En el siempre agitado universo del entretenimiento cubano, las palabras de Dianelys Alfonso, La Diosa, resuenan como un eco de catarsis y redención. La cantante, radicada en Estados Unidos desde el año 2023, volvió a hablar sin tapujos sobre el capítulo más ríspido de su rivalidad con la creadora de contenido Cinthia Medrano, La Cintumbare, una figura también conocida en el mundo de la música urbana y los dimes y diretes digitales.
Durante una entrevista reciente con el youtuber Adrián Fernández, La Diosa se sinceró sobre los motivos que la llevaron a pedir públicamente disculpas a la polémica influencer (ahora deportada), un gesto que lejos de apaciguar los ánimos, terminó convirtiéndola en blanco de burlas en redes sociales. “Yo obré bien porque yo estaba pidiendo paz […] Yo quiero criar a mis hijos, no quiero matarte como una perr*”, expresó con indignación.
Sus palabras no dejan lugar a la duda: La Diosa no solo buscaba un cierre mediático, sino un verdadero cambio personal. Un giro hacia la calma, lejos del ruido constante de las controversias. Pero en el mundo del chisme digital, las intenciones nobles suelen distorsionarse rápido. Las redes, que muchas veces funcionan como paredón público, le pasaron factura.
Una de las frases más repetidas de la entrevista fue su reflexión sobre las consecuencias de actuar desde la humildad: “Cuando yo pedí la disculpa a La Cintumbare, me criticó todo el mundo, todo el mundo me humilló”. Y es ahí donde se asoma uno de los conceptos clave de esta historia: el linchamiento virtual. Un fenómeno cada vez más común entre figuras públicas cubanas, que viven atrapadas entre el deber de mantener su presencia digital activa y el precio emocional de exponerse a la opinión pública sin filtros.
La Diosa también habló de su retiro temporal de las redes, una decisión que muchos podrían considerar radical, pero que en su caso fue sanadora. Le permitió, según sus propias palabras, reenfocarse en su carrera, criar a sus hijos en paz y, como quien dice, “pasar la página”. Mientras tanto, el destino de La Cintumbare tomó otro rumbo: fue deportada a Cuba. “¿Dónde terminó ella? En Cuba, el primer avión que salió para quién fue, para ella, eso fue la mano de Dios”, dijo La Diosa, sin eufemismos ni dobleces.
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Mención especial merece su confesión sobre su relación con la espiritualidad y el sincretismo religioso cubano. La cantante, sin pelos en la lengua, admitió haberle pedido a Changó -deidad yoruba asociada al poder y la justicia- que alejara a su rival, no por odio, sino por evitar una desgracia mayor: “Yo no le pedí que la matara un carro, yo le pedí que la deportaran, porque si yo la veía iba a tener yo una desgracia”.
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En otro momento de la charla, habló sobre lo que representa para ella vivir en Estados Unidos. “Aquí lo que cuenta es la plata, el dinero para pagar los biles… y sin hacerle daño a nadie”, comentó con la franqueza de quien ha tenido que adaptarse a otro sistema, uno en el que la fama no garantiza estabilidad y donde cada día es una carrera de resistencia para el migrante cubano promedio.