En Cuba, un patrón de desolación y tragedia envuelve a los jóvenes que son llamados a cumplir el Servicio Militar Obligatorio (SMO). Una vez más, el absurdo sacrificio de vidas humanas se hace evidente tras las explosiones ocurridas en un almacén militar en Melones, municipio Rafael Freyre, Holguín. Este desastre, que dejó como desaparecidos a 13 reclutas y suboficiales, recuerda el largo historial de muertes y negligencias asociadas al SMO en la isla.
Los nombres de los desaparecidos, que presumiblemente han perdido la vida, se leen como un lamentable memorial de la desidia institucional: Mayor Leonar Palma Matos, Soldado Leinier Jorge Sánchez Franco, Soldado Liander José García Oliva, entre otros.
Son jóvenes que, en su mayoría, apenas sobrepasaban la adolescencia, obligados a cumplir con tareas que van desde la manipulación de municiones envejecidas hasta labores de riesgo extremo sin la debida preparación o equipamiento.

Las detonaciones en Holguín, atribuidas a un incendio mientras se clasificaban municiones antiguas, son sólo un ejemplo más de los peligros inherentes al SMO en Cuba. Estas municiones, almacenadas en instalaciones vetustas y sin condiciones de seguridad, han sido la causa de tragedias similares en el pasado. En 2020, un suceso comparable en la misma provincia generó explosiones que dispersaron proyectiles sobre comunidades cercanas. Hoy, las autoridades siguen prometiendo «investigaciones», pero los resultados nunca llegan, y la vida de los jóvenes reclutas sigue perdiéndose entre la negligencia y la falta de valoración por el ser humano.
El Servicio Militar Obligatorio en Cuba es un sistema que, lejos de representar un orgullo nacional, se ha convertido en un campo de desolación. Reclutar a menores de edad o a jóvenes sin experiencia y enviarlos a situaciones de riesgo extremo sin la preparación adecuada ha cobrado demasiadas vidas. Los reclutas enfrentan condiciones paupérrimas: entrenamientos deficientes, supervisión inexistente y un desprecio evidente por su seguridad.
En el caso Matanzas, en 2022, bomberos reclutas fueron enviados a combatir el incendio de la Base de Supertanqueros sin ningún equipo de protección adecuado ni entrenamiento especializado. Los jóvenes, algunos apenas mayores de edad, fueron obligados a enfrentar llamas gigantescas con simples mangueras de agua. Aquella tragedia, que cobró la vida de múltiples reclutas, se suma a la larga lista de negligencias que enlutecen a decenas de familias cubanas.
El patrón es claro: un gobierno que sacrifica la vida de sus jóvenes en tareas que ni siquiera cumplen un propósito claro o defendible. Los incendios en instalaciones militares son una constante que refleja el estado de abandono y deterioro de la infraestructura cubana, pero más grave aún es la indiferencia con la que se trata a los responsables directos de estas tragedias. Oficiales superiores que toman decisiones temerarias, como enviar a reclutas sin experiencia al epicentro de incendios o maniobras peligrosas, rara vez enfrentan consecuencias.
La indignación también crece entre los familiares de los desaparecidos, quienes ven cómo la vida de sus hijos es tratada como desechable. El dolor de una madre al perder a un hijo que apenas comenzaba a vivir es inmedible, y más aún cuando esas vidas se pierden en actos de negligencia evitable. ¿Cómo consolar a una madre que ve truncados los sueños de su hijo, sueños como convertirse en neurocirujano, estudiar una carrera o formar una familia?
En el caso de Holguín, la evacuación de más de 1,200 personas cerca del lugar de las explosiones fue el único gesto «preventivo», mientras los reclutas enfrentaban el caos y las llamas. El MINFAR insistió en que «no había peligro para la comunidad», y que estaban «en constante diálogo con la población», pero no se puede decir lo mismo de los soldados que perecieron intentando cumplir con su deber. Estos jóvenes no son sólo cifras en un informe; son seres humanos que fueron llevados a la muerte sin siquiera entender por qué.
NOTA INFORMATIVA
— Minfar_Cuba (@MinfarC) January 7, 2025
Se analiza la situación provocada por el incendio ocurrido en la madrugada de este martes 7 de enero.
Se han protegido 361 personas.
Continúa la vigilancia en el lugar.https://t.co/ojogqRoifc pic.twitter.com/TQUIybkWNs
Lo del diálogo con la población es un eufemismo. Según fuentes confiables, aparte de asegurarle a los familiares de los desaparecidos que «no se sabe nada» y que «hay que esperar al menos 72 horas», se les ha exhortado a que no hablen con nadie que no conozcan, a fin de evitar filtraciones, y de paso invisibilizar lo sucedido y el dolor de esas familias. Por si fuera poco, han militarizado la zona, estableciendo cordones.
«No dejan pasar a nadie a ningún lado a hacer o buscar nada,» fueron las palabras exactas de una de las fuentes consultadas.
Tal y cómo recogía el periodista cubano exiliado Abraham Gutiérrez Enoa en un trabajo publicado en la revista El Gatopardo sobre el Servicio Militar Obligatorio en Cuba, la continuación de este e la isla, representa una violación a los derechos humanos de los jóvenes cubanos. Mientras en otros países el servicio militar es voluntario o cuenta con estrictas medidas de seguridad, en la isla sigue siendo una condena obligatoria. Las madres que se resisten a entregar a sus hijos enfrentan persecución y represalias, pero cada vez son más las voces que se alzan contra este sistema.
La tragedia de Holguín, así como las de Matanzas y tantos otros eventos similares, debe servir como un llamado de atención. ¿Cuántas vidas más deben perderse antes de que el gobierno cubano reconsidere este sistema? La juventud cubana, que ya bastante dificultades atraviesa para vivir, merece «sobrevivir» al menos, y no ser sacrificada en aras de un sistema que no valora su existencia.
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