Las sanciones impuestas por Estados Unidos a Cuba y la crisis económica en Venezuela también han contribuido al deterioro general en la isla.
Cuba atraviesa una crisis sin precedentes en 2024, con un panorama marcado por el colapso de los sistemas esenciales y una población que, en su mayoría, vive en condiciones de extrema pobreza.
Según el Observatorio Cubano de Derechos Humanos, citado por Cenital, casi el 90% de los cubanos sobreviven en esta situación, mientras que el 70% se ve obligado a saltarse al menos una comida diaria.
La escasez de alimentos es grave: la producción de arroz ha caído un 90% en los últimos cinco años, el país importa huevos de Colombia y no tiene suficiente harina para producir pan subsidiado.
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La falta de electricidad y agua son otros síntomas del colapso. Los apagones frecuentes dejan a las cocinas inactivas, agravando aún más la crisis alimentaria.
Además, el gobierno de Miguel Díaz-Canel, ante el desmoronamiento del modelo económico, declaró en julio al país en “economía de guerra”, situación que no se vivía desde el «periodo especial» de los años noventa tras el colapso de la Unión Soviética.
El resultado de esta situación es un fenómeno de «vaciamiento demográfico». En los últimos dos años, la población se ha reducido un 18%, con casi 1,8 millones de personas abandonando el país en busca de mejores condiciones de vida. Estados Unidos es el principal destino de estos migrantes, con más de 850.000 cubanos llegando desde 2022. La población que queda en la isla está envejecida y sin recursos, lo que ha provocado la caída de la mano de obra y ha empeorado aún más la crisis económica.
El acelerado envejecimiento poblacional y la migración masiva de Cuba
El fenómeno de «vaciamiento demográfico» que enfrenta Cuba está estrechamente relacionado con el acelerado envejecimiento poblacional y la migración masiva.
Esta reducción poblacional ha provocado una disminución significativa de la mano de obra joven y ha dejado al país con una población envejecida, lo que agrava aún más la crisis económica.
Según declaraciones recogidas en el oficialista Granma, el envejecimiento de la población cubana es irreversible y, actualmente, el 24,4% de los habitantes tiene 60 años o más. Este fenómeno, unido a la baja tasa de fecundidad —por debajo del nivel de reemplazo desde 1978— y la pérdida de jóvenes por la emigración, está modificando radicalmente la estructura demográfica del país.
Antonio Aja, director del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana, subrayó al vocero ideológico del Partido Comunista de Cuba, que el envejecimiento no solo supone un desafío social, sino también económico. Con menos población económicamente activa y más personas dependientes de asistencia, el Estado debe redirigir recursos para garantizar servicios de salud y mejorar la calidad de vida de los adultos mayores. Sin embargo, los problemas económicos del país dificultan la inversión en infraestructura para crear entornos adecuados para esta creciente población.
Este envejecimiento poblacional, sumado a la continua migración de jóvenes, está erosionando las bases productivas del país y complicando la capacidad del Estado para sostener el ya debilitado sistema de atención social. La sociedad cubana debe adaptarse a esta nueva realidad, enfocándose en la convivencia intergeneracional y en la participación activa de los adultos mayores en el desarrollo del país.
Esta transformación social impone la necesidad de reorganizar los programas de asistencia, educación y cultura para garantizar un envejecimiento digno en un contexto de crisis económica profunda.
Todavía estas declaraciones parecen «matizadas», pero la situación está tan deteriorada, que otros medios oficialistas se han visto obligados a reconocer la debacle, no sin retórica y magias por parte de los redactores en sus noticias, pero sí con cifras que documentan lo terrible de la situación.
En un artículo reciente de Bohemia, se expone la crítica situación del sistema de transporte en Cuba, que, a pesar de ser un sector «priorizado», enfrenta una disminución notable en la calidad y cantidad de los servicios.
La escasez de combustible, la falta de piezas de repuesto y el deterioro del parque vehicular han convertido cualquier viaje en una odisea para los cubanos. Los viajeros describen una experiencia frustrante, con pocas ofertas y una demanda que supera ampliamente la capacidad del sistema.
El artículo de Bohemia también menciona que la capacidad real del transporte público está muy por debajo de lo necesario. De los 1,000 ómnibus que operaban anteriormente, solo quedan 475 en funcionamiento, y más del 50% de estos están fuera de servicio diariamente.
Aunque se han tomado medidas para mejorar la situación, como la creación de nuevas rutas ferroviarias, las limitaciones materiales y financieras impiden una solución real a la crisis.
Incluso el ministro del ramo, Eduardo Rodríguez Dávila, ha admitido que el colapso del sistema de transporte afecta gravemente la vida cotidiana de los ciudadanos, quienes dependen de él para movilizarse dentro del país .