Cronología de Melissa: de la categoría 5 en Jamaica al azote en Cuba y la amenaza a Bermuda
El huracán Melissa no nació como un monstruo. A inicios de la tercera semana de octubre, el Centro Nacional de Huracanes (NHC) empezó a emitir avisos formales mientras el sistema se organizaba en el Atlántico tropical. Para el martes 21 de octubre ya figuraba en los archivos oficiales con partes públicos, discusiones y probabilidades de viento, la rutina técnica que antecede a los grandes titulares y que sitúa hora a hora el pulso del ciclón en mapas, radiosondeos y satélites. En sus mensajes clave, el NHC advertía del aumento del oleaje y del riesgo de corrientes de resaca en las Antillas Mayores, una señal temprana de que el campo de vientos crecería más allá del cono de trayectoria.
El giro dramático llegó al filo de la semana del 27. El martes 28 de octubre por la mañana, Reuters describía a Melissa como un huracán “catastrófico” de categoría 5 que comenzaba a azotar Jamaica, con ráfagas que trepaban a la zona extrema de la escala Saffir-Simpson. Veinticuatro horas más tarde, el propio servicio informativo resumía el veredicto con una frase contundente: “la tormenta más fuerte que jamás haya golpeado Jamaica”, abriendo paso a la noche más difícil que muchos jamaiquinos recuerdan.
En Kingston y en la costa norte, postes arrancados de cuajo, techos volando, árboles como fósforos. La isla quedó mayoritariamente a oscuras y con decenas de miles de personas en refugios.
Al ritmo que avanzaban los recuentos oficiales, agencias como AP y USA Today lanzaban tableros de actualización continua, estableciendo rangos preliminares de fallecidos y daños, y alertando que los balances se moverían con cada hora que cediera el agua en calles y valles.
Mientras en Jamaica se hablaba de “desastre nacional”, la mirada regional saltó a Haití. El ojo de Melissa no tocó tierra allí, pero sus bandas de lluvia castigaron con saña cuencas y laderas saturadas.
En Petit-Goâve se desbordó el río y los reportes de muertos comenzaron a escalar con rapidez. Reuters contabilizó 25 fallecidos en Haití, casi todo el total regional de ese corte horario, con miles de desplazados y viviendas arrasadas.
Esa cifra—y otras posteriores—ilustran un punto clave de toda cronología de desastres: los conteos se mueven. A lo largo del 29 y 30 de octubre, distintas cabeceras fijaron cortes entre 29 y 49 decesos en el Caribe, según el momento y el país al que se daba prioridad en el consolidado (The Guardian y su directo hablaban de 29; AP elevó a “al menos 40”; EL PAÍS en inglés subió el listón a 49 tras nuevas confirmaciones).
El 29 por la noche, el timón apuntó a Cuba. Melissa entró por la Sierra Maestra como categoría 3, cruzó zonas pobladas del oriente y salió por la costa norte con pérdidas severas: tejados levantados como tapas, inundaciones en Santiago de Cuba y Bayamo, postes de alta tensión caídos, hospitales dañados y localidades incomunicadas. EL PAÍS, con crónica desde La Habana, recogió testimonios que sintetizan el impacto: “la noche duró demasiado”, una frase repetida por familias que no pegaron un ojo con los vientos sostenidos pegando contra puertas y ventanas.
A la par, The Washington Post y CNN difundían galerías y videos que mostraban calles convertidas en ríos y estructuras vencidas en Guantánamo, Holguín y Granma. Las autoridades movilizaron evacuaciones masivas—más de 730.000 personas, según recuentos citados por Reuters y AP—y admitieron “daños cuantiosos” en redes eléctricas e infraestructura.
Desde el punto de vista meteorológico, el tránsito por montañas le arrancó potencia al vórtice, pero no desactivó su peligro. El boletín #36 del NHC, emitido a las 5:00 a. m. EDT del jueves 30 de octubre, situó a Melissa sobre aguas al noreste de Bahamas, con vientos máximos de 105 mph, ya categoría 2, y una trayectoria que la acercaba a Bermuda en la noche, con la consigna de “apresurar” preparativos. En la franja bahameña, medios locales y corresponsalías de NBC detallaron marejadas peligrosas, inundaciones costeras y rachas intensas en islas del sudeste.
La recomendación fue inequívoca: alejarse de zonas bajas, asegurar bienes, mantener radios y móviles cargados, y atender a los avisos locales.
En paralelo a los mapas, la cronología social dejó sus propios hitos. En Estados Unidos, la diáspora cubana miró hacia el oriente de la isla con ansiedad: estaciones de televisión regionales en Connecticut, Vermont y Georgia mostraron familias intentando contactar a los suyos entre apagones y antenas caídas.
Cronológicamente, el relato puede compactarse así: fase de organización y avisos (21–26 de octubre); intensificación rápida y entrada en Jamaica como categoría 5 con devastación histórica (28 de octubre); tránsito al norte de Haití con lluvias letales y desplazamientos masivos (28–29 de octubre); impacto en el oriente cubano como categoría 3 con daños severos y apagones extensos (noche del 29 al 30); salida al Atlántico occidental, paso por Bahamas con degradación a categoría 2 y amenaza a Bermuda (30 de octubre). Cada tramo dejó huellas propias: en Jamaica, el récord meteorológico; en Haití, la vulnerabilidad crónica exacerbada por lluvias; en Cuba, el choque de un sistema de por sí agotado con un evento extremo; en Bahamas, la reiteración de un patrón: aunque el ojo se vaya, el mar se queda; y este a la postre hace más daño que los vientes. Remember Katrina.



















