A pesar de que el nuevo y floreciente sector no estatal ha marcado el nacimiento de marcas de ropa manufacturada que vienen a suplir una necesidad urgente entre quienes gustan usar ropajes de temporada, los cubanos no quieren vestir con lo que sea.
Se sabe que la globalización de la moda aún no acaba por aterrizar en Cuba. Aquí no es posible ir a Ross, ni a Wallmart buscando ofertas que consideren el siempre deprimido bolsillo cubano. Tampoco se puede soñar demasiado con visitar las pocas boutiques dispersas por algunos sitios de la capital, pues los precios harían temblar hasta la más adinerada celebrity.