Reparado el SEN, pero la confianza se perdió hace rato

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En la mañana del 3 de diciembre, la noticia oficial fue que el Sistema Eléctrico Nacional empezaba a “reconectarse” y a restablecer, poco a poco, el servicio en La Habana y varias provincias del occidente. Horas antes, una falla en una línea de transmisión clave que enlaza la capital con la principal termoeléctrica de Matanzas había dejado a oscuras a Pinar del Río, Artemisa, Mayabeque y buena parte de la capital, en uno de esos apagones masivos que los cubanos ya pueden reconocer casi de memoria.

La versión de las autoridades es conocida: falló la línea, hubo un “desbalance” en el sistema, se desconectó una parte de la red y se trabajó “sin descanso” hasta recuperar la carga. A media tarde, medios estatales y agencias como Reuters y AP hablaban de una restitución parcial del servicio, con advertencias sobre nuevos déficits de generación en los próximos días. Sobre el papel, el SEN volvió a levantarse. En la vida real, la confianza hace rato anda por el piso.

No es un episodio aislado. Se trata, como recuerda Al Jazeera, de otro capítulo en una racha de colapsos que ya suma al menos cinco apagones nacionales o casi nacionales en menos de un año, en un país donde los cortes diarios de 10, 15 y hasta 20 horas se han vuelto rutina. La causa estructural está diagnosticada: plantas envejecidas, falta de mantenimiento, reducción drástica de combustible procedente de Venezuela, Rusia y México, y una economía sin divisas para comprar repuestos.

Pero lo que hierve por debajo de los partes técnicos es el descontento. En marzo de 2024, varios cientos de personas salieron a las calles de Santiago de Cuba gritando “corriente y comida”, hartas de apagones de hasta 10 horas y de mercados vacíos.Tras el gran apagón nacional de octubre de 2024, la ONG Justicia 11J contabilizó al menos 48 protestas en nueve provincias, con cortes de internet y amenazas oficiales contra quienes se atrevieran a manifestarse.

Desde entonces, la escena se repite con variaciones: barrios enteros caminando a oscuras, guiados solo por los faros de los carros; comida que se echa a perder en los refrigeradores; agua que deja de bombearse porque no hay electricidad; niños haciendo tareas a la luz de un celular cuando hay datos, o de una vela cuando no.

Cada vez que el gobierno anuncia que “se restableció el servicio”, los cubanos ya saben que es, apenas, una pausa en la pesadilla. En redes sociales, los comentarios se repiten: la luz regresa unas horas, vuelve a irse, y nadie cree de verdad en las promesas de “estabilidad” mientras no haya un plan creíble para renovar el parque energético y dejar de vivir colgados de plantas turcas, remiendos y discursos.

Hoy el SEN puede estar técnicamente reparado, pero la factura política está más que vencida. La confianza, esa, no se reconecta con un parte de la Unión Eléctrica ni con una comparecencia de urgencia en la televisión. Y ese apagón, el de la credibilidad, es mucho más difícil de levantar.

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