Thomas Raynard James, un hombre que fue injustamente condenado y encarcelado por un crimen cometido por otro en el año 1990, es finalmente un hombre libre.
Tras haber pasado unos 32 años en prisión por un crimen que no cometió, Thomas Raynard James fue liberado en el día de ayer, según el anuncio hecho por la fiscalía estatal.
Fue la fiscal estatal Katherine Fernandez quien hizo el anuncio, e hizo saber a los medios y a la opinión pública que James, quien cumplía una condena a cadena perpetua, no era culpable del delito que se le imputaba.
James, de 55 años, fue condenado en el año 1991 bajo cargos de asesinato en primer grado por la muerte de Francis Mckinnon. En aquel entonces la Fiscalía incluso sopesó pedir la pena de muerte para Thomas Raynard James. De haberlo hecho, muy probablemente se le hubiese concedido y James no estuviese hoy entre los vivos para celebrar su liberación.
La fiscal Fernández dijo que, tras recuperar nuevas evidencias se llegó a la conclusión de que no fue James quien cometió el asesinato de Francis McKinnon, quien murió en enero del 1990 delante de su propia familia.
El día en que ocurrieron los hechos, Thomas Raynard James se encontraba detenido; pero siete meses después, cuando fue arrestado, tras haber sido «elegido» como culpable tras mostrársele a un testigo «estrella» una serie de fotografías, y tras haber recibido la policía «pistas anónimas» que lo vinculaban al asesinato, James no pudo propocionar una coartada sólida de dónde estaba ese día y a la hora en que ocurrió el crimen.
Habían pasado 7 meses y no podía recordarlo, pero su coartada era de hierro y él no lo descubrió hasta dos años después. Y es así: cuando McKinnon fue asesinado, él estaba tras barrotes. Ahora, tres décadas después la fiscalía ha admitido que fue un caso de identidad equivocada; sin ninguna evidencia física que lo vincule al asesinato ocurrido en Coral Gables.
La fiscal dijo ayer que muy probablemente, el verdadero responsable, quien tiene un nombre muy similar al de James, podría haber muerto sin enfrentar la justicia.
“La familia está feliz, todos estamos felices”, dijo su madre, Doris Strong. “No sé cómo se siente, pero puedo imaginármelo”.
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