En Cuba, la crisis económica, y la utilización cien por cien de los medios de comunicación para la propaganda oficial, ha llevado a muchos ciudadanos a buscar alternativas no convencionales, no solo para acceder a bienes y servicios esenciales, sino también para solucionar sus problemas; o incluso los de otros.
Los grupos de venta en redes sociales, particularmente en plataformas como Facebook y WhatsApp, se han convertido en un canal de apoyo para casos urgentes y sensibles que no encuentran ayuda a través de los medios oficiales.
Estos grupos, que originalmente surgieron para facilitar la compra y venta de artículos como alimentos, ropa y medicinas, se han transformado en espacios donde las personas publican solicitudes desesperadas de ayuda, desde medicamentos para enfermedades crónicas hasta alimentos básicos o atención médica.
La falta de apoyo gubernamental a familias en situaciones críticas ha generado una dependencia creciente de estos grupos. Casos como el de personas con enfermedades graves que requieren medicamentos de difícil acceso, o familias con niños pequeños que necesitan leche o pañales, son comúnmente vistos en estas redes. Las carencias de todo tipo han hecho que estas plataformas sean una alternativa para pedir auxilio.
Dentro de estos grupos, los usuarios no solo venden productos, sino que también ayudan a conectar a quienes necesitan algo con alguien que pueda ofrecerlo.
Es común ver publicaciones pidiendo medicinas específicas, recibiendo respuestas de personas que las tienen en su poder o que conocen a alguien dispuesto a venderlas, a menudo a precios muy elevados debido a la alta demanda y la escasez.
Asimismo, estos grupos funcionan como una red de solidaridad, donde otros cubanos, tanto dentro como fuera del país, buscan ayudar a los más necesitados; que no siempre son personas, pueden ser también, por ejemplo, animales.
La importancia creciente de las redes sociales como herramienta para la supervivencia diaria agradece de estos grupos su solución temporal.
Sin embargo, no todos los cubanos tienen acceso a estas redes o pueden pagar en moneda dura para conectarse a Internet.
Por otro lado, estos grupos funcionan en una especie de zona gris legal, donde la comercialización de ciertos productos puede ser penalizada por el gobierno y donde también, la publicación de casos sensibles y críticas a la gestión de los organismos del estado y de las autoridades competentes, pueden ser penalizadas.
El régimen, se hace el de la vista gorda muchas veces con pedidos de ayuda como este, hecho por una madre que pidió ayuda para que su hija pueda encontrar unos documentos que extravió en un transporte urbano.
En esta otra publicación, donde un internauta señalaba que la PNR detuvo y luego soltó enseguida a un joven que padece de esquizofrenia y que estaba «colado» en una escuela secundaria metiéndose con las muchachitas, los llamados «héroes de azul» no quedaron muy bien parados. Tampoco es que les guste mucho que se conozca que las personas que padecen esta enfermedad anden sin control (y sin medicamentos), pero así y todo, el pueblo se vuelca a ser solidario.
Menos que menos tolera que madres, familiares y amigos, salgan a las redes sociales a pedir sangre, medicamentos o instrumental quirúrgico, como en este otro caso, y en ocasiones han salido a desmentir estos llamados desesperados.
¿Qué lógica tendría que alguien expusiera su necesidad desesperada de conseguir algo para salvar una vida, si fuese mentira?
Así y todo, «la salud», ese blasón que durante años ostentaron y ostentan, no merece el escarnio, y en ocasiones hacen el trabajo sucio. En lugar de salir a desmentir, ordenan al ejército de las llamadas «ciberclarias» a que lo desmientan por ellos.
Estos guerrilleros cibernéticos, a menudo agrupado por Comités de Base de la UJC o del PCC, ejercen como comentaristas; y no importa que vivan en Santiago de Cuba si hay que desmentir lo que sucede en la capital.
Así y todo las redes sociales prevalecen; y en un país donde todo el mundo necesita comprar, vender o encontrar algo, ya se admite de todo. Desde la publicación de un hecho de violencia, hasta un desaparecido.
Facebook incluso prohibe palabras como Amitriptilina. No importa, los cubanos burlan el robot y el algoritmo de la censura, poniéndole una raya encima; o simplemente deletreándola: a mi trip ti li na.
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