Polémica por video de crimen en Holguín: ¿denuncia cruda o morbo innecesario?

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El asesinato de este joven en Báguanos, Holguín, no solo ha estremecido a la comunidad local y desató debates en el perfil de Cazador-Cazado, sino que también ha desatado una segunda ola de controversia cuando el activista y comunicador cubano Niover Licea subió un video del cuerpo de la víctima.

Aunque en su post Niover alude a “Manolito, el joyero”, presuntamente se trata de un error, y se refiera al crímen ocurrido en Báguanos, donde el principal sospechoso, se llama domo decíamos, Manuel Alejandro Prieto.

Aunque no está del todo claro si el caso compartido por Niover en su perfil @nioreportandouncrimen corresponde exactamente al asesinato de Orlandi Cuevas, aunque parece que sí, que es el mismo hecho, lo cierto es que el video publicado por Niover generó una avalancha de reacciones en redes sociales y reavivó el debate sobre los límites entre informar y revictimizar.

A diferencia del perfil Cazador-Cazado, que suele celebrar la «eficiencia» de la policía revolucionaria en un tono optimista y oficialista, Niover se ha consolidado como una voz crítica que documenta con crudeza la violencia en Cuba,

Ambos perfiles coinciden en el tipo de contenido: robos, crímenes y hechos violentos, pero con enfoques radicalmente opuestos. Mientras Cazador-Cazado selecciona únicamente los casos que la PNR logra resolver y los presenta como ejemplos de la efectividad del sistema SOLO en Holguín, muchas veces con un lenguaje triunfalista, Niover apunta a denunciar la impunidad, el deterioro social y la falta de justicia real, sin importar si el caso ya fue “resuelto” o no, en TODA Cuba.

Paradójicamente, ni al oficialismo que celebra detenciones, ni al activismo que denuncia la descomposición, les fue del todo bien esta vez. Ambos recibieron críticas: uno por enaltecer una justicia selectiva, el otro por mostrar imágenes que muchos consideran revictimizantes. Pero es precisamente ahí donde se ve con más claridad la diferencia: Cazador-Cazado busca reforzar la narrativa del control, mientras nioreportandouncrimen la desmonta con cada publicación.

Decenas de usuarios criticaron duramente la publicación, calificándola de insensible y poco ética, y aunque Instagram colocó la advertencia de “Sensitive Content: This video may contain graphic or violent content”, eso no impidió que muchos manifestaran su rechazo al hecho de que se grabara y compartiera un momento tan crudo, en el que la víctima aún yacía en el suelo.

“Imaginen a la madre de ese muchacho viendo este video por accidente. Esto no es periodismo, es crueldad”, escribió un internauta visiblemente molesto. Otros exigieron que Instagram tomara medidas y cerrara la cuenta por divulgar contenido gráfico tan perturbador.

Frente a estas críticas, también emergieron voces que defendieron la publicación del video como una herramienta de denuncia. “Este tipo de crímenes no los verás en el noticiero oficial. Si no lo muestran así, nadie se entera”, alegaron varios seguidores del activista, quienes consideran que las redes sociales son el último recurso para visibilizar la violencia que vive la isla.

La polarización fue evidente. Por un lado, quienes pedían respeto por los familiares del fallecido y reclamaban ética comunicacional. Por otro, quienes exigen que la crudeza de la realidad cubana no se maquille: “Que lo vean todo como es. Cuba está convertida en un infierno sin ley”, sentenció una usuaria.

Algunos usuarios, sin embargo, trataron de encontrar un punto medio: “No está mal denunciar, pero hay formas. Difumina el rostro, usa imágenes borrosas o simplemente narra lo sucedido. La dignidad de los muertos también importa”, reflexionó otro.

La delgada línea entre documentar la realidad y revictimizar a las personas

Buena pregunta. Si me lo preguntas desde una perspectiva ética y comunicacional, diría que hay una delgada línea entre documentar la realidad y revictimizar a las personas. Mostrar la crudeza de un hecho violento puede tener un propósito legítimo: denunciar, visibilizar lo que los medios oficiales ocultan, o generar conciencia. Pero cuando se hace sin filtros, sin advertencias claras (más allá de la genérica de Instagram), y especialmente sin el consentimiento de los familiares, se corre el riesgo de transformar una tragedia en espectáculo involuntario.

En este caso, el problema no es solo el video en sí, sino el contexto y el momento. Es un país con una sociedad cada vez más sensibilizada y dolida por la violencia, pero también profundamente fracturada. Y eso hace que lo que para algunos sea una denuncia necesaria, para otros sea una herida abierta que se explota por likes.

Si alguien me preguntara mi opinión, aseguraría sin temor a dudas de que Niover tiene un trabajo valioso como comunicador independiente, desmontando la narrativa del régimen de «país seguro». Sin embargo, como todo el que comunica, Licea tiene una responsabilidad ética. La denuncia no necesita perder fuerza si se omiten imágenes explícitas; al contrario, a veces gana más impacto si se hace con respeto y cuidado.

Ahora bien, tampoco se puede ignorar que si los medios no oficiales no hablaran de estos crímenes, nadie se enteraría. Y ahí es donde Niover llena un vacío real. Quizás la clave está en cómo se denuncia, no en si se debe denunciar.

“Sensitive Content: This video may contain graphic or violent content”

Y si Instagram coloca la advertencia de “Sensitive Content: This video may contain graphic or violent content”, eso exime de responsabilidad a Niover? No, para nada. Que Instagram coloque la advertencia de “Sensitive Content” no exime de responsabilidad a Niover ni a ningún creador de contenido que publique material gráfico o perturbador.

Esa etiqueta la pone Instagram de manera automatizada o por reportes de usuarios, como una medida de moderación técnica mínima, no como una defensa ética o legal para el autor del contenido. En otras palabras, la plataforma intenta prevenir un impacto negativo en el usuario, pero no valida ni justifica la decisión de quien publicó el video.

La responsabilidad sigue recayendo en el comunicador. ¿Por qué? Porque él fue quien decidió grabar, editar (o no), y subir ese contenido sabiendo el tipo de reacción que podría provocar, y sin considerar —o ignorando— el daño emocional que podría causar a los familiares de la víctima. Es el principio básico de la ética periodística y del respeto a la dignidad humana: no todo lo que es cierto o noticioso debe mostrarse de forma cruda o directa.

Por eso muchos comentarios apuntaban justo ahí: “No es que lo hayas mostrado, es cómo lo mostraste”. Y aunque Niover pueda alegar que su intención era visibilizar la violencia real de Cuba, eso no lo blinda moralmente. De hecho, esa misma intención le exige un estándar más alto de sensibilidad y responsabilidad.

Así que no, Instagram lo puede moderar, pero la ética no se terceriza.

La realidad innegable es que Licea muestra la realidad violenta en la isla sin filtros ni adornos ideológicos; y esto a veces es un arma de doble filo si no se realiza correctamente. Al igual que otros creadores de contenido, a Niover le ocurre muchísimo, lo que le ocurre a los youtubers y creadores de contenido independientes, especialmente cuando abordan temas sensibles como violencia, crimen o represión.

¿Por qué? Porque en su afán de “mostrar la verdad sin censura”, muchos terminan cayendo en lo que podríamos llamar sensacionalismo no intencional. Es decir, comienzan queriendo denunciar y terminan, sin darse cuenta, espectacularizando el dolor ajeno. La cámara deja de ser una herramienta de denuncia y se convierte en una especie de lupa mórbida que lo graba todo, sin filtro ni contexto.

En el caso de Niover, como en el de tantos otros youtubers o influencers, se cruza muy fácilmente el límite entre informar y revictimizar. Y eso tiene consecuencias: el mensaje pierde fuerza, la audiencia se polariza, y los familiares (que son los verdaderamente afectados) quedan expuestos a un sufrimiento innecesario.

Además, en plataformas como YouTube, Instagram o TikTok, donde el algoritmo premia lo emocional, lo gráfico, lo impactante, la tentación de publicar “lo más fuerte” es constante. Ahí es donde muchos olvidan que informar no es lo mismo que impresionar. El contenido no debería valer por cuántos clics genera, sino por cuánto aporta al entendimiento de un problema.

Por eso es tan importante que los creadores que trabajan temas sociales o de derechos humanos se formen también en ética de la comunicación. La crudeza puede ser necesaria, sí, pero siempre acompañada de contexto, respeto y responsabilidad. Porque cuando se pierde eso, la denuncia se convierte en espectáculo. Y el espectáculo, en este tipo de casos, termina devorando todo: la dignidad del muerto, el dolor del vivo y hasta la credibilidad del comunicador.

Una frase, sin embargo, es repetida hasta el cansancio en los comentarios del post de Licea y resume el sentir general en la isla: “Dios mío, ¿en qué se ha convertido Cuba? Y de eso, el creador de contenido, NO TIENE RESPONSABILIDAD ALGUNA.

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