¿Por qué no nos podemos reír de los dirigentes en Cuba?

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El humor gráfico político cuenta en Cuba con una larga tradición que se tuvo un gran auge en la primera mitad del siglo XX, la conocida irónicamente como República, aun cuando oficialmente la isla nunca ha dejado de ser una República. Pero el discurso oficial siempre ha mirado con recelo esta palabra, y ha subordinado su empleo  y su fuerza política al de Revolución. Pero volvamos al humor…

Desde la famosa publicación periódica La Política Cómica, dirigida por Ricardo Torriente los presidentes y las diferentes figuras políticas, tanto del gabinete de turno como de los diferentes partidos y movimientos opositores, fueron sometidos a lo latigazos con cascabeles (parafraseando a Martí) de los humoristas cubanos, que cronicaban la realidad a golpe de caricaturas, acompañadas muchas veces de cuartetas satíricas que no pocas veces llegaban a la burla más dura.

El pueblo, inicialmente resumido en el popular personaje de Liborio, también tenía lo suyo, y era indistintamente legitimado y criticado por su actitud en los diferentes escenarios políticos. Muchas veces quedaba como un sujeto infeliz que terminaba pagando los platos rotos de las circunstancias políticas. Luego aparecerían el Bobo de Abela y el Loquito de Nuez, que devinieron consciencias populares mucho más agudas, activas e irónicas.

El Bobo de Abela, un icono en el humor grafico político

Estas referencias humorísticas a los políticos ayudaban en última instancia al alivio de tensiones populares, y muchas veces jugaban a favor de los propios caricaturizados, los acercaban al pueblo, los convertían en figuras menos lejanas. Reírse de algo confiere cierto poder sobre el objeto de la burla, lo despoja de la solemnidad y el endiosamiento excesivos.

El ex presidente Donald Trump fue objeto semanal de burlas de espacios humorísticos estelares como Saturday Night Live, donde los actores competían en imitaciones suyas, de sus discursos presidenciales, y al final de la noche, le conferían más “popularidad” como figura humorística.

Luego de 1959, en Cuba fue vetado sin ley escrita que lo estableciera, cualquier intento de mirada humorística a los dirigentes de la Revolución, sobre todo a Fidel Castro. La lógica era simple: la entonces nueva Cuba estaba finalmente regida por el pueblo, por el mismo que se reía con las caricaturas de los presidentes y políticos de la República de 1902, que sí merecían el escarnio por ser “anti-populares”, “lacayos del imperialismo”, “corruptos” y todos los calificativos oprobiosos que se les ocurriera. Solo podíamos reírnos de esos tiempos previos al triunfo revolucionario. Por ejemplo, con programas televisivos tan populares como San Nicolás del Peladero y su caricatura de las lógicas pueblerinas de gobierno previas a 1959.

Siguió existiendo humor gráfico político , pero dedicado a ridiculizar una y otra vez al Tío Sam, al Águila Imperial, y a cuanta nación, presidente y político del mundo fuera mal visto por el gobierno de Fidel Castro, o los cubanos calificados de “gusanos” y “enemigos internos”. En estas caricaturas la representación oficialista del poder era siempre enaltecida con rasgos positivos, heroicos, frente a las formas ridículas de sus enemigos.

El Código Penal próximo a ser aprobado por el Parlamento, finalmente pone en blanco y negro esta ley nunca escrita que prohíbe someter a escarnio humorístico a los representantes del poder en Cuba. Promete años de cárcel a quien ridiculice la figura de un funcionario en activo, en un momento en que Miguel Díaz-Canel, su esposa, muchos otros dirigentes y las fuerzas represivas son blancos de las críticas y las burlas más duras, equivalentes a la crudeza de la situación sociopolítica y económica que atraviesa el país.

Una vez más, el cubano se aferra al humor para sobrevivir y protestar, para reclamar su derecho a ser escuchado y a impugnar las sacrosantas e indiscutidas decisiones del gobierno sobre sus suertes. Una vez más, el poder busca romper las risas y penarlas con prisión, tratando de mantener su ilusión de estatus sagrado.

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