La Habana, una ciudad que antaño deslumbraba por su arquitectura ecléctica y majestuosa, hoy se enfrenta a una realidad desoladora: sus joyas arquitectónicas se desmoronan ante la indiferencia estatal y el implacable paso del tiempo.
Hoy, el medio oficialista Trabajadores anunció la inminente presentación de 30 obras consideradas joyas de la arquitectura y el urbanismo en la capital cubana, seleccionadas por sus valores patrimoniales y reconocimiento ciudadano. Sin embargo, esta iniciativa parece más un intento desesperado por aferrarse a un legado que se desmorona, literalmente, día tras día.
La selección incluye emblemáticos como el Castillo de los Tres Reyes del Morro, la Fortaleza de San Carlos de La Cabaña, los edificios Focsa y Bacardí, las escuelas de arte, las universidades de La Habana y la Cujae, así como el Paseo del Prado y la 5ta Avenida. No obstante, mientras se eligen estas «joyas», otras tantas se pierden irremediablemente debido al abandono y la falta de mantenimiento.
El deterioro de la infraestructura en La Habana no es un secreto. Los derrumbes se han vuelto parte del paisaje cotidiano, afectando tanto a edificaciones de alto valor patrimonial como a viviendas humildes. En octubre de 2023, un edificio multifamiliar en La Habana Vieja colapsó parcialmente, afectando a 65 familias. Afortunadamente, no hubo pérdidas humanas, pero las condiciones de vida de los afectados se deterioraron aún más.
Y si bien es cierto que este edificio multifamiliar no era una joya arquitectónica propiamente dicha, si lo era el emblemático Edificio Manzanares, construido en 1944 y considerado una joya del art déco cubano.
En junio de este año, el Manzanares sufrió un derrumbe parcial que afectó varias viviendas. Los residentes, que habían alertado sobre el peligro inminente, quedaron desamparados ante la falta de respuesta efectiva por parte de las autoridades.
El Manzanares no clasificó para este «premio matrimonial», como tampoco clasificó para el nombramiento el edificio que se derrumbo recientemente tras el paso del huracán Rafael, en la calle Consulado, en Centro Habana. El inmueble sufrió un derrumbe parcial, generando pánico entre los vecinos.
Afortunadamente, al igual que en el derrumbe del Manzanares, no se reportaron pérdidas humanas en este incidente citado en el párrafo anterior, pero en octubre de 2023, el derrumbe de un edificio en la calle Lamparilla sí dejó tres fallecidos, entre ellos dos bomberos que intentaban rescatar a los residentes atrapados.
Este suceso evidenció la negligencia estatal, ya que los vecinos habían alertado sobre el peligro meses antes sin recibir respuesta. Ese edificio tampoco clasificó para este listado de joyas.
La paradoja es evidente: mientras se anuncian selecciones de edificaciones emblemáticas, otras se desmoronan sin que se tomen medidas efectivas para su conservación. La falta de mantenimiento, la desidia estatal y la ausencia de políticas públicas orientadas a la preservación del patrimonio han convertido a La Habana en una ciudad donde el pasado glorioso se desintegra ante la mirada impotente de sus habitantes.
La elección de las 30 joyas arquitectónicas de La Habana podría interpretarse como un intento de las autoridades por mostrar interés en la conservación del patrimonio. Sin embargo, sin acciones concretas y sostenibles, esta selección se convierte en una lista melancólica de lo que alguna vez fue y que, de no cambiar la situación, pronto dejará de ser.
De nada sirven los premios y nombramientos si no se toman acciones concretas para la conservación.
Algo es seguro en cuanto a La Habana si las cosas siguen como van y es esto: las futuras generaciones solo conocerán la grandeza arquitectónica de su ciudad a través de fotografías, relatos nostálgicos, y algún cuento que pasó de boca en boca, de generación en generación.
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