Marino Murillo, el hombre que quiso meter en cintura la economía cubana y es visto -injustamente o no- como el responsable de su actual caos, bajó otro peldaño en la pirámide simbólica del poder en la isla: tras quedar fuera de la cúpula del Partido Comunista de Cuba en 2021, ahora tampoco será parte de la próxima legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, la instancia que “elige” a la dirección del Estado…
El ahora presidente del grupo empresarial Tabacuba no aparece en los listados de candidatos a diputados a la X Legislatura, que saldrán de los comicios convocados para el próximo 26 de marzo. Hasta el momento, Murillo era diputado por el municipio Plaza de la Revolución, ratificado el 18 de abril de 2018… ¿será que sus electores le dieron un voto de castigo a su gestión al no nominarlo?
Como sea, aunque su cargo actual dista de ser un castigo -el tabaco todavía es uno de los rubros más rentables de Cuba, con todo y los estragos de recientes huracanes-, lo cierto es que Marino Murillo ha perdido ese halo de poder y suficiencia que lo hacían francamente antipático a los ojos de la ciudadanía, que nunca vio los avances que prometían las reformas económicas promovidas por el llamado “Zar de los Lineamientos”.
Un factor, por superficial que parezca, era el propio aspecto del funcionario: su obesidad resultaba ofensiva a la precariedad que vivía (vive) el país, y lo ubicaba en las antípodas de lo que padecía el pueblo. Y quizás toda la responsabilidad no fuera suya, pero sin dudas suyo fue el rostro de la debacle…
Nacido en 1961, Murillo se licenció en Economía y ocupó diversos cargos dentro del aparato estatal. Su nombre comenzó a ser más conocido durante una gran consulta impulsada a inicios del siglo XXI para, en teoría, darle forma a lo que fueron “Los Lineamientos”: una suerte de reordenamiento de la economía sin renunciar al modelo socialista y el control del Estado. Fue ministro de Economía y Planificación de 2009 a 2011, y retomó el cargo de 2014 a 2016, cuando fue liberado para mantenerse como Vicepresidente y Jefe de la llamada Comisión Permanente para la Implementación y Desarrollo.
El problema, para muchos, es que a los decisores supremos de Cuba ningún momento les pareció más propicio para implementar las esperadas reformas que el recrudecimiento de las sanciones económicas y comerciales de Estados Unidos, durante la administración de Donald Trump, escenario agravado por una pandemia global que nadie esperaba, y mucho menos calculaba su impacto…
Así, en enero de 2021 entró en vigor el ordenamiento monetario, rebautizado por la picaresca nacional como “el ordeñamiento”, que elevó los salarios, pero disparó la inflación a una estratósfera de la que no parece querer bajar, mientras los cubanos agotan la poca paciencia que les quedaba, y buscan reinventarse en otros mundos mejores, que sí son posibles…
El propio Murillo reconoció en marzo de 2021 el fracaso de su plan económico, aunque sin asumir su papel, pero a estas alturas, un “mea culpa” sería un simple formalismo, y no cambiará su legado. Solo queda rezar, eso sí, para que no arrastre consigo al tabaco cubano: solo eso faltaría…
así mismo es, él es el culpable del caos