El Festival de Cine de La Habana exhibe películas críticas sobre veteranos de la guerra de Angola

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El Festival de Cine de La Habana, que celebra la segunda parte de su edición 42 del 3 al 12 de diciembre, exhibe los documentales Los niños lobo (Otávio Almeida, 2019) y Entre perro y lobo (Irene Gutiérrez, 2020), que ofrecen una mirada crítica al presente de los soldados cubanos veteranos de la participación cubana en la guerra civil de Angola entre 1975 y 1991, muy diferente al enfoque épico y heroico que han dado los medios oficiales a esta contienda.

Los niños lobo compite en el Festival por el Premio Coral a Mejor Corto y mediometraje documental, y está realizado por el brasileño Otávio Almeida como parte de un ejercicio académico durante sus estudios en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (EICTV), donde se graduó de documentalista.

Su relato se concentra en la influencia de los fantasmas y traumas de un ex combatiente inválido en sus dos hijos pre adolescentes, quienes recrean no pocos horrores en sus juegos infantiles.

Fotograma de Entre perro y lobo. Imagen tomada de Cinemagavia.

Entre perro y lobo integra la selección de largometrajes documentales en competencia y está realizado por otra graduada de la EICTV, la española Irene Gutiérrez, quien se concentra en seguir las peripecias de tres veteranos cubanos, Esteban, Miguel y Alberto, quienes habitan las montañas orientales de la Sierra Maestra cubana, y pasan largas temporadas en el monte preparándose para otra posible guerra que vendrá. O quizás reproduciendo sus traumas de la guerra pasada.

Ayer 7 de diciembre se conmemoró en Cuba a los soldados caídos en la guerra de Angola, comparándolos con la grandeza de Antonio Maceo. En el discurso oficial del gobierno cubano y sus instituciones siempre ha primado el enfoque glorioso, épico, heroico, donde se exaltan las virtudes de los soldados cubanos que “cumplieron misión internacionalista”, como se definió esta acción bélica fuera del territorio nacional.

Populares series televisivas como Algo más que soñar (Eduardo Moya, 1984), y películas como Caravana (1990) y Kangamba (2008), ambas de Rogelio París, Sumbe (Eduardo Moya, 2011), y el cortometraje animado N´vula (Juan Padrón, 1981), producidas todas por el ICRT y el ICAIC, tributan a esta perspectiva. Lo mismo para la documentalística con títulos como Corresponsales de guerra (Belkys Vega, 1985), Roja es la tierra (Rigoberto López, 1986), y varias emisiones del Noticiero ICAIC Latinoamericano.

Sin embargo, recientemente se han filmado estas otras miradas sobre tal guerra, y sobre todo sus secuelas en sus participantes vivos, en sus veteranos, que difiere de la épica heroica del discurso oficial.

Además de Los niños lobo  y Entre perro y lobo, otras películas documentales han abordado tales problemáticas, como Días de diciembre (Carla Valdés, 2016), en el que la realizadora cubana indaga las  repercusiones actuales de la guerra de Angola en las familias de caídos en combate, en los veteranos militares y en los corresponsales de guerra.

La anciana Fela perdió perdió sus dos hijos mayores en Angola y en la otra guerra de Etiopía, Delfín, habitante de la Sierra Maestra, se muestra traumado por su experiencia en la guerra, y el fotorreportero Oscar vive en pésimas condiciones, entre inundaciones y medallas.

La finca del miedo (2017), de la realizadora mozambicana Lara Souza, fue igualmente filmado durante un ejercicio académico de la EICTV, y traza un retrato audiovisual del veterano Alberto Santana —uno de los tres protagonistas de la cinta de Irene Gutiérrez—, quien fuera francotirador de las tropas cubanas durante la guerra de Angola, y rememora sus objetivos humanos.

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