Otra víctima de Fernando Bécquer da testimonio

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Fernando Bécquer está siendo acusado por varias cubanas como un agresor sexual.

Massiel Carrasquero Ramos, Massy para sus allegados, entre los que honrosamente se sitúa este escritor, ya había dado a conocer de manera muy escueta «su experiencia», en el año 2014, con el trovador Fernando Bécquer.

En días pasados lo dijo. Ella trabajaba en una agencia de turismo alemana y debía visitar los sitios que se incluirían en un catálogo de hospedajes y restaurantes cubanos.

Debía además entrevistar a sus dueños, elaborar un reporte y fue ahí cuando conoció a Fernando Bécquer. La experiencia la marcaría para siempre.

La joven, hoy, ofrece su testimonio a la periodista Mónica Baró Sánchez, de Cibercuba Noticias.

Sí, a un medio independiente. Sobran las razones del por qué.

Massy es, desde hace ocho meses, la mano derecha en La Habana, que es como decir Cuba, de la activista Masiel Rubio, la cubana que a pecho a pulmón ha logrado enviar a la isla 4 toneladas de medicamentos.

Hago la acotación para apuntar la flecha en la Diana. Massy es una activista, es humanista, un joven íntegra, con principios, con muchos amigos. Y carga sobre su espalda el peso de ser, desde hace ya siete años, una víctima más de Fernando Bécquer.

Lo más trascendental de su testimonio, recogido hoy en Cibercuba Noticias tiene que ver con la denuncia que ella intentó poner en la policía en contra del trovador, una vez que fue víctima de sus abusos.

Intentó, sí, porque en la PNR a la que fue a hacer la denuncia, el oficial de la carpeta que la atendió, HOMBRE, le dijo que su caso no procedía.

“Nadie en la policía me creyó”, dijo Massy hace ya varios días y lo reafirma ahora.

La joven no pudo denunciar al trovador porque, según cuenta, el trovador, a los ojos del policía que la escuchó, «no había pasado nada».

Pero sí, pasó.

Massy había estado en ese apartamento de la madre de Fernando Bécquer, sito en un edificio ubicado en G y 13, una vez. Había ido – dice Mónica Baró en Cibercuba Noticias – a «una especie de operación rescate.»

Según cuenta, «su mejor amiga en ese momento, de 16 años, la llamó una noche para pedirle que fuera “a sacarla de ahí”.

Ella fue, con otra muchacha y dos muchachos, y al llegar al lugar encontró a su amiga llorosa y en puro temblor. Bécquer, al lado, afirmaba que no le había hecho nada, pero Massy conocía que algo había ocurrido.

«Yo no sé bien qué pasó porque ella nunca lo contó,» revela ahora a Cibercuba Noticias con relación a ese suceso.

Por ese motivo, y solo cuando le aseguraron que el día de la inspección a la casa, no estaría Fernando Bécquer, sino su madre, Massy accedió a ir.

Sin embargo, no sucedió así. Cuando ella llegó al lugar, no estaba la madre del trovador acusado de ser casi algo parecido a un depredador sexual. Estaba él.

Este le aseguró que su madre estaba en camino. Recorrieron la casa. Fueron a la sala. Bécquer fue a la cocina y preparó un café. Luego volvió a entrar a la cocina. Y salió completamente desnudo.

«(…) me desquicié. Yo me volví loca. Agarré una lámpara, le fui para arriba, él me sujetó y me soltó, como que no se esperaba esa reacción”, cuenta la joven a Cibercuba Noticias.

La denuncia

Un amigo la encontró llorando en un parque y la convenció de denunciar en la policía el hecho. Juntos fueron a la estación «estrella» de la PNR en La Habana, que es como si dijéramos Cuba: a Zapata y C.

“Yo llegué llorando y temblando a la estación, enseguida los policías me preguntaron ‘qué pasa’, y yo dije que quería reportar una violación. Me derivan con “el carpeta”, que es el que toma las denuncias, y el carpeta me dice: ‘mira, tú no tienes rasgos físicos de una persona violada, tú no tienes moretones, tú no tienes sangre, tú no tienes la ropa rasgada, esta denuncia no va a proceder’”.

explica la joven a Cibercuba Noticias.

Massy insistió. El policía se negó a recoger una denuncia sin «daños físicos». Agregaba el oficial que ella había ido por sus propios pies a la casa del agresor. Dijo además que «no hubo penetración, ni él llegó a tocar “sus partes”, es decir, sus genitales.»

Una vida marcada para siempre

«Dado que fui voluntariamente al lugar, que el supuesto acusado no me llegó a tocar y que pude salir ‘intacta’, mi denuncia no procedió. Ni siquiera terminaron de oír mi historia. Me miraron raro. Yo cargaba mi trauma y el de mi mejor amiga años antes,» explica Massy ahora.

Tras su fallida experiencia con el carpeta, identificado como Yorelbis, Massy quedó marcada para siempre.

No fue víctima de una violación, pero sus hábitos de vida cambiaron. A saber:

  • Nunca más pudo ir al trabajo sola. Nunca más su jefe la dejó ir a una casa de renta sola.
  • Nunca más volvió a pedir botella de noche
  • No tuvo una relación «seria», hasta cuatro años después. A los hombres les puso más límites que nunca.
  • Se alejó del mundo de la trova, «en un esfuerzo por no volver a encontrarse con Bécquer,» expresa Mónica en su excelente relato.

La trova, hasta ese momento, formaba parte de su vida.

La falta de preparación del oficial de Carpeta, una tónica que se repite en todas las unidades de policía del país, no alertó a la denunciante que, si bien ella no había sido violada, sí había sido ultrajada sexualmente. Ese delito está tipificado en el Código Penal cubano.

«La policía tenía que haberle dicho (a Massiel) que eso que ella contaba no era una violación, pero sí podía ser un ultraje sexual y radicar la denuncia por un posible ultraje sexual”, agrega el jurista cubano Eloy Viera, experto consultado por Mónica Baró.

“Nadie en la policía me creyó. Hasta este 8 de diciembre solo lo sabían dos personas: mi jefe y este amigo que me encontré. Después de que la policía me dijo que la denuncia no procedía, me dije: ‘esto lo voy a engavetar en mi cabeza, yo no voy a pensar en esto, yo no voy a nada con esto, yo voy a seguir mi vida’”, narra ahora la joven.

La casa de Bécquer no se incluyó en el catálogo, por obvias razones.

Siete años después, el pasado 8 de diciembre, momento en que se destapó el escándalo contra el trovador Fernando Bécquer, Massy posteó en su perfil de Facebook.

“En vísperas de mi cumple se destapa toda esta situación turbia y cochina que me manda siete años atrás. Yo estuve ahí, quizás no tan niña, ni siquiera como fan de Bécquer, yo fui a trabajar pensando que su señora madre era quien me atendería en el apartamento que rentan en G (…) No llegó a tocarme porque me volví como loca dispuesta a defenderme con uñas y dientes. Logré salir intacta físicamente.”

Siete años después, y aún cuando ha dicho no presentará otra vez su denuncia, Massiel Carrasquero Ramos, todavía espera justicia.

pd: Recomendamos leer el trabajo usado como fuente para este resumen. Ver aquí.

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