Vuelven a censurar a Celia Cruz en Cuba. Esta vez descaradamente y en su centenario

Havana
algo de nubes
23.2 ° C
23.2 °
23.1 °
94 %
0.5kmh
20 %
Vie
29 °
Sáb
29 °
Dom
30 °
Lun
27 °
Mar
23 °

La escena es conocida y, sin embargo, no deja de escandalizar. A punto de cumplirse el centenario de Celia Cruz, Teatro El Público y la Fábrica de Arte Cubano preparaban un tributo en La Habana para el domingo 19. Ensayos, músicos, un guion que apostaba por celebrar a la artista con la naturalidad que merece cualquier figura mayor de nuestra cultura. Pero…

De pronto, citaciones, órdenes inapelables, amenazas veladas. Y un comunicado tan torpe que ni siquiera se atreve a escribir su nombre. La denuncia pública hecha en Facebook por la investigadora Rosa Marquetti – convertida desde hace unos años en historiadora casi personal de la vida de Celia Cruz – describe, con precisión y tristeza, esa coreografía de la censura que ya parece automática: el poder se incomoda, baja la palanca y borra. O intenta borrar, como recoge el portal Café Fuerte.

La confirmación del portazo no tardó en llegar por la vía periodística. Medios independientes informaron que las autoridades culturales prohibieron la gala en FAC para homenajear a Celia por sus cien años, un acto que tenía respaldo artístico y sentido histórico, y cuya cancelación desnuda la continuidad de una práctica que el país finge haber superado: la del llamado Quinquenio Gris. Llegó en forma de escueto anuncio.

No es un episodio aislado. La historia oficial intentó arreglar cuentas en 2012, cuando varias radios levantaron discretamente la llamada “lista” de artistas vetados, con Celia en el centro simbólico de ese repertorio. Sin embargo, aquella rectificación nunca fue transparente ni plena; hubo despachos que anunciaron el fin del veto, al tiempo que funcionarios del ICRT aseguraban que la música de Celia seguiría fuera del éter nacional.

Diez años después, y aun con guiños puntuales en la televisión o en la prensa, la percepción pública sigue siendo la de una tolerancia vigilada, una admisión a medias, una grieta por donde entra un poco de aire y se vuelve a cerrar. El episodio de FAC, denunciado ayer, demuestra que la llave de esa grieta continúa en las mismas manos y se sigue girando con idéntica lógica punitiva.

Conviene leer, además, los argumentos que se esgrimen cada vez que el aparato intenta justificar lo injustificable. En la prensa oficialista o para-oficial se ha repetido, por años, la idea de que Celia tomó un camino político “controversial”, que “atentaba contra los suyos”, y que de ahí emanaría la sombra que aún la persigue en la programación cultural del país. Lo que no se dice es que ningún alegato ideológico resiste el derecho de un pueblo a escuchar, estudiar y homenajear a una de sus artistas esenciales. O mejor dicho: a la más grande y universal de todas.

El texto de Marquetti sintetiza algo más hondo: el miedo a un nombre, y al actuar machista y racista.

No es solo el rechazo a una figura del exilio ni un anticomunismo reflejo. Es el pavor al poder convocante de una artista negra, mujer, popular, gozosa, que en vida y después de muerta ha unido más cubanos que cualquier consigna. Prohibir el tributo y ni siquiera nombrarla en el comunicado del censor confirma esa fobia semántica. Borrar el sustantivo para intentar borrar el símbolo.

Hay quien dirá que algo cambió, que ya no estamos en los 60, 70 u 80, que Celia suena «escapada», en alguna emisora y que se le menciona en un reportaje cada tanto. Precisamente por eso la prohibición en FAC, de la mano de la Seguridad del Estado y la aprobación de las autoridades culturales cubanas, es doblemente grave: porque dinamita los pequeños avances, reinstala la arbitrariedad como norma y envía un mensaje disuasorio a todo creador que se atreva a tocar lo sensible. Es el recordatorio de que la cultura sigue subordinada a la disciplina del comisario.

Rosa, la querida Rosita, horas antes, ayer, había anunciado que diría algo hoy. ¡Y vaya si dijo! Incluso dijo nombres.

«¿Alguien puede decir qué méritos, qué obra tienen, qué aportes a la cultura cubana, han hecho Abel Prieto, Alpidio Alonso, Fernando Rojas, Fernando León Jacomino, Indira Fajardo, Víctor Rodríguez “Vitico”?, se preguntó.

Las fuentes consultadas por este redactor apuntan a que fue este último, «Vitico», director del Centro Nacional de Música Popular de Cuba, la voz cantante en el espectáculo censurado; pero los nombres que le anteceden, genuflexos todos ante el poder – y adoradores – no debe ser demeritada.

Sobre unos y otros se han escrito toneladas de tinta. Desde la guapería barata y cibernética de Rojas, a la mediocridad de Alfonso como poeta; o «al renacer», como Ave Fénix de Jacomino gracias al llamado que le hizo Díaz-Canel, cuando este ya tenía amarrado todo para irse a vivir a Colombia como agente cultural, agobiado por los desmanes en los que vivía en el Ministerio de Cultura. De los dimes y diretes que Jacomino le lleva diariamente a la oficina a Alpidio, en contra de Rojas, podría escribirse un libro; pero aquí estamos hablando de Celia Cruz, y no vale la pena echar por la borda lo dicho por Marquetti, ni ensuciar el nombre de la más grande de Cuba, con los barretines de todos estos comisarios políticos del régimen.

Celia no necesita del permiso de ningún burócrata para existir. Lo comprendió el mundo y lo comprendieron generaciones de cubanos que crecieron con su voz a contraluz del apagón informativo. Pero Cuba sí necesita reconciliarse con su patrimonio sin adjetivos. La cancelación de un tributo en su centenario no perjudica a Celia: nos retrata a nosotros. Dice de qué lado de la historia elige pararse un Estado que teme a la alegría, a la negritud orgullosa, al grito de Azúcar como contraseña de libertad y pertenencia.

La censura, otra vez, pretende dictar qué se celebra y cómo. El público, que ya aprendió a buscar por su cuenta la banda sonora de su vida, hará lo que siempre ha hecho: escucharla. La diferencia es que hoy queda un registro reciente y preciso de la mano que apagó el micrófono y del silencio que intentó imponerse. Y queda, también, la vergüenza de comprobar que en el país de Celia aún se persigue su nombre a golpes de papel timbrado.

¿Quieres reportar algo?

Envía tu información a: [email protected]

Lo más leído

Quizás te interese

Envíos a CUBA desde → $1.79 x LBENVÍA AQUÍ
+