Los precios inflados y «multados» son una constante en las tiendas de divisas en Cuba. ¿Se habrá contagiado el Pentágono?
El Pentágono ha sido objeto de críticas debido a la exorbitante cantidad de dinero que ha pagado por varios productos cotidianos, costando a los contribuyentes más de $1.3 millones en incrementos de precio aparentemente innecesarios.
Un ejemplo destacado de esto es el caso de un contenedor de basura para el E-3 Sentry, un avión de vigilancia y radar, que Boeing vendió al Pentágono por más de $200,000 por cuatro unidades en 2020, lo que equivale a aproximadamente $51,606 por unidad. En 2021, Boeing cobró $36,640 por cada uno de los 11 contenedores de basura, resultando en un coste total de más de $400,000. Estos aumentos de precio le costaron a los contribuyentes un extra de $600,000 entre los dos contratos, recoge Responsible State Craft, desde los Estados Unidos.
El portal señala que este tipo de sobreprecio no es exclusivo de Boeing. Lockheed Martin aumentó el precio de un conducto eléctrico para el avión P-3 hasta 14 veces, lo que le costó al Pentágono un adicional de $133,000 entre 2008 y 2015. Además, la empresa Jamaica Bearings vendió al Departamento de Defensa 13 filtros de radio que antes costaban $350 cada uno por casi $49,000 por unidad en 2022. Este aparente aumento de precio costó a los contribuyentes más de $600,000 en tarifas adicionales.
Igualmente destacan que un patrón de aumento de precios se ha vuelto común entre los contratistas del Departamento de Defensa. Por ejemplo, Raytheon Technologies aumentó el precio de los misiles Stinger de $25,000 a más de $400,000 por unidad. Estas prácticas de aumento de precios reducen la eficacia militar y aumentan el gasto.
Según señala el medio, el Congreso ha llamado a investigar las acusaciones de abuso de precios por parte de los contratistas. Mientras tanto, las principales empresas de armas están reportando ingresos récord. Empresas como Lockheed Martin, General Dynamics y Raytheon Technologies han reportado altas demandas en la última década, permitiéndoles dar a los accionistas casi $20 mil millones el año pasado a través de recompras de acciones y dividendos.
Concluye Responsible State Craft diciendo que, además que casi la mitad del presupuesto del Pentágono propuesto por la administración Biden, que asciende a $842 mil millones, va a contratistas.
Muchos de estos contratos, añade el medio, reciben solo una oferta, lo que significa que hay pocas razones para que las empresas ofrezcan un precio justo. Las oportunidades de aumento de precios son particularmente comunes en contratos más pequeños, ya que los contratistas no están obligados a compartir sus costos para ningún trato valorado en menos de $2 millones.
Al Sur, el cuartico está igualito
No en el Pentágono, pero sí en el grupo hotelero Gran Caribe se dio un sonado escándalo en el año 2000-2001, cuando una auditoría interna encontró que el comprador de Gran Caribe para la Empresa Turística Cayo Largo del Sur, compraba a precio de venta – no de costo – las bebidas caras (como Whiskies «exoticos» – a una firma extranjera en La Habana, y que luego «se quedó» en México, con más de 2 millones de dólares, según el rumor que circuló por los pasillos de la entidad.
Este, es uno de los tantos casos, de ventas «infladas» en Cuba, en las tiendas, cuyo colofón – o tal vez sea mejor decir, «por ahora último» caso, fue expuesto por la joven Rouslyn Navia Jordán, quien encontró en una Tienda MLC, latas de puré de tomate al equivalente de $33 dólares, siendo curioso que no era una mercancía importada, sino producida en Cuba. La denuncia, que fue amplificada por medios de noticias independientes enfocados en el tema cubano, obligó a retirar el producto de las estanterías, pero no se informó de una investigación posterior ante lo que sin dudas tiene todas las cartas de ser un acto de corrupción, similar a lo visto en el Pentágono, miles de millas más al norte de Cuba.
En Cuba, las tiendas que operan en moneda libremente convertible (MLC) han sido un tema de gran controversia debido a los altos precios que a menudo superan con creces el valor de mercado de los productos que venden. Estos precios a menudo exceden los salarios medios, haciendo que los productos sean inalcanzables para muchos cubanos.
En Cubanet, por ejemplo, se informa que los paquetes de carne de cerdo pueden costar más de $20 MLC o hasta $50, dependiendo del tipo de corte. Esto supera la mitad del salario medio en Cuba. También se menciona que el paquete de 500 gramos de detergente que antes costaba alrededor de $1 dólar, ahora se vende a $2.70. Los colchones, un bien esencial, tienen precios que oscilan entre 425 y 765 MLC, precios que no se corresponden con su calidad.
En el Diario de Cuba, los precios de los electrodomésticos, como las lavadoras y los televisores, pueden llegar a costar 606 MLC y 838 MLC respectivamente. También se mencionan precios exorbitantes para los refrigeradores, que pueden llegar a costar hasta $2.290.
En Cibercuba Noticias, se proporcionan más ejemplos de los altos precios en las tiendas MLC. Un protector solar para niños puede costar $28.45, un precio que es más del doble del precio normal en otros mercados. También se mencionan altos precios para alimentos como el pavo, con un paquete que puede llegar a costar $71.25. Otros ejemplos incluyen una pierna ahumada por $224, el filete de carne de res por $23.80 el kg, y un pomo de espárragos blancos de Tudela en $68.
Estos ejemplos demuestran que el fenómeno de la venta de productos a precios exorbitantes en las tiendas MLC de Cuba es un problema grave, ya que los precios de muchos bienes esenciales y no esenciales superan con creces lo que la mayoría de los cubanos pueden permitirse, con precios que pueden alcanzar la altura de un cohete lanzado por el Pentágono, de los Estados Unidos.
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