EE.UU. alardea de su trabajo sin la USAID, pero lo expertos aseguran otra cosa

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El huracán Melissa, que dejó una estela de destrucción en Jamaica, Cuba, Haití y Bahamas, fue el primer examen serio del “nuevo” andamiaje de asistencia exterior de Estados Unidos tras el cierre de la USAID en 2025. Washington se declara satisfecho: asegura que, con el Departamento de Estado al mando, la respuesta es ahora más ágil, coordinada por burós regionales y alineada con su diplomacia.

Lo repiten voceros y lo reivindica el secretario de Estado Marco Rubio, que defendió el desmantelamiento de la agencia como una poda de “ineficiencias”. Sobre el papel, el paquete para Melissa suma 24 millones de dólares —12 para Jamaica, 8,5 para Haití, 3 para Cuba y medio millón para Bahamas— y se apoya en entregas puntuales junto al PMA: cinco mil raciones familiares en Jamaica y 18 toneladas de alimentos para Haití.

En el terreno, sin embargo, la realidad luce menos ordenada. Jamaica carga con barrios enteros reventados y provincias donde se estima que hasta nueve de cada diez edificios sufrieron daños. La isla lidia con 4,8 millones de toneladas de escombros que tapan carreteras, bloquean clínicas y alargan la agonía. Desde el PNUD insisten en lo obvio y lo urgente: sin retirar esa montaña de residuos, no hay recuperación posible ni regreso de los servicios básicos.

El contraste se vuelve más áspero cuando se amplía el foco. La eliminación de USAID no solo cambió un organigrama; desactivó programas que durante décadas sostuvieron vacunaciones, controlaron brotes y financiaron redes comunitarias.

Así lo sostiene The New Yorker, en un artículo titulado «The Shutdown of U.S.A.I.D. Has Already Killed Hundreds of Thousands«, donde recoge, por ejemplo, un tablero independiente que compila impactos y un ensayo del médico y exfuncionario Atul Gawande convergen en una cifra pavorosa: más de 600.000 muertes adicionales desde enero-julio de 2025, dos tercios de ellas de menores de cinco años.

La interrupción de líneas de trabajo contra malaria, VIH, tuberculosis y desnutrición elevó casos y mortalidad: solo la malaria sumaría más de siete millones de infecciones extra y decenas de miles de fallecimientos. En Kakuma, Kenia, el documental Rovina’s Choice muestra los pasillos vaciados de personal y la dieta recortada a menos de la mitad, un resumen brutal de lo que significa cerrar la llave.

Antes del hachazo, USAID era una maquinaria imperfecta pero vital: estimaciones publicadas en The Lancet le atribuyen 92 millones de vidas salvadas en veinte años con un costo modesto por contribuyente. Hoy, con los sistemas de monitoreo relegados y los contrapesos debilitados, la opacidad crece. Melissa exhibe el desfase entre la narrativa de eficiencia y la magnitud de las necesidades. La factura humana del experimento, advierten expertos, seguirá llegando por años.

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