadanos a querer escapar del país. Si antes, encontraban en Estados Unidos un refugio, ahora lo que encuentran es un muro migratorio en tránsito. Las nuevas restricciones estadounidenses hacia Cuba—que suspendieron programas como el parole humanitario—cerraron rutas históricas.

El efecto es claro. Según señala Bloomberg, tan solo en 2024, más de 22 000 cubanos solicitaron refugio en Curitiba, Brasil, casi el doble que el año anterior.

¿Por qué? Según el medio, la ciudad de Curitiba ofrece rutas legales más seguras que las marítimas —no hay riesgo de ahogamiento—, aunque reconoce que la integración toma tiempo: la gestión de documentos como CPF o RNM, dos de los documentos más importantes para cualquier persona extranjera que desee establecerse legalmente en el país, puede tardar hasta seis meses.

El CPF (Cadastro de Pessoas Físicas) es un número de identificación fiscal similar al número de seguro social en otros países. Es obligatorio para casi todo: abrir una cuenta bancaria, firmar contratos, recibir pagos, comprar bienes o incluso acceder a servicios básicos. Tanto brasileños como extranjeros deben obtenerlo si planean residir o hacer transacciones legales dentro del país; mientras que el RNM, (Registro Nacional Migratório) —antes conocido como RNE— es el documento que acredita la residencia legal de un extranjero en Brasil. Se trata de una tarjeta oficial emitida por la Policía Federal, que contiene la fotografía del titular y sus datos migratorios. Este documento permite trabajar legalmente, acceder a servicios públicos y formalizar la estancia en el país. La gestión de ambos documentos puede ser lenta, sobre todo en ciudades con alta demanda de trámites migratorios, pero son pasos imprescindibles para integrarse de manera regular a la vida brasileña

Aun así, Curitiba, Brasil, se ha convertido en una opción viable y menos devastadora que la travesía hacia EE.UU., mostrándonos cómo la migración cubana se reinventa, con un flujo orientado hacia Brasil, diluyendo su perfil de “emigrante hacia Estados Unidos”. Este cambio consolidado ilustra otra generalización: cuando una vía se cierra, otra aparece. Y muestra cómo Cuba, nuevamente, “reorganiza rutas migratorias” continentales por efecto de decisiones foráneas.

Memoria viva: Cuba como metáfora de confrontación

Aun así, las primeras tres historias palidecen frente a una narrativa actual, con un trasfondo histórico mucho más peligroso de lo que cualquiera pudiera imaginar. Por estas horas, el país de las cuatro letras nos trae de vuelta el símbolo de la confrontación global.

Y no, no es tanto que hoy exista una amenaza real desde la isla, sino que aún existen —y se disparan— los misiles. Esta vez desde Israel hacia Irán, y viceversa, con la amenaza latente de que otro país, Estados Unidos, entre en el conflicto. Por primera vez en décadas, el mundo observa con inquietud la posibilidad de que tres potencias —no dos— se enfrenten con armas nucleares. En 1962, durante la crisis de los misiles, solo la URSS y Estados Unidos tenían ese poder. Cuba era apenas un peón de instrumentación, una ficha en el tablero que sirvió para acercar las ojivas soviéticas al patio trasero de Washington.

Hoy, la situación es más compleja, más difusa, y quizás más peligrosa. Porque el equilibrio no está solo en dos manos. Y sin embargo, el eco simbólico de Cuba sigue vivo.

Desde aquella crisis, Cuba se instaló en la conciencia colectiva como epicentro de la amenaza nuclear. Hoy, ese peso simbólico le sirve a potencias externas para evocar miedos, racionalizar restricciones y legitimar medidas de control. Ya no importa si La Habana tiene o no tiene capacidad real: su recuerdo basta para justificar políticas.

Y desde allí —o desde cualquier otro país— “invocar la memoria de la Guerra Fría” se convierte en herramienta política útil, en vísperas de lo que muchos consideran una confrontación inminente. Para muchos, Cuba, desde 1962, dejó de ser un país para convertirse en un relato. Un relato donde se evocan temores del pasado. Cuba podrá no tener ya misiles, pero conserva intacta su eficacia simbólica.

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