Díaz-Canel: Cuba no enfrenta una situación excepcional; enfrenta la misma situación hace 65 años

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Si hay algo verdaderamente excepcional aquí, Díaz-Canel, es la capacidad del pueblo cubano para sobrevivir en condiciones tan adversas durante tanto tiempo; o permitir que Uds. lleven tanto tiempo en el poder

En un reciente discurso del mandatario cubano Miguel Díaz-Canel, publicado en el medio oficialista Juventud Rebelde, se refirió a la situación actual de Cuba como «excepcional», destacando dos grandes problemas: una crisis energética severa y la amenaza del huracán Oscar. Sin embargo, afirmar que la isla vive algo “excepcional” parece un eufemismo para una situación que no es ni novedosa ni extraordinaria. De hecho, lo que está ocurriendo es una repetición cíclica de problemas que Cuba enfrenta desde hace más de seis décadas.

La crisis energética: Un cuento de nunca acabar

Díaz-Canel culpa al «recrudecido bloqueo» de Estados Unidos por la falta de combustible y suministros, sugiriendo que este es el principal causante de los problemas energéticos del país.

Sin embargo, es necesario recordar que la crisis del sistema eléctrico en Cuba no es algo reciente. Desde los años 90, durante el Período Especial, el país ha lidiado con apagones frecuentes, que se han convertido en parte de la cotidianidad de la población. De hecho, la falta de inversión en infraestructura y la dependencia en fuentes de energía obsoletas y poco eficientes han sido problemas persistentes en la isla.

Cuba ha dependido por décadas del petróleo venezolano, cuya oferta ha disminuido debido a la propia crisis que atraviesa ese país. Esta dependencia es en sí una muestra de la falta de una estrategia energética sostenible, y culpar al embargo es solo parte del discurso oficial.

¿No es acaso responsabilidad del gobierno prever soluciones a largo plazo, diversificar fuentes de energía, o al menos preparar una infraestructura más resiliente? La incapacidad de hacerlo ha dejado al país vulnerable una y otra vez, y lo que se vende como “excepcional” es, en realidad, la norma.

¿De quién fue la nefasta idea de la «Revolución Energética», gastando millones y millones de dólares, y conviertiendo a los hogares cubanos en electrodependientes a la hora de cocinar los alimentos? ¿Por qué no se invirtió ese dinero en parques fotovoltaícos y eolicos? ¿Por qué se vino a autorizar recientemente la importación de paneles solares y no antes?

La respuesta es obvia y no es «el bloqueo». Y aquí una muestra.

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La respuesta del pueblo: ¿Solidaridad o resignación?

Otro punto resaltado por Díaz-Canel es la «solidaridad» del pueblo cubano, elogiando cómo la población ha cooperado para enfrentar tanto la crisis energética como el huracán. Sin duda, la solidaridad es un valor muy presente en la sociedad cubana, pero hay una línea fina entre la solidaridad genuina y la resignación impuesta por un sistema que constantemente falla en proveer los servicios básicos.

La retórica de que el pueblo siempre está dispuesto a sacrificarse parece más bien un intento de disfrazar la realidad: los cubanos no tienen otra opción.

La resignación ante los apagones, la escasez de alimentos y otros problemas de infraestructura se ha convertido en un mecanismo de supervivencia. ¿Hasta cuándo se le pedirá al pueblo cubano que aguante? Ya no se trata de solidaridad voluntaria, sino de una respuesta a las dificultades impuestas por un sistema que no ofrece alternativas reales para mejorar la vida cotidiana de su gente.

El fantasma del vandalismo y la contrarrevolución

En su discurso, el presidente menciona que algunos «elementos vandálicos» han aprovechado la situación para crear disturbios y alteraciones del orden público.

Como de costumbre, el gobierno cubano no tarda en señalar a «operadores de la contrarrevolución cubana» como responsables de cualquier acto de inconformidad o protesta. A menudo se refiere a «las plataformas de intoxicación mediática» y casi siempre señala como «mercenarios pagados por el imperio» a la gente que protesta. Esta narrativa, recurrente en los discursos oficiales, no solo desvirtúa las legítimas preocupaciones de una población agobiada, sino que también suprime cualquier intento de disenso.

El uso del término «vandalismo» para describir actos de desesperación, y la referencia a personas que actúan bajo los efectos del alcohol, refleja una visión paternalista y criminalizadora hacia quienes, en muchos casos, no ven otra salida a su frustración.

Después de todo, ¿quién no se sentiría desesperado en un país donde los apagones son tan comunes como el sol y la luna? Reprimir estas expresiones bajo el pretexto de que son inducidas por «la contrarrevolución» es ignorar los verdaderos motivos detrás del descontento.

Un ciclo que se repite

Díaz-Canel concluye su intervención asegurando que el sistema energético nacional se está trabajando con todo el «potencial profesional y operativo» para solucionar la situación.

Sin embargo, este discurso es casi idéntico al que han ofrecido los mandatarios cubanos desde hace décadas. Lo mismo se dijo durante el Período Especial, lo mismo se repitió con las crisis energéticas de principios de los 2000; lo mismo dijo él el año pasado cuando prometió que para octubre (2023) se solucionarían los problemas de los apagones para los cubanos, y aquí estamos nuevamente, en octubre de 2024, escuchando las mismas promesas vacías.

El hecho es que Cuba no enfrenta una situación excepcional. Lo que enfrenta es una prolongada crisis estructural, producto de decisiones políticas erradas, una falta de inversión real en infraestructura y una dependencia casi patológica de culpabilizar al exterior de todos sus males.

Después de 65 años de Revolución, los mismos problemas siguen ahí: apagones, escasez, y un pueblo que, más que nunca, está cansado de las promesas incumplidas.

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