La crisis energética que enfrenta Cuba ha expuesto la vulnerabilidad de su infraestructura y el fracaso de su modelo económico centralizado. Dos expertos, citados y entrevistados por el diario español El País, exponen las aristas de la causa principal del problema que el gobierno no quiere reconocer y es esta: «no habrá cambio en el sector eléctrico sin cambio de modelo económico»
Jorge Piñón, experto en energías citado por El País, ha señalado que el sistema eléctrico cubano es comparable a un «almendrón», un coche viejo en constante reparación que, aun con ajustes, nunca funcionará al nivel requerido. Esta metáfora resume lo que ha sido la gestión energética del país en las últimas décadas: una acumulación de problemas estructurales sin solución definitiva.
Desde mediados de octubre de 2024, el país ha sufrido apagones masivos que han dejado a millones de personas sin electricidad durante días.
Según El País, las autoridades cubanas han intentado restaurar el servicio de forma parcial, pero la realidad es que la red eléctrica se encuentra en un estado tan deteriorado que cualquier intento de reparación es un simple «parche» temporal. Los ciudadanos han reportado hasta 76 horas sin electricidad, con consecuencias que van desde la pérdida de alimentos hasta el riesgo para la salud de personas que dependen de equipos médicos.
El economista Ricardo Torres señala que la crisis eléctrica no es nueva ni sorprendente. El sistema cubano ha estado al borde del colapso durante años, ya que el país no genera divisas suficientes para adquirir combustible y ha invertido poco en renovar su infraestructura. Además, Cuba depende en gran medida de importaciones de petróleo de Venezuela, México y Rusia, países que han disminuido sus envíos en los últimos años, agravando la situación.
Los especialistas consultados por El País coinciden en que el problema no es solo técnico, sino que está directamente relacionado con el modelo económico del país. Según Piñón, no habrá un cambio en el sector energético hasta que se permita la inversión abierta y se descentralice la economía. Torres añade que el gobierno ha destinado grandes sumas de dinero a otros sectores, como la construcción de hoteles de lujo, mientras descuida áreas esenciales como la energía.
A pesar de la promesa del gobierno cubano de transitar hacia energías renovables, los expertos son escépticos. Piñón asegura que el país carece de los recursos tecnológicos y financieros para implementar un sistema basado en energías limpias como la solar y la eólica. La producción de energía a partir de biomasa, otro de los proyectos planteados, es inviable dado el estado de la industria azucarera en la isla, que se encuentra en ruinas.
Según el análisis de Piñón y Torres, Cuba necesitaría entre 8.000 y 10.000 millones de dólares durante los próximos diez años para recapitalizar su sector energético.
Sin embargo, este tipo de inversión solo sería posible si el país logra generar crecimiento económico, algo difícil de lograr bajo el actual modelo centralizado. Las soluciones a corto plazo, como la reorganización de la generación eléctrica mediante pequeñas «islas» de energía, no hacen más que postergar el colapso inevitable.
Finalmente, los expertos señalan que el futuro energético de Cuba depende de una transformación radical en su modelo económico. Mientras el gobierno siga controlando todos los aspectos de la economía y no permita la entrada de inversión extranjera, el país seguirá atrapado en un ciclo de crisis energética y parálisis económica. La transición hacia un sistema más sostenible requerirá tiempo, recursos y, sobre todo, voluntad política para cambiar un modelo que ha demostrado ser ineficaz.
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