Cuba mira a Venezuela como si fuera su propio termómetro energético

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Cuba sigue el pulso de Venezuela como si fuera el de su propia red eléctrica. Esa es la idea que recorre un reporte de NPR publicado el 19 de diciembre de 2025, en el que el corresponsal Adir Peralta describe desde La Habana cómo el endurecimiento de la presión estadounidense sobre el gobierno de Nicolás Maduro se interpreta en la isla no como un episodio lejano de política exterior, sino como una amenaza concreta al combustible, a la electricidad y, en última instancia, a la posibilidad de que la vida cotidiana no empeore todavía más.

El punto de partida del reportaje es simple: Venezuela ha sido durante décadas un sostén material para el Estado cubano, más allá de la afinidad ideológica. En el diálogo emitido por NPR, Peralta afirma que las sanciones estadounidenses han dejado a Cuba con poco acceso a divisas, con deudas y con una economía tan estirada que el gobierno llega a elegir entre comprar medicamentos o comprar diésel para mantener encendidas las luces. Y ahí aparece la dependencia: Venezuela ha enviado crudo a la isla con descuentos importantes, un flujo que se vuelve incierto cuando Washington anuncia medidas navales contra tanqueros sancionados, un anuncio que, en la lectura del reportaje, se traduce en menos petróleo llegando a Cuba.

La narrativa oficial cubana, tal como la recoge NPR, responde elevando el tono. Peralta cuenta que conversó con Alejandro García Litoro, funcionario cubano encargado de la relación bilateral con Estados Unidos, quien califica la medida como “diabólica” y la describe como una “agresión” y una violación seria del derecho internacional. Para ese funcionario, el objetivo real no sería el control de ilícitos, sino derribar a Maduro y, por extensión, debilitar al gobierno cubano.

Pero la parte más elocuente del reportaje no está en La Habana institucional, sino en la calle. Peralta describe un país en modo supervivencia, donde “todo el mundo está inventando” para llegar a fin de mes. Habla de ingenieros trabajando en mercados de vegetales, de una gastroenteróloga saliendo de un hospital rumbo a su segundo empleo limpiando un Airbnb porque paga mejor que la medicina, y de un guardia de seguridad que dice ganar 2.000 pesos al mes mientras una docena de huevos ronda los 1.500. No es solo un retrato de salarios; es una manera de explicar por qué la política exterior se convierte en ansiedad doméstica: cuando el margen de la gente es mínimo, cualquier golpe al combustible o al suministro se vive como una amenaza directa.

En ese ambiente, el miedo que describe NPR no viene solo del “qué pasará con Venezuela”, sino del “qué más puede empeorar”. El reportaje recoge una sensación de descontento con el gobierno cubano, al que muchos responsabilizan por el deterioro, pero añade una capa menos cómoda: esa frustración no se traduce automáticamente en apoyo a la intervención externa. Peralta resume una idea que escuchó en la calle con una frase brutalmente simétrica: “nuestro gobierno es basura, pero Estados Unidos también es basura”. En otras palabras, hay hartazgo interno, pero también rechazo al tutelaje externo; la gente se siente sola, atrapada entre la crisis doméstica y las presiones geopolíticas.

Esa ambivalencia conecta con el cierre regional del reporte. NPR plantea que el hemisferio atraviesa un momento de giro: Estados Unidos vuelve a una fase de demostración de fuerza en América Latina mientras se mueven fichas políticas en varios países. Peralta menciona cambios recientes hacia gobiernos más alineados con Washington y destaca un dato simbólico: en la votación anual de la ONU sobre el embargo a Cuba, Argentina y Paraguay se alinearon esta vez con Estados Unidos, aunque la resolución volvió a aprobarse con amplia mayoría. Es un detalle diplomático, pero en el contexto narrativo de la pieza funciona como indicador: Cuba percibe que el entorno regional cambia, y que su margen de apoyo automático se estrecha.

El reportaje cierra con una imagen literaria que no suaviza nada: una frase del escritor Leonardo Padura, citada por Peralta, según la cual Cuba “se siente más isla que nunca”. La idea, en el texto de NPR, no se usa como metáfora ornamental, sino como diagnóstico emocional y político: aislamiento físico por las dificultades materiales, aislamiento económico por la falta de divisas y sanciones, y aislamiento diplomático en un mapa regional que ya no se comporta como antes.

En conjunto, la nota de NPR funciona como termómetro y como advertencia. Termómetro, porque enseña que el debate sobre Venezuela no se vive en Cuba como geopolítica abstracta, sino como conversación sobre apagones, transporte, comida y hospitales. Advertencia, porque sugiere que el impacto de una presión creciente sobre Caracas puede trasladarse a La Habana con una rapidez que la población intuye, aunque nadie pueda calcularla con exactitud. Por eso Cuba mira hacia Venezuela con una atención casi ansiosa: no por curiosidad ideológica, sino porque cualquier interrupción en ese vínculo, por mínima que sea, cae sobre un país donde la gente ya está midiendo cada día con una calculadora demasiado corta.

El reportaje puede ser escuchado aquí debajo (audio en inglés)

State of the World State of the World from NPR LISTEN & FOLLOW Why Cuba is Watching Venezuela Intently December 19, 20252:25 PM ET By Eyder Peralta , Greg Dixon 4-Minute Listen A view of Hermanos Ameijeiras Clinical-Surgical Hospital in Havana on December 18, 2025. Yamil Lage/AFP via Getty Cuba today feels more isolated than ever after years of sanctions from the United States have severely damaged the economy. Now Cubans are watching the U.S. ramp up pressure on the government of Venezuela, Cuba’s most loyal ally and an important trading partner. Our reporter in Havana talks to some Cubans about the current moment.

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