Luego de 1959, en Cuba fue vetado sin ley escrita que lo estableciera, cualquier intento de mirada humorística a los dirigentes de la Revolución, sobre todo a Fidel Castro. La lógica era simple: la entonces nueva Cuba estaba finalmente regida por el pueblo, por el mismo que se reía con las caricaturas de los presidentes y políticos de la República de 1902.