Mucho se ha hablado por estos días de la elegancia europea con la que se paseó Carolina de Mónaco en su reciente visita a La Habana.
Un detalle que no ha pasado desapercibido para no pocas revistas de moda es el vestuario que la princesa escogió para asistir a la presentación del Ballet de Montecarlo en el Teatro Nacional de Cuba, uno de los motivos de un viaje de carácter cultural e institucional en el que fue recibida por el gobernante cubano Miguel Díaz-Canel.
Carolina, que acompañó a su hija, Alexandra de Hannover, y a su yerno, Ben-Sylvester Strautmann, utilizó para la ocasión un vestido diseñado por su nuera, Tatiana Santo Domingo.
El vestido boho, de estética bohemia y tejidos livianos, no fue solo un símbolo de su estilo innegable, sino también del estrecho nexo familiar que mantiene con la esposa de su hijo Andrea Casiraghi.
Sin dudas, el clima cálido de la isla le permitió a la royal mostrar una faceta mucho más desenfadada de sí misma, especialmente alejada del bullicio mediático del Viejo Continente.
Los expertos han elogiado además el uso de una maleta ‘mix & match’, así como la combinación de prendas de lujo de su firma predilecta, Chanel, y de otras más artesanales.
Según publicó la Presidencia de Cuba, su Alteza Real expresó a Díaz-Canel el honor que ha sido regresar a la isla que ya había visitado una primera vez, hace diez años.
Ahora, durante su segunda estancia en Cuba, la princesa, de 68 años, realizó una visita privada a un museo local, con lo que evidenció su aprecio por la cultura cubana.
Sin dudas, Carolina de Mónaco ha aprovechado su paso por el país caribeño para dejar claro por qué es un referente de sofisticación y una de las figuras más admiradas de la realeza contemporánea.
