Restaurante Moscú: de la pomposidad moscovita a la decadencia habanera

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A nadie deja indiferente lo que queda del majestuoso edificio de la calle P entre 23 y Humboldt del Vedado habanero. El otrora restaurante Moscú, una especie de símbolo de la alianza cubano-moscovita, es parte de la decadente imagen de muchas de las emblemáticas construcciones de la capital cubana.

Justo en la tercera planta de ese edificio se ubicaba el Moscú, y como su nombre lo indica, su especialidad era la comida rusa, aunque en su menú había espacio también para otras creaciones culinarias cubanas e internacionales.

Entre las décadas de 1970 y 1980 el sitio alcanzó gran popularidad, principalmente por los engalanados espacios que había tomado de los que fueran anteriormente los salones del icónico Cabaret Montmartre. Este último, atesoraba además uno de los casinos más lujosos de La Habana y fue epicentro de la noche cubana de los años 40 y 50, siendo frecuentado por grandes estrellas como Edith Piaf, Cab Calloway, Nat King Cole, y Frank Sinatra, entre otros.

Desde años antes de inaugurado el Moscú, ya la capital rusa contaba con el Restaurante Habana. Fue por ello que, en una especie de gesto de agradecimiento, los soviéticos enviaron a parte de sus mejores diseñadores y arquitectos para reconvertir el antiguo Montmartre en un fabuloso restaurante.

Según los reportes de la época, eran famosas sus sopas salianska, que se elaboraban a base de generosos trozos de carne. Asimismo, sus platos de pelmeni, borsch y uja formaban parte de su carta, un menú propio de los restaurantes de lujo habaneros y con precios dignos de la primera categoría de los restaurantes de la época.

En resumen, el Moscú era de una fastuosidad digna de comparación con los más pomposos sitios gastronómicos de Rusia. En Cuba fue probablemente el restaurante más grande que haya existido, con una capacidad para 300 comensales. En su barra podía acomodar además a otras 60 personas, a lo que se sumaba el espacio de la pista de baile con una plataforma para música en vivo y varios salones de protocolo.

No obstante, esto no parecía bastarle a los ‘amigos’ rusos, quienes tenían proyectado el montaje de una planta distribuidora de comida con capacidad para la entrega de 10 000 raciones diarias en otra planta del inmueble y una tienda minorista con artículos elaborados en la mismísima URSS. Este proyecto, finalmente, no llegó a concretarse.

En el año 1989, un fuego generado en la Empresa de Abastecimiento al Turismo que se encontraba en los bajos del edificio destruyó por completo el restaurante. Los sucesos ocurrieron un sábado, por lo que al encontrarse vacía la empresa cubana, el fuego no pudo ser detectado a tiempo y por tanto controlado.

Hoy en día, no se conoce con certeza la causa exacta que propició el suceso, pero según los testimonios todo parece indicar que se debió a un cortocircuito resultado de una filtración en el inmueble.

Aunque el fuego no comenzó allí, esa fue la parte del edificio que más sufrió el impacto de las llamas, algo entendible teniendo en cuenta que sus enormes cortinas, alfombras, piso de madera y vigas del techo sirvieron para que el incendio se propagara con más fuerza devorando todos sus espacios.

Luego del siniestro comenzó la época oscura del Moscú. Durante más de 30 años permaneció completamente cerrado, convirtiéndose más allá de la añoranza, en una leyenda entre los cubanos de varias generaciones.

En algunos momentos circularon incluso rumores sobre su posible rehabilitación por parte del Gobierno de La Habana, y también se habló de una casi millonaria inversión rusa por el 500 aniversario de la capital de la isla. Pero todo pareció quedarse en puras fantasías.

Varios textos han reflejado que los daños del incendio de 1989 dañaron tanto la estructura del edificio que resultaba imposible recuperar el inmueble. Eso sumado a los largos años de abandono total a que fue sometido. Hace poco más de un año, en febrero de 2022, el gobierno de la isla anunció su demolición.

Así la icónica edificación pasó de ser un referente gastronómico a nivel mundial a convertirse en una de las ruinas más grandes del Vedado. En algunos cubanos persiste el sueño de que este emplazamiento retome su actividad de épocas pasadas, o sea transformado en algún espacio de recreación, pero todo indica que ninguna de esas opciones se baraja en la isla.

La realidad, por su parte, dicta otra cosa. El Moscú ha quedado como una metáfora de la propia URSS, un castillo de naipes que ha visto su derrumbe en las propias narices de los cubanos esperanzados.

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