Régimen de Cuba no se la pone fácil a Biden

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A esa ha sido la conclusión que han llegado Christopher Sabatini y Lauren Cornwall; Sabatini es investigador principal para América Latina en Chatham House, y entre él y ella han escrito un artículo para Foreign Policy donde analizan la relación de tirantez entre La Habana y Washington, y proponen ciertas pistas para «convertir» a Cuba en aliada y no enemiga.

Los autores definen la situación actual como una pelea de boxeo que no beneficia a nadie y declaran que «depende de los Estados Unidos romper la distensión». Luego afirman más adelante que «el continuo aislamiento de Cuba puede tener graves consecuencias geopolíticas.»

Para justificar esta tesis los autores hacen referencia a las declaraciones del viceministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergei Ryabkov, quien insinuó recientemente que Rusia «está considerando un despliegue militar en Cuba y Venezuela si las conversaciones con Occidente sobre la seguridad europea y Ucrania fracasan.»

Si bien el asesor de Seguridad Nacional de EE. UU., Jake Sullivan, descartó la amenaza como una “bravuconería”, los autores consideran que la Casa Blanca tiene dos opciones claras: castigar o influir en el gobierno cubano.

Los autores afirman que «Cuba permanece bastante abajo en la lista de prioridades de política exterior.

Y esto es cierto. Si se tiene en cuenta que Biden ha demorado más de un año en hacer sus primeras movidas hacia la isla, lo cual ha terminado provocando un gran malestar en la Habana que veían en él al hombre que levantaría las sanciones de EE.UU. contra Cuba, o al menos revertiría aquellas refrendadas por el anterior presidente Donald Trump, Biden ha dado muestras claras de que él le interesa, más que nada, arreglar el desastre dentro, antes de ponerse a mirar hacia afuera.

Sabatini y Cornwall afirman que otra es la percepción de «aquellos cuyas familias huyeron de la represión del líder cubano Fidel Castro» que son los que piden acciones prontas a Biden, con relación a Cuba, y aseguran que a este grupo de exiliados se les une «un número decreciente de izquierdistas y un pequeño grupo de masoquistas políticos que creen que hay una mejor manera de promover los derechos humanos y cambio político en la isla que un régimen de sanciones punitivas»

«A primera vista, las razones del estancamiento de las políticas sobre las sanciones entre Estados Unidos y Cuba son bastante obvias,» expresan ambos autores que afirman también que «la falta de impulso para cambiar la política hacia Cuba también se debe en parte al temor de un retroceso político que seguiría a la apertura de relaciones diplomáticas y económicas, particularmente de aquellos políticos cuyos familiares huyeron de Cuba,» y menciona a tres en el Senado: Marco Rubio, Ted Cruz y Robert Menéndez.

Los autores indican que de los tres, Rubio es el más involucrado en el tema cubano, y lo definen como «uno de los más firmes partidarios de castigar al régimen comunista».

«Cualquier cosa que se considere como una reducción de las sanciones encontraría oposición no solo como un cambio en la política hacia Cuba, sino también en otras iniciativas políticas,» expresan los autores.

Mencionan luego a Menéndez, quien «ha hablado a menudo sobre su apoyo a los derechos humanos en Cuba y su creencia de que el embargo sigue siendo el mejor medio para forzar un cambio de régimen,» y afirman que este «Menéndez sigue siendo un voto clave para aprobar lo que queda de la agenda interna de Biden.»

Sin embargo, la mejor conclusión a la que arriban Sabatini y Cornwall en el texto publicado en Foreign Policy es esta: «El régimen cubano no le está facilitando el cambio a la administración Biden.»

Explican ambos que La Habana «se niega a disminuir la represión y no responde con rapidez o agilidad a cualquier oportunidad económica que requiera liberalizar el control de los burócratas estatales,» pero añaden que precisamente por eso, le corresponde a la administración Biden «poner fin a la parálisis actual.»

El texto recuerda que la Casa Blanca de Biden prometió que su política hacia Cuba cambiaría y señalan que el presidente lo único que ha hecho es «dar la bienvenida simbólica a los cubanoamericanos a la Casa Blanca.»

Cuba no es prioridad para los Estados Unidos

Por más que le moleste a los cubanos, y así concluyen los autores del texto, «es cierto que la política hacia Cuba nunca será la primera en la lista de tareas pendientes de ninguna administración,»y dicen los autores del artículo que es debido a «los costos políticos amenazados por los bien ubicados defensores del embargo y los bajos beneficios políticos al hacerlo.»

Afirman también que «la comunidad empresarial – la de los Estados Unidos – ha perdido interés después de que sus intentos de cortejar al gobierno cubano fueran rechazados

Sin embargo, una afirmación a posteriori hecha por ellos casi al final del artículo nos revela una verdad indiscutible: «esperar reciprocidad de un régimen autocrático no debería ser una condición previa cuando afirma falsamente que representa a 11,4 millones de ciudadanos a solo 90 millas de la costa de Florida.»

Los autores concluyen que «la Casa Blanca debería trabajar para darle al gobierno de EE. UU. una mayor influencia para responder al sufrimiento a manos del régimen y cualquiera de sus planes para coquetear con Rusia u otros adversarios de EE. UU.»

Y luego afirman:

«Sí, eso requerirá algunas concesiones económicas por adelantado de los Estados Unidos al levantar las restricciones a los viajes de los EE. UU. a la isla con fines educativos o culturales, permitir que los bancos establezcan operaciones en la isla para facilitar mejor las remesas y permitir los viajes de los EE. UU. allí. Las ganancias darían a los cubanos en la isla una mayor agencia económica y al mismo tiempo le darían a Estados Unidos influencia sobre el régimen cubano. Este es un mejor resultado para todos en lugar de imponer sanciones simbólicas a los funcionarios,» terminan diciendo.

Es decir: que Washington pudiera valorar hacerse amigo de La Habana. Arrebatarlos de las manos e influencias de una Rusia cada vez más bélica. Pero, ¿qué dará La Habana a cambio?

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