«Cosas veredes, Mio Cid«. ¡El Ministro (blanco) de Cultura de Cuba hablando sobre el racismo en la isla!
Cuando uno cree que no hay mayor espacio para el ridículo nacional, el Ministro de Cultura de Cuba Alpidio Alonso Grau se aparece en Cienfuegos hablando sobre el racismo en la isla, dejándonos perlas retóricas que, los neófitos y asustadizos presentes, ni siquiera se atrevieron – quien sabe si por desconocimiento – a refutar.
Allí, en su salsa, el majá le dijo arrastrado al jubo.
Mediante un reporte de la televisora oficialista Perlavisión, pudimos conocer cómo quedó montada la escena. Allí, Alpidio, blanco, se hizo acompañar de la negra Ines María Chapman, para decir entre otras cosas que las expresiones de racismo no han sido eliminadas en Cuba.
Entre las perlas dichas, Alpidio dijo que «la Revolución creó condiciones para todos», pero que «ahora en un momento de dificultades económicas tan profundas como la que estamos pasando, salen a flote esas desventajas”.
La declaración de Alonso Grau, si bien pone de relieve la persistencia de problemas relacionados con la discriminación racial en Cuba, es oportunista por varias razones.
En primer lugar porque las historias del racismo dentro del Ministerio de Cultura que él regenta son muchas, y no se limitan a las muchas declaracionas de artistas cubanos negros, que se han quejado más de una vez sobre el racismo y favoritismo imperantes en la Televisión Cubana, la Escuela Nacional de Arte (ENA) y el ICRT. Las declaraciones de actores como Jenrry Betancourt e Ileana Wilson (desde España) son más que significativas. También tenemos las declaraciones de Aseneth Rodríguez y Elvira Cervera
Cubanet, en un artículo publicado en el año 2013 nos recuerda del incomodo que causó en el ámbito de la Cultura en la isla, el estreno en 1964, de la versión de Romeo y Julieta, bajo la dirección del dramaturgo checo Otomar Kreija, donde, la actriz que interpretó a la joven Capuleto, Bertina Acevedo, por ser negra, incomodó a mucha gente.
El propio texto señala que «Giselle no ha dejado de ser blanca en el Ballet Nacional de Cuba», y en su final recoge cómo ni las actrices Alina Rodríguez, ni la ya mencionada Ileana Wilson, ni Gladys Zurbano, ni Monse Duany, ni Miriam Socarrás, ni Tamara Castellanos, ni María Teresa Pina, ni Luisa María Jiménez, o las más jóvenes, como Camila Arteche, «ninguna ha sido novia en el cine cubano»
Pero, ni siquiera hay por qué ir tan atrás en el tiempo para desmontar la preocupación antirracista del Ministro de Cultura de Cuba quien, a raíz de los escándalos provocados por el trovador Fernando Bécquer, no se cansó de llamarlo «el negro de pin… este», entre sus allegados y súbditos.
Recientemente, una controversia alrededor de una pintura de la reconocida cantante cubana Daymé Arocena, creada por el pintor Nelson Domínguez y exhibida durante el Festival de Jazz Plaza en La Habana, sacó a la luz las profundas y persistentes tensiones raciales en Cuba, incluso dentro del propio Ministerio de Cultura. La obra, que representaba a Arocena de manera despectiva y grotesca como una aura tiñosa, fue duramente criticada por su carácter racista y misógino. Sin embargo, las autoridades culturales del país permanecieron en el más absoluto silencio.
La exposición, que tuvo lugar en el lobby de la Sala Avellaneda del Teatro Nacional, no sólo indignó a los asistentes sino que generó una oleada de críticas en las redes sociales.
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El crítico de arte Hamlet Fernández Díaz describió la obra como una «animalización grosera y grotesca» de una artista que ha roto con los estereotipos y se ha impuesto con su talento y coraje; a la vez que lamentó que la curadora de la exposición decidiera mantener la pieza expuesta, lo que considera una falta de respeto hacia Arocena y hacia la comunidad artística.
El Observatorio de Derechos Culturales (ODC) también se pronunció en contra de la pintura, señalando que representa «un nuevo incidente de descalificación amparado por la institución contra una artista que no reproduce la narrativa oficial», un detalle no menor a tener en cuenta pues, en este contexto, figuras destacadas de la raza negra dentro de la cultura cubana como Cimafunk, Brenda Navarrete, Ethiel Failde y Laritza Bacallao son utilizadas convenientemente por el Ministerio de Cultura como embajadores culturales en eventos internacionales; seleccionados más por su alineación con la narrativa oficial que por una verdadera representación de la diversidad y la inclusión racial en el país. La propia Daymé Arocena, talentosa ella sola como todos los demás juntos, ha sido explícita varias veces en varias entrevistas acerca de cómo, por ser mujer negra y gorda, fue racialmente estigmatizada dentro de los propios organismos e instituciones de la Cultura cubana.
La respuesta oficial del Ministerio de Cultura ante este escándalo de la pintura fue prácticamente nula, optando por enviar a un emisario ideológico, el recientemente fallecido Pedro de la Hoz, intelectual negro, a escribir una pálida crítica en el diario Granma, donde ni siquiera mencionó los nombres de los involucrados ni abordó la gravedad del asunto, y todo lo abordó de manera muy abstracta.
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El caso de Arocena es un recordatorio contundente y reciente de que el racismo y la discriminación siguen siendo problemas significativos en Cuba, a menudo invisibilizados por un sistema que prefiere proyectar una imagen de inclusión y diversidad superficial mediante discursos retóricos como este que, ahora en Cienfuegos, ha pronunciando el blanco Alpidio Alonso.
Existe una necesidad urgente de un diálogo sincero y acciones concretas para abordar estas cuestiones en la sociedad cubana y sus instituciones culturales, donde la falta de acción oficial, no de discursos huecos, ha sido vista por muchos como un reflejo del blanquismo que impera en el Ministerio de Cultura y todas las instituciones que se le supeditan, donde la mayoría de los funcionarios y dirigentes son blancos y se consideran una élite cultural.
La periodista del Telecentro Perlavisión Ismary Barcia, o algunos de los presentes en la sala donde el majá de Alpidio le dijo arrastrado al jubo, debieron instar al muelero a revisar su agenda cultural y considerar los intentos de blanqueamiento y trivialización de los derechos culturales en la isla, y no a hablar sobre lo que él no practica.