Desde las primeras notas del tema musical de Sábados de Gloria, interpretado por Gaby Herrera, la televisión cubana parecía querer recordarnos que aún podía ofrecer algo digno. Una historia bien contada, un trío de actrices principales con más de 40 años —un grupo etario usualmente relegado a roles de suegra odiosa, vecina metiche o madre que muere en el capítulo 3— y un guion con coherencia emocional, algo que, en Cuba, ya entra en categoría de milagro. Así lo celebró en Cubadebate Thalía Fuentes Puebla, periodista y egresada brillante de la Universidad de La Habana, que elogió la profundidad psicológica de los personajes, la dirección actoral y hasta el vestuario… aunque este último con sus tropiezos.
Pero mientras Thalía cantaba loas desde su teclado, y le daba la publicidad correspondiente en su perfil de Facebook, la audiencia cubana – de la que me considero parte – seguramente se hacía otra pregunta mucho menos lírica: ¿y quiénes quedan actuando en Cuba? ¿Quiénes ponen el rostro en pantalla ahora que los más jóvenes, los que despuntaban, los que prometían —e incluso los que ni prometían pero al menos no sobreactuaban— se están marchando en estampida?
Basta asomarse a los casos más recientes: Alejandro Cuervo, uno de los actores más conocidos de Calendario, partió hacia Madrid con su familia y, en lugar de un portazo, dejó una crítica amable al monopolio de ETECSA por los precios de internet. Jomy Marull Almaguer, que encarnaba a Gustavo, pisó suelo estadounidense hace alrededor de un año. A ellos se han unido Omar Rolando (Bruno), Odelmys Torres (Cecilia) y Ernesto Codner (Orestes), quienes también decidieron buscar oportunidades fuera de la isla. Y no sólo ellos: Carlos Alberto Méndez, Aly Sánchez, Diany Aurora Zerquera y Yuliet Cruz completan el mapa de egresos desde el instituto al primer plano televisivo. La lista sigue creciendo en el algoritmo con cada búsqueda de “actor cubano se fue”, revelando despedidas envueltas en fórmulas casi litúrgicas: “me voy para crecer”, “no fue fácil”, “busco libertad”.
Pero aún hay más, y resulta casi kafkiano: los actores que interpretaron a Ignacio Agramonte y Amalia Simoni en la película El Mayor —Daniel Romero y Claudia Tomás— también abandonaron la mística heroica tras el rodaje, y hasta la épica les quedó chica. Romero y Tomás primero «se quedaron en México» y finalmente cruzaron la frontera y se asentaron en Miami. El actor que encarnó al héroe nacional José Martí en la pantalla en «El Ojo del Canario», de pronto abandonó la patria para cambiarla por un cruce migratorio mucho más terrenal. Luego hasta explicaron qué les hizo decidirse a emigrar, como igual hicieron los de la serie Primer Grado.
Y si ampliamos el horizonte más allá del gremio actoral, la historia se repite. Hasta la actriz Amalia Gaute, la hija de Víctor Gaute, exjefe del Departamento Ideológico del Comité Central —sí, de esos que pontificaban sobre la «fuga de cerebros», como si fuera un virus inventado por la CIA— terminó marchándose para Miami.
En Cubadebate saben todo esto; de allí también se han marchado unos cuántos para ir a superarse – en los estudios, no sean mal pensados – a España. Entre los que se fueron, está Andy Jorge, «la 2da mano derecha de Randy Alonso» (después de Oscar Figueredo), quien ahora en España lanzó un libro de poemas en Sevilla, siendo presentado y todo por el decimista Alexis Díaz Pimienta. Sí, Cubadebate tiene sus secretos.
Otros son más públicos, y menos solapados, como el lanzamiento de una convocatoria solicitando nuevos redactores, pues el éxodo de periodistas en ese medio los ha obligado a tales anuncios. A ese paso, Thalía Fuentes Puebla podría terminar también volando como las oscuras golondrinas de Bécquer, dejando atrás su maestría en Cultura Audiovisual, su premio Juan Gualberto Gómez y su fe en que aún se pueden hacer telenovelas decentes.
Lo que queda en la pantalla chica, en cambio, es una mezcla de rostros improvisados y cansancio institucional. Muchos de los que antes eran referentes ya no están. Y los que están, o bien ya no pueden actuar por razones de salud —como Paula Pina, Jorge Losada o Diana Rosa Suárez— o simplemente han muerto, como el actor Samuel Claxton, sin que siquiera el ICRT (ahora con nombre más moderno pero igual de inútil) le dedicara un homenaje digno de su trayectoria. La televisión, otrora herramienta de propaganda pero también de arte, se convierte así en un reciclaje infinito de promesas que no duran más que una temporada.
La fuga de actores forma parte del éxodo masivo del resto del país. Cientos de miles de cubanos han abandonado la isla en los últimos tres años, protagonizando la ola migratoria más grande desde 1959. Jóvenes de todas las profesiones, incluidos artistas, músicos, médicos, maestros, ingenieros… y sí, también periodistas. Se van porque quieren vivir. Porque quieren tener futuro. Porque no quieren pasar su juventud mendigando permisos, ni pedirle permiso a una institución para tener un segundo empleo, ni representar personajes que son felices con una caldosa y una guitarra. Se van porque lo que se representa en pantalla ya no coincide con lo que se vive en las calles.
Los hay también menos jóvenes, aunque no tan viejos, como esa cantante que le cantó a Fidel y a Gerardo Hernández Nordelo, y que ya está en México, sin decir nada, esperando le den una VISA para cruzar a los Estados Unidos.
Y sin embargo, ahí sigue Thalía, desde Cubadebate, escribiendo sobre cómo Sábados de Gloria “representa aspiraciones sociales” y demuestra “que es posible crear un producto de calidad con identidad propia”. Tal vez. Pero si ella sigue el paso de sus colegas, pronto podríamos verla haciendo máster en Salamanca o reportando desde RTVE. No sería extraño. A fin de cuentas, el compromiso con las letras es hermoso, pero el compromiso con la realidad también exige maletas. No todos quieren ser el último en apagar la luz del Morro.
Por eso, cuando en el capítulo final de la telenovela Karelia dice que “la felicidad es una actitud ante la vida, que siempre ha estado ahí”, uno no puede evitar preguntarse si esa línea la escribió un guionista o un oficial del PCC. En Cuba, la felicidad suele estar “ahí”, sí… en otra parte. Tal vez por eso los actores que pueden, se van. Tal vez por eso en cada sábado de gloria, lo que el público ve es el rastro de los que ya no están.
Y entonces, la pregunta inevitable: ¿qué actores quedan en Cuba? La respuesta corta sería: los que aún no han encontrado visa, los que no han podido salir, los que se siguen aferrando a la esperanza, o los que no han terminado de entender que ya no hay escenario.