A pesar de la nostalgia y del interés comercial de algunos, la ciudad de La Habana parece estarse cayendo en pedazos. Numerosos derrumbes y numerosos testimonios de sus habitantes hablan de edificios ruinosos y sin pintar. De tragantes tupidos y basura que se acumula.
El deterioro de La Habana es innegable y profundo. Lo que una vez fue una ciudad vibrante y llena de vida, se ha transformado en una sombra de lo que solía ser. Fausto Canel, cineasta cubano exiliado, lo describe como un lugar que ha retrocedido décadas en el tiempo, hasta el punto de que algunos lo comparan con una “bomba atómica silenciosa” que ha devastado la infraestructura de la ciudad sin hacer ruido.
El abandono es evidente en cada esquina. Las fachadas de los edificios muestran los estragos del tiempo y la falta de mantenimiento. Las calles están plagadas de baches y los servicios básicos, como la recolección de basura, son deficientes, lo que ha resultado en la proliferación de basureros improvisados que acentúan la sensación de abandono. En muchos barrios, los derrumbes son tan comunes que los residentes viven con el temor constante de que sus viviendas se desplomen.
Canel, quien nació en La Habana en 1939, recuerda una ciudad que no solo era el centro cultural y social de Cuba, sino también un punto de referencia en América Latina. Los edificios de los años 50, los parques bien cuidados y la vida nocturna vibrante eran parte del atractivo de la ciudad. Sin embargo, hoy en día, esos recuerdos contrastan dolorosamente con la realidad de una capital que parece haberse congelado en el tiempo, solo para ir deteriorándose lentamente con los años.
El cineasta describe un panorama desolador: un entorno donde las políticas revolucionarias que prometieron progreso terminaron por sofocar cualquier esperanza de desarrollo sostenido. Las iniciativas de modernización, como las que se vieron en las décadas de 1940 y 1950, se han desvanecido, dejando tras de sí un legado de ruinas. Para Canel y otros que vivieron la gloria pasada de La Habana, el presente es una tragedia que se agrava con el tiempo.
Los habitantes de La Habana también han cambiado, señala por su parte, el portal 14ymedio en otra nota.Mientras que en el pasado era común ver a las familias disfrutar de los parques y cafés, hoy es más probable encontrar personas buscando agua o comida en medio de un apagón, o tratando de sortear escombros en las calles. El sentido de comunidad se ha desintegrado en muchos lugares, reemplazado por una lucha diaria por la supervivencia.
En conclusión, La Habana no ha sufrido un evento catastrófico repentino, sino un lento pero implacable proceso de decadencia que algunos comparan con una bomba atómica silenciosa. Es un retroceso en el tiempo que no solo afecta a las estructuras físicas de la ciudad, sino también a la esencia misma de lo que una vez fue.
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