Detrás del parte escueto de una madre exhausta —“Ya están operando a la niña… ya terminaron… lo quitaron todo”— queda la cadena de solidaridad que la trajo hasta aquí: activistas como Lara Crofs y Saily González, la comunidad que reunió fondos, las casas que acogieron a madre e hija, y un sistema sanitario español que asumió el reto que Cuba declaró imposible. Hoy, por primera vez en mucho tiempo, la historia de Brianna se puede contar en tiempo presente de alivio.
Hoy Náthaly recibe controles médicos periódicos, protege su salud frente a una posible recaída y se prepara para reconectar con su vida cotidiana en Estados Unidos. Pero su historia sigue siendo un símbolo poderoso del valor del activismo: sin él, sin esa presión desde lo civil y mediático, habría muerto.
Después de la intensa presión ejercida desde las redes sociales y los medios de comunicación, el niño cubano Damir Ortiz finalmente ha obtenido la visa que le permitirá viajar a Estados Unidos para iniciar un tratamiento que podría salvarle la vida.
En su camino hacia la embajada, la activista Yamilka Lafitta denunció la fuerte presencia de las fuerzas represivas del régimen: "Desde la avenida G hasta la tribuna, las esquinas y los alrededores de la embajada están custodiados por la policía".
Después de una intensa batalla, Amanda Lemus Ortiz, una niña cubana, recibió la visa humanitaria en febrero de este año que le permitió atenderse fuera de Cuba tras haber esperado durante un año un trasplante de hígado en la Isla.
Como Acosta, muchos padres cubanos enfrentan una batalla similar, luchando por visas humanitarias que permitan a sus hijos recibir atención médica en el extranjero debido a la falta de recursos y medicamentos en Cuba.