Ni victoria ni derrota. El opositor cubano Oscar Casanella salió este martes de la corte de inmigración en Miami con el peso de siete horas de juicio a sus espaldas y ninguna respuesta definitiva. La jueza encargada del caso anunció que emitirá su decisión por escrito el próximo 11 de julio, tras analizar el voluminoso expediente presentado por la defensa.
A pesar de su presencia imponente —maletín Louis Vuitton de 7 mil dólares, zapatos Christian Louboutin de mil y un iPhone 16—, la abogada Deliane Quiles no logró inclinar la balanza a favor del solicitante de asilo.
“Lo mínimo era cerrar el día con una defensa sólida, pero fue floja, lenta,… Me parece que no aprovechó la carga de evidencias que hay por ahí sobre Oscar”, comentó una persona que estuvo en el juicio y que prefirió no ser identificada.
Durante la audiencia, el fiscal del gobierno fue particularmente incisivo al interrogar a Casanella sobre sus viajes fuera de Cuba antes de salir definitivamente del país. Como suele ocurrir en estos casos, el argumento de la fiscalía apuntaba a sembrar dudas: si el opositor podía entrar y salir libremente por el aeropuerto, entonces —según esa lógica— no estaba en peligro real.
Oscar Casanella salió del tribunal con gesto cansado, aunque sin perder la compostura. Reconoció que apenas logró compartir una pequeña parte del horror vivido. “La información que ofrecí no representa ni el 10% de lo que sufrí. Condensar años de represión, amenazas, vigilancia, expulsiones laborales y accidentes provocados por la Seguridad del Estado en unas horas, no es posible”, declaró a los medios, todos de habla hispana. Ningún medio anglo.
El caso de Oscar Casanella
El caso de Casanella no es uno más. Vinculado al Movimiento San Isidro, amigo cercano de Ariel Ruiz Urquiola y colaborador de Gorki Águila, fue objeto de acoso constante por parte de la Seguridad del Estado desde una fecha tan lejana como el 2013. En enero de 2022 decidió huir con su esposa embarazada y su hijo pequeño, cruzando por El Paso, Texas. Finalmente se fue a residir a Miami
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A diferencia de otros migrantes, no recibió parole, sino un I-220A, documento que lo dejó en un limbo legal sin acceso a beneficios migratorios ni al amparo de la Ley de Ajuste Cubano.
“No me hicieron ni siquiera la entrevista de miedo creíble. Me soltaron con ese papel y desde entonces estamos atrapados”, contó en entrevistas previas. Casanella teme que una decisión negativa implique una deportación que, en sus palabras, “sería terminar mi vida”.
La audiencia coincidió, además, con el cumpleaños de su hijo mayor. Casanella esperaba que la fecha le trajera buena suerte, pero se marchó a casa con la incertidumbre sobre su futuro. Aun así, agradeció el apoyo recibido en redes sociales y reiteró su esperanza de obtener justicia. “La comunidad ha sido clave. Sé que no estamos solos”, escribió.
El próximo 11 de julio, la jueza dará a conocer su decisión. Hasta entonces, Oscar Casanella, su esposa y sus hijos seguirán esperando —como tantos otros— que el sistema reconozca lo que para muchos ya es evidente: que regresar a Cuba no es una opción.
Impresiones de personas presentes en el juicio
Críticas a lo sucedido ayer surgieron no solo en los pasillos de la corte, sino también en conversaciones de WhatsApp entre personas que estuvieron presentes, activistas y abogados. Uno de los que se presentó en la audiencia cuestionó que la defensa no hubiera aportado al expediente las múltiples pruebas públicas que circulan en redes sociales: videos de represión, artículos, cartas de apoyo y declaraciones de figuras internacionales que han respaldado al bioquímico y exprofesor universitario.
Una fuente dijo que al menos con dos meses de antelación se debió hacer bastante ruido al respecto, y frente a la misma corte. Dijo que muchos en Miami, sobre todo cubanos, creen que todo el mundo en Miami, americanos incluidos, están de sobra al tanto de la realidad en la isla y no es así.
«A la jueza (Mónica Newman), la defensa no le expuso la realidad de Cuba delante de los ojos, ¿cómo podemos esperar entonces que entienda el contexto?”, expresó.
La fuente, que ha seguido de cerca el proceso desde Miami, consideró que la defensa fue débil, mientras que el fiscal, aunque benévolo, “fue agresivo en sus cuestionamientos” al centrar sus preguntas en los viajes que Casanella realizó después de las protestas del 11J.
Según esta fuente, que no nos autorizó el uso de la conversación en que estuvo involucrada en Whatsapp, la fiscalía hizo su trabajo, intentando demostrar que si el activista pudo entrar y salir de Cuba sin impedimentos después del 11 de julio de 2021, entonces no corría peligro real de persecución.
«La pregunta que deberíamos hacernos como nación es en qué nos hemos convertido, si no somos capaces de brindarle protección a alguien como él y a su familia”, lamentó.
Esta misma persona indicó que “la defensa no supo explicar con fuerza que las condiciones en Cuba se deterioraron después, ni por qué esos viajes no invalidan el miedo real que siente hoy”.
Casanella lo ha explicado así: cuando decidió irse fue porque recibió un ultimátum —“si en un mes sigues en Cuba, vas preso”—.
A juicio de la fuente presente en el juicio, el argumento del fiscal podría haber calado en la jueza si no se contextualiza debidamente cómo actúa el régimen cubano con opositores que aún no ha decidido encarcelar pero mantiene vigilados.
En una de esas conversaciones de Whatsapp, una fuente conocedora de estos «vericuetos fiscales», señaló que está demostrado que cada vez es más difícil ganar casos de asilo. Otro hizo referencia a que cubanos a los que se le otorga el asilo, «al año y un día, green card en la mano, regresan a Cubita la Bella».
“Hay mucha gente fabricando pruebas falsas y eso ha sembrado dudas generalizadas entre los jueces. Cuando llega un caso bueno, lo miran con recelo. Por eso es tan importante que los abogados documenten todo y lo presenten bien”.
Según esta fuente, “si no se incluyó en el expediente toda la información disponible en redes sociales, todos esos videos, cartas de apoyo, artículos, entrevistas… entonces se perdió una oportunidad clave. No basta con llevarlo en el corazón, hay que ponerlo ante los ojos del juez”. Además, subrayó que la jueza, si bien no es una figura hostil, fue fiscal antes de asumir el cargo actual, y que muchos jueces se cubren legalmente pidiendo decisiones por escrito, lo que suele —aunque no siempre— ser un buen indicio.
Según su criterio de la defensa, “una cosa es vestir bien, y otra es sustentar el caso como se debe. Había que explicarle al juez todo lo que pasa en Cuba. Porque aunque la gente crea que Cuba es un tema que todos entienden en Miami, no sucede así en las cortes de Inmigración”.
«Esa abogada no es cubana. Estoy seguro que una cubana hubiese sido más efectiva», comentó uno de los presentes en el chat
Otro de los comentarios que se debatió en una de esas conversaciones de Whatsapp es que hubo errores previos en la tramitación inicial del caso, presuntamente cometidos por una paralegal de una firma anterior, lo que dejó grietas que hoy se notan. Una abogada dijo que eso puede no ser así, y señaló que usualmente los abogados nuevos de un caso, suelen echar culpas al anterior, para afianzar su posición y status ante el defendido.
“Es inaceptable que los represores vivan libres aquí, y los perseguidos tengan que rogar por su derecho a quedarse. Es lo único que se me ocurre decir”, dijo uno de los activistas que asistió a la audiencia en la conversación de Whatsapp
Una reflexión personal acerca del caso de Oscar Casanella
Más de 101 mil resultados en Google llevan el nombre de Oscar Casanella. No es un desconocido. No es un improvisado. Es uno de los activistas más visibles y consistentes que ha tenido Cuba dentro de la isla en la última década. Fue vigilado, acosado, interrogado, detenido y presionado de todas las formas posibles para que abandonara su activismo. No lo hizo. Siguió adelante, con nombre y apellidos, dando la cara desde dentro. Y cuando lo obligaron a irse —no como quien migra, sino como quien es forzado al exilio— aún tuvo que cargar con la duda y la sospecha del sistema migratorio estadounidense.
Que un hombre con ese historial, con su rostro y expediente documentado hasta el cansancio, esté hoy a la espera de un veredicto, sometido a interrogatorios que cuestionan sus salidas del país como si fueran evidencia de mentira y no de aguante, es alarmante. No por él solamente. Sino por lo que revela del sistema. De sus fracturas, de sus contradicciones, de sus prioridades.
Como bien se preguntó una fuente cercana al caso: “¿En qué nos hemos convertido, como nación, que practicamente le hacemos imposible brindar protección o acoger a un tipo como él?” La pregunta es legítima. Porque si Oscar Casanella no califica para recibir asilo político en Estados Unidos, entonces, ¿quién?
Lo que está en juego aquí no es solo la vida de un activista cubano y la de su familia. Lo que está en juego es la coherencia moral de una política migratoria que, por un lado, ha dado entrada a funcionarios del régimen que lo persiguió, y por otro, se toma con frialdad burocrática el destino de sus víctimas.
Retrasar una decisión en este caso no es un gesto de prudencia judicial: es un acto de desgaste humano, emocional, económico y político. Es un error garrafal. Y aún estamos a tiempo de no cometerlo.





