“Hija, tu papi se está muriendo… por favor no me dejes morir”. Con esa frase —desgarradora y pública— una cubana identificada en redes como Rud González pidió auxilio para conseguir cloranfenicol intravenoso para su padre, diagnosticado con una infección por E. coli en los riñones y con múltiples ingresos fallidos por falta del antibiótico que, según urocultivos recientes, sería el único al que la bacteria mostró sensibilidad.
La denuncia fue reproducida por medios digitales y se ha compartido ampliamente en Facebook, donde la familia afirma que el fármaco “no existe” en Cuba y que solo podría obtenerse con receta en otros países.
En su publicación, la joven comparte un número de contacto. Decenas de respuestas de otros cubanos revelan que todos – o casi todos – viven situaciones similares, ya sea buscando cloranfenicol u otros antibióticos.
Sin embargo, más allá de las lamentaciones, en los comentarios del post se ve una cadena de apoyo y urgencia: familiares y amigos confirman el diagnóstico y precisan que el fármaco requerido es cloranfenicol en ampollas —“mamita, es el cloranfenicol ampula”, responde Tania González Aleaga—, mientras otros piden hacer la publicación “compartible” para amplificar la búsqueda (“pon la publicación para que se pueda copiar…”, sugiere La Gata Sánchez).
Varias personas ofrecieron su ayuda. En casi todos los comentarios se repiten las muestras de fe —“Dios ponga su mano”— y de ánimo a la hija (“no te canses de luchar”).
El pedido expone, una vez más, la doble urgencia: por un lado, la respuesta humanitaria inmediata para casos individuales; por otro, soluciones estructurales que devuelvan estabilidad al cuadro básico de medicamentos y eviten que una infección tratable termine convirtiéndose en una sentencia.
El caso se suma a un patrón de escasez de medicamentos que las propias autoridades y organismos internacionales han reconocido. En julio, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) advirtió que la falta de reactivos y antibióticos en Cuba estaba afectando incluso el control de enfermedades invasivas como las meningitis bacterianas, un indicador de cómo la carencia de insumos esenciales golpea la atención hospitalaria.
La crisis sanitaria se enmarca en una situación económica severa que arrastra al país desde la pandemia y que se ha profundizado con restricciones financieras y energéticas. A finales de 2024, Naciones Unidas y diversos análisis internacionales describieron a Cuba atravesando su peor crisis en décadas, con impacto directo en servicios básicos; mientras, en 2025, agencias de noticias han documentado colas en farmacias y pacientes que dependen de compras en divisas o envíos desde el exterior para completar tratamientos.
En paralelo, profesionales y familiares llevan años recurriendo a redes sociales para localizar antibióticos, analgésicos y material médico, un fenómeno que Reuters y otros medios han reportado desde la pandemia y que hoy vuelve a tomar fuerza ante la persistencia de la escasez.
El cloranfenicol —el medicamento que solicita la hija— es un antibiótico antiguo, incluido en la Lista Modelo de Medicamentos Esenciales de la OMS en presentaciones inyectables para cuadros graves y específicos (por ejemplo, ciertas meningitis), pero su uso requiere criterios clínicos estrictos debido al riesgo de efectos adversos serios como la aplasia medular. Ese perfil explica que, en muchos países, su dispensación esté fuertemente regulada y se limite a hospitales.
En Cuba, la estatal BioCubaFarma y el Ministerio de Salud Pública han reconocido de forma intermitente déficits de producción y de importación de medicamentos por falta de materias primas y financiamiento; la consecuencia práctica es la intermitencia de antibióticos y otros esenciales en el circuito público. Reportes internacionales recientes describen esa combinación de factores —deuda con proveedores, insumos que no llegan y fallos logísticos— como la raíz de un desabastecimiento que no cede.
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