Según diversas agencias y medios de prensa suman ya un millón los desplazados de Ucrania como consecuencia de la guerra e invasión impuesta por Rusia en el país europeo, y todos coinciden en afirmar que el éxodo continuará, a medidas que las tropas rusas continúen su avance, aunque mucho cifran sus esperanzas en que las sanciones hagan a Putin bajar la cabeza en la mesa de las negociaciones.
Las agencias señalan que un millón de desplazados como consecuencia de la guerra, en una semana, es un número demasiado alto para no tener en cuenta. Otros, con justeza, reclaman que un número similar y mayor se ha desplazado de lugares de Africa y el Medio Oriente, y que incluso barcos europeos que los han rescatado del mar Mediterráneo no han podido luego tocar puerto, frenados por los propios gobiernos que ahora se muestran solidarios con los desplazados italianos. La referencia, tácita a países como España e Italia es más que evidente.
Sin embargo, pugnas aun lado, la verdad es esta: el conflicto ha provocado una crisis humanitaria en crecimiento en Europa, y ha visibilizado el doble rasero mediante el cual son juzgados los migrantes desplazados por conflictos bélicos.
“He trabajado en emergencias de refugiados durante casi 40 años y rara vez he visto un éxodo tan rápido como este”, dijo Filippo Grandi, el alto comisionado de la ONU para los refugiados, en un comunicado emitido el jueves.
En Twitter, retomó la misma idea y además añadió:
En solo siete días hemos sido testigos del éxodo de un millón de refugiados de Ucrania a los países vecinos.
«Para muchos millones más, dentro de Ucrania, es hora de que las armas se callen, para que se pueda brindar asistencia humanitaria que salve vidas.»
El bombardeo de las ciudades ucranianas ha impulsado a los residentes a huir a los países vecinos y obligaron a muchos más de los 44 millones de residentes de la nación para buscar refugio subterráneo o directora oeste por carretera o tren.
Muchos de los desplazados de Ucrania viajan a pie, cargando pesadas mochilas que contienen todas las posesiones que podrían llevar. Con las temperaturas frías, se envuelven en gruesos abrigos de invierno y sombreros, y aquellos que tienen hijos pequeños, empujan coches con la esperanza, bastante «afortunada» por ahora, de que les abrirán las puertas donde quiera que lleguen.
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